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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

7° domingo de Pascua, 16.05.2010

Sermón sobre Juan 17:20-26, por Jorge Weishein

 

Estimados hermanos, Estimadas hermanas,

"¿Por qué hay tantas iglesias si hay un sólo Dios?" Esta pregunta es común entre los cristianos. El sueño de la unidad de todos es un ideal que convoca a muchas personas. Orar y trabajar por la unidad entre los cristianos es una práctica que se inspira en esta oración de Jesús. El Evangelio de Juan expone el evangelio como mensaje de amor. El amor de Dios que une y reúne a la comunidad inspira la práctica del amor (ágape) entre la gente. Si no hay unidad no hay amor, si no hay amor no hay fe.

Aquellos que asumen su ministerio cristiano abiertos al mundo desafiados por el evangelio de Jesucristo encuentran en el ecumenismo un espacio de reflexión y contención que muchas veces no encuentran incluso en sus propias comunidades. El ecumenismo aspira ir dejando mojones en un camino de fe abierto. En este camino conocemos y compartimos nuestras diferentes formas de vivir y celebrar la fe en Dios.

La idea es que en este camino podamos ir descubriendo maneras cada vez más fieles de dar testimonio de Jesucristo. En mi experiencia en el encuentro ecuménico de cada mes he podido constatar como al compartir la lectura de la palabra surgen visiones y reflexiones basadas en experiencias personales que han marcado a la gente en su forma de entender la palabra. Estas experiencias están alimentadas y organizadas por tradiciones y opciones frente a la vida.

Resultan curiosas las posiciones que se van constituyendo en torno a situaciones sociales a partir de la sola lectura de la Palabra en el grupo. La palabra de Dios es la que dispara una serie de pensamientos y comentarios que a primera vista son completamente diferentes. Sin embargo, estos comentarios nacen provocados por la palabra que saca afuera los miedos, las injusticias, los conflictos, el pecado en el que vivimos y con el cual convivimos todos de diferentes maneras.

En estas posiciones distintas se defienden intereses de diferentes sectores de la sociedad. Esto es algo que resulta difícil de ver y de entender para cada una de las personas del grupo. Al ayudarnos a pensar y mostrarnos mutuamente dónde está la raíz de nuestras dificultades y diferencias vemos claramente que no es la palabra de Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo lo que nos separa. Las diferencias están construidas a partir de tradiciones y culturas, opciones políticas y visiones del mundo que cada persona asume con mayor o menor conciencia.

Cada uno ve las cosas del color de sus lentes. Suele pasar que así como quien busca sus anteojos cuando en realidad los tiene puestos, también puede pasar que haya quienes están tan acostumbrados a ver las cosas a su manera que al no ver con sus lentes, sino con otros, dudan sobre la realidad que ven o su capacidad de ver las cosas. Cada posición es legítima, sin embargo, algunas ayudan a una mayor profundización de la verdad y otras a exponer con mayor claridad la lógica del pecado en que vivimos.

La iglesia está en el mundo. La iglesia es parte del mundo. La iglesia es del mundo. Estas son tres afirmaciones con implicaciones diferentes. ¿Qué es la iglesia? ¿Qué es el mundo? Al intentar entender las palabras del evangelio con el diccionario de aquella época en medio oriente aparecen connotaciones que ponen en dudas nuestras primeras impresiones. Tengamos cuidado de no leer el evangelio con nuestro diccionario y caer en anacronismos, esperando o planteando situaciones imposibles para aquél tiempo.

Jesús no habla de la iglesia, al menos, no como la institución que es hoy en día. Jesús no habla del mundo como planeta ni civilización. El mundo es la cultura dominante. Jesús habla del reino de Dios. El reino no es la iglesia. La iglesia no es el mundo. La iglesia es la comunidad de discípulos, los que su padre le ha dado, de los suyos. El evangelio propone la unidad como estrategia misionera. La unidad como la expresión más legítima del mensaje del evangelio. La dificultad para que el mundo crea es que no quiere ver ni entender: no quiere saber ni quiere cambiar. Sólo el logos lo puede salvar.

