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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

6. Domingo después de Pentecostés, 08.07.2012

Sermón sobre Marcos 6:1-13, por Rodolfo Reinich

 

Hermanos, hermanas,

Una canción dice que "Si se cae el amor todo alrededor se cae", reafirmando mi convicción de que todo en el mundo gira alrededor de la búsqueda, la lucha por ser aceptado, reconocido, valorado, querido. El amor produce y sostiene la vida, mientras que su ausencia agobia, enferma e incluso mata.

Sobre esto habla Dios, pero no lo hace directamente sino a través de mujeres y hombres que vivieron una experiencia especial de Su presencia en el mundo y de sus exigencias soberanas. Frente a la Palabra de Dios cada uno debe tomar una posición personal, optar.

Pero, nos cuesta aceptar un mensaje que nos cuestiona y nos desafía a cambiar nuestros gustos, comodidades, costumbres e ideas fijas y buscamos miles de pretextos para dificultarle la vida e incluso rechazar al mensajero. Más aún muchos cristianos en forma semejante a otros tantos políticos suelen levantar frente al enviado auténtico a otro enviado que proclama y testimonia todo lo contrario, diciendo tener la misma autoridad, pero anunciando su propia palabra como de Dios, aunque sea en beneficio propio y sin poner en duda la manera de vivir y de actuar cuestionables a la luz de la Palabra bíblica de Dios.

Con el objetivo de aportar un ejemplo concreto de nuestra realidad de vida y de fe relacionado con la necesidad de que el Profeta, el Mesías, el Apóstol, el Pastor sea recibido, valorado y acompañado en su Ministerio Pastoral he solicitado el testimonio personal al Pastor Jorge Weishein de nuestra Congregación Evangélica Alemana en Buenos Aires (CEABA), en Villa Ballester, a la cual pertenezco como miembro. Jorge ha escrito su testimonio en forma de biografía y si bien es un poco extenso espero que cada uno sepa cómo manejarse con este texto en su propia realidad congregacional.

"Crecer en la fe - Un repaso por los procesos más significativos de conversión y transformación personal

Nací el 04 de Marzo de 1973, a las tres de la tarde, en el hospital Público de Bovril, un pueblo en el centro norte de la Provincia de Entre Ríos. Me crié en el campo, en la colonia Alcaracito III, y esto significa que aprendí a ver la realidad al ritmo de las estaciones y los tiempos de la naturaleza, en un ambiente casi mágico donde la reproducción de la vida está envuelta de una lógica llena de asombro y misterio. Las conductas de las hormigas, las aves, los animales de la granja, incluso el estado de las plantas, árboles y la tierra misma, anunciaban acontecimientos meteorológicos. Esta situación generó una relación muy fuerte con los animales y las plantas, más allá de la responsabilidad de cuidar y administrar todo esto con sentido común, es decir, basado en la sobrevivencia. El sol, la tierra, el agua, el viento se convierten en fuentes de saber que pronostican y señalan acontecimientos junto a la luna y las estrellas. Las actitudes de los animales y el estado de las plantas y árboles indican condiciones que alertan sobre el devenir del tiempo. En este contexto Dios participa de todo este misterio integrado naturalmente como un actor preponderante que supera toda razón y comprensión. A unos cien metros de la casa de mis abuelos, en la que vivimos unos años con mis padres, funcionaba la primera escuela de la colonia, donde los hijos de los colonos adquirían conocimientos básicos en idioma alemán, hasta la inauguración de la escuela pública. Luego, esa casilla de madera y chapa funcionó como templo y fue lugar de reunión y predicación de la parroquia de Bovril, de la Congregación Evangélica Alemana con sede en la localidad de Viale.

La asistencia a la escuela rural comienza a darle una razonabilidad a los acontecimientos e integra prácticas artesanales y metáforas de la vida cotidiana a los contenidos escolares. La escuela quedaba a unas dos leguas de la casa, en Sir Leonard, una comuna de pocas familias que se ubicaron alrededor de un apostadero donde paraba el tren que unía Paraná con Concordia. Cada mañana los estudiantes nos encontrábamos de a caballo camino a la escuela. La socialización primaria y el descubrimiento de diferentes formas de expresarse y entender los hechos y la realidad van generando las primeras dudas, preguntas, que inquietan en medio de lo que parecía claro y seguro. La asistencia a los cultos reforzaba la confianza y la organización familiar en torno a la idea de un Dios absoluto que todo lo contempla y ordena.

