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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Quasimodogeniti, 01.05.2011

Sermón sobre Juan 20:19-29, por Pablo Munter

 

Quiero comenzar con un cuento y después con una reflexión en forma de oración, que cada uno puede, si quiere hacer propia.

Había un experto en trapecio, que podía balancearse sobre una cuerda extendida en el aire, y hacer otros trucos. Un día intentó hacer un truco maravilloso. Extendió una cuerda de un lado de las cataratas de Iguazú al otro lado, y se propuso a caminar de un lado a otro, sobre la cuerda. La multitud de espectadores esperaba ver ese prodigio.

El experto les preguntó a la multitud,

-¿Cuantos creen que yo puedo caminar de un lado a otro?

Todo el mundo afirmó, - ¡Sí, creemos!

Con temor y temblor, el hombre cruzó de un lado a otro, y la multitud le aplaudió fuertemente. Después él les preguntó,

- ¿Cuántos creen que yo puedo cruzar de un lado a otro, con una carretilla delante?

Todo el mundo se asombró, pero afirmó su credulidad una vez más. Y el experto no les decepcionó. ¡Cruzó de un lado a otro con la carretilla delante!

Otra vez, se oían gritos de celebración.

El hombre no quedó satisfecho. Les preguntó a la multitud,

- ¿Cuántos creen que yo puedo cruzar con una caretilla llena de ladrillos?

Y una vez más, gritaban, - ¡Sí! ¡Creemos!

El hombre logró hacerlo, y la gente se volvió loca de alegría.

Una vez más, el experto inventó una nueva maravilla, y les dijo, Ahora les enseño mi truco más peligroso. ¿Cuántos creen que puedo cruzar de un lado a otro, con una persona metida en la caretilla?

Todo el mundo gritaba con mas fervor que antes, ¡Si! Creemos. ¡Si! ¡Creemos!

Y el trapecista les hizo la pregunta clave, Bueno, ¿Hay algunos voluntarios para meterse en la carretilla?

Todos quedaron en un profundo silencio.......

Así era Tomás.... incrédulo.

Así soy yo, Señor... muchas veces digo: "si no lo veo, no lo creo".

Y ando así por la vida, buscándole ocupación a mi mente, a mi racionalidad mientras mi corazón está en unas largas vacaciones...

Así eran los discípulos... encerrados por miedo.

Así soy yo, Señor... vivo encerrado con mis miedos. Tengo cerradas las puertas de mi corazón por diversos miedos, miedo al fracaso, a no ser reconocido, miedos a lo que va a pasar con el futuro de mi vida, de mi familia, de mi iglesia...miedo a decir lo que siento y lo que pienso realmente, miedo a que alguien se ofenda, por eso ando por la vida fingiendo ser lo que no soy... ¡que razón que tenía Juan cuando decía que el miedo es el enemigo del amor!

Y así eres tú, Señor. Vienes en medio de los miedos de los discípulos y les dices "tengan paz".

Vienes en medio de la incredulidad de Tomás a su presencia y le dices "ten paz".

Y vienes también a mi encuentro, a mi incredulidad, a mis miedos y me dices a mi, "ten paz, está en paz" y soplas sobre mi tu Santo Espíritu para que mis miedos y mi incredulidad se transformen en paz.

Y así soy yo nuevamente, necesito transformar mi corazón de miedo y de angustia por un corazón de gozo... de paz...

Me cuesta, Señor, sigo encerrado en mi ego, en mis muchos miedos...

No entendí, Señor, tu resurrección.

Si hubiera entendido, tendría paz en mi corazón, tendría más fe, podría sentarme en la carretilla del malabarista (que eres Tú, Señor) y disfrutar del viaje, dejarme llevar por ti.

Si hubiera entendido tu resurrección, perdonaría más, no por compromiso ni por mandato tuyo, sino por amor... por gratitud al perdón recibido por ti en la cruz.

Tengo poca fe, lo sé Señor... no se vivir en tu resurrección. Ante el menos tropiezo, pierdo la fe y la esperanza. Me deprimo con facilidad... me convenzo de que nada en esta vida tiene sentido.

Tengo muchas ideas...creencias... defiendo estructuras, rituales... eso no es fe, es otra cosa, es religión.

Discuto doctrinas, sobre como deben ser las cosas en la iglesia.

Soy como Tomás, me quedo con lo racional, lo estructural y no puedo abrir mi corazón a lo nuevo, a este renacer de la pascua.... a esta alegría y gozo que sintieron los discípulos al verte resucitado.

