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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

6. Domingo después de Pentecostés, 08.07.2012

Sermón sobre Marcos 6:1-13, por Salvador Arce Guerra


Jesús les decía: A un profeta solo lo desprecian en su tierra, entre sus parientes y en su casa.
Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo sanar algunos enfermos a quienes impuso las manos. Y se asombraba de su incredulidad. Después recorría los pueblos vecinos enseñando. Llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos.
(Mc. 6:4-7)


En el texto del Evangelio que meditamos este domingo, se nos presentan dos historias parecidas, por un lado la visita de Jesús a su pueblo natal, y por otro el envío de los doce a ser sus testigos. Las dos historias giran en torno a la aceptación o rechazo de Cristo o sus representantes.

En este caso podríamos centrar nuestra reflexión en torno a la aceptación vs rechazo del Maestro y de sus discípulos enviados a su tierra.

Es curioso que, como ocurrió en la misma sinagoga de Nazaret en tiempos de Jesús, y como les ocurrió a su vez a sus discípulos, varias veces, y aún hoy, a tres milenios de cristianismo, cuando uno de nuestro entorno, vecino, familiar, etc., se nos acerca con intenciones de poner en común algún testimonio de sabiduría que la vida le haya aportado, no podamos evitar cuestionar los posibles medios a través de los cuales esta persona llegó a semejante conclusión o conocimiento. Si se trata de un mensaje espiritual, o se nos intenta hacer alguna sugerencia o dársenos algún consejo que vaya más allá de los parámetros de nuestra confesión de fe, dogma, o doctrina, o que cuestione nuestra ideología o concepción de la vida, modo de pensar, etc., algunas veces nos desequilibra, a algunas personas les lleva a sentirse cuestionadas y en ciertos grupos humanos hasta produce rechazo lo que pueda cuestionar posibles hábitos adquiridos. A veces llegamos a establecer, posibles comparaciones, muchas de ellas excluyentes, imprecisas y fuera de contexto. Ejemplos concretos los hallamos al subestimar talentos o los dones adquiridos por alguien cercano a nosotros, o de una persona de medio o bajo nivel cultural, o cuando condicionamos el trato humano en razón de regionalismos, o clasificamos a ciertas personas de una raza diferente a la nuestra , dando acogida solo a quienes nos resulten "novedoso/as", o venido/as de "fuera" llegando hasta subestimar o discriminar a los nuestros, de nuestro entorno, muchas veces proyectando una falta de aceptación de nosotros mismos o carencia de madurez para liberarnos de apegos a conceptos o dogmatismos enfermos y manipulados por la soberbia humana, en estos tiempos, provocado por una cultura que manipula y valora utilitaristamente a las personas y que juzga por apariencias o imágenes, parte de la cultura globalizante que nos rodea.

Todo esto lo podemos proyectar, por ende, en nuestro camino espiritual, pues a veces nos cuesta separar la fe de la razón, y podemos bloquear así la acción de la gracia de Dios en nosotros, y, tomando palabras de san Pablo, echar en saco roto la gracia de Dios, es decir, poner la mente donde solo la fe del corazón, la fe ciega en este caso, puede actuar, y sustraer tal vez el encanto a posibles momentos en los que Dios puede hacer con nosotros interesantes obras, si no milagros en nuestras vidas.

Volviendo al texto, es interesante como, Jesús, a pesar de la incredulidad de muchos de su pueblo, no deja de predicar y de recorrer los alrededores sanando enfermos, enseñando, y hasta envía a sus discípulos como testigos suyos, de dos en dos, a continuar su obra profética, a establecer la justicia social y construir el Reino de Dios lo que hoy llamamos el pueblo de Dios, representado en la comunidad solidaria y atenta a las necesidades de cada persona.

La historia nos ha dejado interesantes testigos proféticos y mártires de la fe, que aún a riesgo de su propia vida, han seguido anunciando el Reino de Dios y la justicia social entre los más necesitados y vulnerables de la sociedad. Entre tantos tenemos, en nuestro tiempo, testigos del evangelio, rompiendo barreras clasistas explotadoras, en Latinoamérica, como mons. Romero. Podemos nombrar a su vez otros grandes que desafiaron la discriminación racial, en Norteamérica, el pastor Martin Luther King, y en Sudáfrica, Nelson Mandela. Y una de las santas mujeres de nuestro tiempo, la madre Teresa de Calcuta, que supo ver el rostro de Cristo en cada pobre, enfermo, sufrido de la calle, que acogió y a quienes devolvió la sonrisa a su rostro y proporcionando un hogar cálido, alimento, medicina, y descanso en Dios a moribundos de la India y gran parte del mundo.

A cada uno de nosotros nos tocaría sensibilizarnos con las personas de nuestro entorno que necesitan de nosotros. No debemos despreciar ni a "los nuestros" ni a los que vengan "de fuera". Porque todos somos importantes los unos para los otros, y nadie tiene otro deber que ser feliz y transmitir felicidad a todo su entorno a través del amor.

Concluyo con una frase de la madre Teresa de Calcuta que resume esta idea: No debemos permitir que alguien se aleje de nuestra presencia sin sentirse mejor y más feliz.


Que Dios despierte en nosotros la sensibilidad para ser testigos de su amor para con todos donde quiera que estemos, y que no olvidemos trabajar en común por una humanidad más solidaria que priorice la atención al más necesitado y vulnerable de la sociedad.

Amén.

 



Salvador Arce Guerra
El Escorial, España
E-Mail: salvadorarceguerra@ gmail.com

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