Al poco tiempo continúo la escuela primaria en la escuela n° 15 Santa María de Oro. Mis padres trabajaban en Bovril y se mudan a una cuadra del aserradero donde mi padre trabajaba como peón en la carpintería. Años más tarde nos mudamos a Osvaldo Magnasco, un pueblo cerca de Concordia, y al año volvemos nuevamente a Bovril. La convivencia durante mi infancia junto a mis abuelos, y el pasar gran parte de los fines de semana y las vacaciones junto a ellos, me instruye en tareas básicas para la sobrevivencia en el campo, desde la atención de los animales hasta el trazado de alambrados y la construcción de herramientas necesarias para el trabajo. La relación cercana con la abuela Catarina me permitió conocer sus secretos de cocina y sus principios religiosos y morales, los cuales siempre eran motivo de conversación a la par de amasar el pan o revolver la olla sobre la cocina a leña. La televisión a batería traía imágenes e ideas muchas veces extrañas. Esta sensación de extrañeza también la percibíamos ante las actitudes de los parientes que venían cada tanto de visita de Buenos Aires. Estas actitudes lindaban entre lo asombroso y lo ofensivo, sin que nunca quede claro el límite entre una cosa y la otra. Las diferencias culturales eran evidentes. Nunca nada parecía suficiente para satisfacer sus expectativas.

La vida en el pueblo como niño ya grande, sin tener amigos, resulta muchas veces cruel. Los esfuerzos de integración van a implicar perder a las bolitas, ser golpeado si no accedía a las imposiciones de los niños más grandes, ser burlado por el equipo de fútbol si el rendimiento en el potrero no era el esperado. La vida familiar no era sencilla ya que al ser el hijo mayor debía ayudar en las tareas de la casa y atender a mis hermanos en las horas en que mi madre trabajaba. En muchas oportunidades voy a tener la sensación de no encajar en ese mundo violento que se hacía a los golpes, a las patadas, a las trompadas, y que generaba permanentes decepciones y preguntas. A esto se suman algunas dificultades con el idioma que van a hacer un poco difícil la expresión verbal y escrita, además de manos más acostumbradas a una pala y un hacha que a un lápiz o un bolígrafo. En esos años me expresaba, aunque muy tímidamente, con un vocabulario básico en dialecto alemán que en el pueblo ya no voy a escucharlo tan a menudo porque mis padres, a diferencia de mis abuelos, ya se comunican en castellano. La familia estaba organizada en torno al ingreso económico de papá, los almacenes que nos fiaban y a los que se les pagaba a medida que se iba cobrando. No recuerdo en toda mi infancia haber visto alguna vez un monto significativo de dinero, más allá del necesario, extraordinariamente, y a modo de adelanto. Jamás tuve dinero para salir con amigos y si necesite dinero debí trabajar.

La iglesia va a ocupar siempre un rol ordenador y disciplinador totalmente naturalizado, sea a través de la función del pastor o del discurso de mis padres. La asistencia a la iglesia va a reforzar aspectos patriarcales y afectivos, generando un grupo de pertenencia y una ilusión de cambio que habría de ocurrir de forma misteriosa por la mano de Dios. La cuestión era ser bueno, es decir, obediente, y confiar que habrá de llegar el día y la hora en que Dios habría de abrir una puerta a una nueva realidad. Si la vida era un misterio, la historia y el mundo lo eran aún más. La vida religiosa se constituía básicamente de comportamientos morales individuales. La historia no era mucho más que algunas fechas patrias con actos alusivos y misas en la catedral del pueblo, aún a pesar de concurrir a una escuela pública y ser evangélico. La escuela, la iglesia, la comisaría y el hotel estaban alrededor de la plaza central del pueblo. Los fines de semana la salida de gran parte del pueblo consistía en ir a dar una vuelta a la plaza, al centro.

Hacer la confirmación en la iglesia va a ser un momento importante en el que voy a lograr una profundización de contenidos religiosos y una apertura a una nueva etapa con amistades y vínculos con jóvenes de diferentes lugares de la provincia. La integración de una comisión juvenil a nivel regional va a abrirme los ojos en diferentes aspectos propios de mi vida adolescente, tanto información básica sobre educación sexual como temáticas sociales novedosas. Afectos, amores y relaciones sociales van a generar poco a poco un nuevo escenario para pensarme como persona con nuevas informaciones y una visión cada vez más amplia de la realidad lo cual, otra vez, me va a dar en más de una oportunidad la sensación de estar desubicado en muchos espacios entre compañeros del barrio o la escuela. Las diferencias ideológicas aparecían en los chistes, las gastadas, las actitudes y los criterios con que se relacionaban unos con otros. En estos años comienzan mis primeros conocimientos bíblicos y mis primeros descubrimientos, tanto en los encuentros juveniles de la iglesia como gracias a un curso a distancia con el cual obtengo obsequiada mi primera Biblia: una Reina Valera 1960.