Tengo el juicio fácil. ¡Con que facilidad juzgo a los demás! ¡Con que facilidad me acuerdo de todo lo negativo de cada persona que tiene un encuentro conmigo! ¡Con que facilidad repito historias sobre otras personas que algunos me cuentan. ¡Con que facilidad, empero, me enojo cuando alguien hace un juicio sobre mi! No solo que me enojo, sino que desprestigio a esa persona, pasa a ser mi enemigo.

Juzgo... pero tu no me juzgas... me invitas al arrepentimiento.

Condeno... pero Tú no me condenas... mueres por mí en la cruz.

Mueres por mi en la cruz y me dices... ¡vive en paz!

Me cuesta vivir en paz, Señor...vivir en paz en vivir perdonando y vivir sintiéndose perdonado. Me cuesta perdonar... me cuesta sentirme perdonado.

Me cuesta aceptar tu perdón... me cuesta aceptar tu paz.

Quizá sea porque mi vida está llena de rencores, de odios, de miedos...de amores nunca recibidos... y no puedo entregarte todo eso a Ti...

Soy como Tomás, Señor...

¿Cómo es posible que tú hayas perdonado a Pedro, después de que te negó en la cruz tres veces? Justo él, que era el más fanático de todos... y te negó ¿y encima justo a él le pediste que cuidara tus ovejas?

¿Cómo es posible que hayas dicho, "Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen", justo cuando te estaban clavando en la cruz?

En vez de vengarte de ellos y mandarlos al infierno, o destruirlos como tantas veces me pasa que quiero destruir a quien me hace daño.

¿Cómo pudiste dejar de condenar a la mujer adúltera con su gran pecado? Cuando en la iglesia me enseñaron que tengo que aparentar ser perfecto y no tener ningún error y aunque lo tenga, fingir que en mi vida esta todo bien...

¿Cómo es posible... que gracias a la cruz, símbolo de la muerte, pueda estar perdonados y tener una nueva vida?

Me cuesta aceptar tu perdón, Señor, me cuesta aceptar tu paz.

Señor, ¡No quiero ser perdonado! ¡No quiero estar en paz!

No... Porque eso implicaría hacer lo mismo que Tú hiciste... perdonar, infundir paz en los corazones de los demás... hacer que otros se sientan en paz consigo mismo...

Prefiero vivir con las pesadas piedras de mi tumba... donde hay oscuridad... tinieblas... muerte...

Y para defenderme de ese capricho de no perdonar... justifico mi accionar con esa lista larga de defectos que encuentro en cada uno de los demás... y que ya los perdoné como 70 veces 7 y aún así siguen haciendo lo mismo... ¿cómo puedo perdonarlos? ¿Y tú te atreviste a llamarlos "hermanos", "amigos"..."prójimo".

A mi me cuesta llamarlos como Tú... es mas, a muchos muchas veces prefiero ni llamarlos... ni recordarlos.

Encuentro en ellos defectos que son muchísimo más pequeños que los de Pedro, que los de quienes te mataron en la cruz, que los de la mujer adúltera... que los míos. Y sin embargo... no los puedo perdonar.

Y me siento feliz cuando me veo menos malo que los demás... quizá yo tenga que cambiar de espejo, y usar el espejo del amor, de la fe...

(Pausa larga)

Señor... Tú me envías, así como el Padre te envió a Ti...

¿A qué me envías, Señor?

¿A condenar?

¿A juzgar?

¿A perdonar?

¿A recibir tu paz y transmitirla a los demás? ¿Qué paz, Señor?

(pausa)

Señor... Tú me envías al mundo, a transmitir lo que he recibido de Ti...

De ti no he recibido críticas... reproches... malas acciones...

¡Todo lo contrario!

¿Por qué, entonces, Señor, transmito otra cosa que lo que tú me enseñaste?

Soy como Tomás... Si no te veo, no te creo....

Si no te siento... no puedo estar en paz

Si no estoy en paz... no puedo perdonar...

Si no perdono... no soy tu enviado, Señor...

 

Ayúdame a sentir tu resurrección en mi corazón

Ayúdame a sentir tu resurrección en mi vida....

Ayúdame a tener más fe Señor, en que por el amor que tú me tienes, y con tu ayuda, puedo quitar la dura piedra de mi corazón y resucitar a una nueva vida...

 

Una vida en la que pueda estar en paz....

Una vida en la que pueda perdonar...

Una vida en la que pueda creer y sentir sin necesidad de meter el dedo en la llaga...

Una vida en la que pueda ser sal y ser luz en este mundo...

Una vida en la que tú, Señor me llenas con tu Espíritu Santo, y me das tu paz.

 

Ayúdame Señor a reconocer que necesito de ti...

Amén.



Pastor Pablo Munter
Santa Fe,Argentina
E-Mail: munterpablo@hotmail.com 

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