Este evangelio según Juan expresa el mensaje de Jesús con sus lentes, de acuerdo a los colores con los que él está en condiciones de pintar. Juan junto con su comunidad tiene su tradición y su opción, sus problemas y sus esperanzas, que organizan el mensaje de Jesús de acuerdo a la situación en la que vive la comunidad en ese momento de la historia y en ese contexto del mundo. Juan se asume como un discípulo de la comunidad de amados por Dios. Esta comunidad está integrada por seguidores de diferentes tradiciones judías y griegas. La unidad es una gran preocupación porque afecta directamente a la credibilidad del mensaje de la comunidad.

El evangelio de Juan integra experiencias de los diferentes sectores de la comunidad y es el evangelio mismo un testimonio de la unidad en Cristo de todos ellos. Juan es el más nuevo de los cuatro evangelios y muestra -a mis ojos- la situación en la que se encuentra la comunidad cristiana y los desafíos misioneros con los que se debate a fines del primer siglo de la era cristiana fuera de Palestina. Los cuatro evangelios son misioneros y son testimonio y expresión de una comunidad. El evangelio de Juan tiene la particularidad de elaborar, especialmente, una propuesta evangélica con y para otros.

Juan apuesta al ecumenismo como estrategia misionera en un contexto cultural plural. Juan apuesta incluso al diálogo interreligioso y actualiza el mensaje de Jesús en términos de disposición y responsabilidad política por el bienestar de la sociedad toda. El compromiso en la integración y reordenamiento social conlleva a la formación de una comunidad amplia en la que la credibilidad del evangelio es planteada en un nuevo formato cultural, aunque continua con la tradición judeocristiana desde la que disputa la visión del mundo griego, en la que se integra y en la que ambos se transforman mutuamente.

Estas son las cosas que yo veo al leer el evangelio de Juan a partir de mis lentes y mis experiencias, mis tradiciones y mis opciones, a la luz de mis preocupaciones que reflejan la situación en la que se encuentra mi comunidad y mi familia, mi barrio y mi país, la forma en que me explico la iglesia y el mundo en el que vivo. Los cristianos damos testimonio de la palabra de Dios con nuestros cuerpos, nuestras historias, nuestros sueños. La palabra de Dios siempre es testimonio de vida tanto porque está filtrada por nuestras vidas como también porque Dios mismo es el garante y promotor de la vida plena y eterna.

Cuando escuchas la palabra de Dios y te vienen a la mente recuerdos e imágenes que te dejan pensando... pregúntate por qué de pronto te acuerdas especialmente de eso. Cuando compartas tu visión del sentido del evangelio escuchado junto con otros... pregúntate por qué tiene ese sentido para vos y te llega (te impacta) de esa manera. Cuando te reúnas junto a otras personas de diferentes confesiones y credos piensa en estas palabras de Jesús que anuncia Juan: "Te pido que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste" Este es el testamento de Jesús a sus discípulos. Esta es la herencia de fe que Juan está dejando a la comunidad, para que estén unidos y el mundo crea. Esta es una de las tradiciones en las que esta arraigada nuestra fe cristiana.

¿Qué testimonio estamos dejando a la gente de nuestros días como cristianos? Estamos llamados a ser testigos de la verdad. Sólo Cristo es la verdad, nosotros apenas sus testigos. Nosotros no tenemos la verdad, damos testimonio de lo que la verdad hace en nuestras vidas y nuestro mundo. Sólo Cristo es el camino, nuestras iglesias apenas un recurso al servicio de Dios. La iglesia no es el camino al cielo, en la iglesia celebramos la palabra y la comunión de Dios con nosotros. Sólo Cristo es la vida, nuestras vidas apenas una oportunidad de hacer carne su voluntad. Nosotros no somos dueños de la vida, damos a conocer la vida que Jesús trajo al mundo para gloria de su nombre, junto a millones de confesiones y credos en el mundo entero.

Este Cristo a quien confesamos es quien ora diciendo: "Les he dado a conocer quién eres, y aún seguiré haciéndolo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y para que yo mismo esté en ellos."

Dios Padre se siga revelando en medio nuestro a través de su espíritu consolador para poder seguir reconociendo su misericordia y participar junto con Jesucristo de la gloria de ser llamados hijos e hijas de Dios. Amén.



Pastor Jorge Weishein
Iglesia evangélica
del Río de la Plata, Argentina
E-Mail: jorge.weishein@ceaba.org.ar

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