En el colegio secundario poco a poco iré corrigiendo la caligrafía y el rendimiento escolar hasta lograr un buen nivel, pero sin ser nunca un abanderado. Jamás logré tener un buen rendimiento deportivo ni gimnástico, lo cual hacía ardua la integración en el grupo de varones, que se destacaban en su coordinación, su fuerza y su velocidad físicas. Cantar en el coro de la escuela y participar de un programa de radio con algunos compañeros años más tarde, además de un programa informativo propio, hará que esa integración sea un poco más llevadera. Durante todo el tiempo que dura la escuela y el colegio la abanderada fue la hija de la rectora del colegio y un par de amigas, hijas de maestras y algún que otro pibe con un poco de facilidad de estudio, hacían de escoltas. En el pueblo había un orden natural en el que algunas familias con algunos apellidos determinaban en gran parte las condiciones y las posibilidades de todas las demás familias del pueblo, sobre todo comerciantes ligados a la producción rural, dado que el pueblo abastecía a una gran variedad de colonias a su alrededor. Estas colonias, entre aquella en la que yo me crié, estaban conformadas étnicamente, entre alemanes o judíos, y religiosamente, entre católicos o protestantes. Estas distinciones solían aparecer en los diálogos entre los adultos con bastante frecuencia.

El amor aparece en mi vida sin respetar estas distinciones étnicas, culturales ni de clase, pero no por ello dejarán de estar presentes a modo de conflicto familiar y personal. Las diferencias de clase y religiosas serán motivo de enormes decepciones y sufrimientos. El trabajar a la par de mi padre en diferentes ocasiones para arrimar unos pesos a casa me va a ir adentrando en la enorme conflictividad social en la que se sostenía el pueblo: la explotación ilimitada de los trabajadores con absoluta impunidad. Los trabajadores habrán de refugiarse en su único espacio de socialización y recreación: el bar, ese lugar ondeado de nebulosas gris tabaco y de un olor ácido y penetrante en el que los gritos y las risas se entrecruzaban con retrucos vigorosos y puteadas envalentonadas. En los estantes se veía el vino en damajuana, el whisky y la ginebra y en el mostrador algún frasco de caramelos junto a un par de naipes ajado y grasiento. Las mujeres en sus casas con sus hijos sólo rogaban que sus maridos no lleguen ni demasiado tarde ni demasiado borrachos, con la esperanza de poder comer juntos en paz y sin violencia.

Empezar a estudiar teología era un sueño hecho realidad. El pastor era una figura pública del pueblo, una personalidad menor, pero respetada. Su trabajo y sus palabras son valoradas por gran parte de las familias de la iglesia y del pueblo. El pastor solía tener algún programa de radio, era invitado excepcionalmente a compartir el palco en algún acto público y era un referente para diferentes personas del pueblo. El pastor siempre se permitía una visión alternativa a la dominante. Su tarea generaba una mezcla de incomodidad y consuelo, sobre todo cuando los hombres y mujeres se quebraban bajo de cada uno de sus yugos patriarcales y patronales. Sin embargo, los sermones, si hablaban de amor nunca se sabía si se referían al amor que cada uno sufría y anhelaba; y si hablaban de injusticia uno nunca sabía exactamente a qué se refería, pero ante estas realidades siempre se abría el horizonte de una intervención de Dios que habría de transformar la realidad: el reino de Dios.

Llegar a la facultad de teología en la capital del país y encontrarme con una ciudad enorme, en medio de un ritmo de vida acelerado y violento, desconsiderado e irrespetuoso por la vida, todo orientado al beneficio individual, será una enorme decepción y angustia. Tenía 17 años y cumpliría poco después los 18, el primer día de clase en la facultad de teología en el año 1991. Recuerdo que el profesor entró al aula, éramos unos cuarenta, nos saludó, se sentó, y dijo en un tono italiano opacado por el tabaco: "El hebreo es un idioma semita". Tomé nota porque pensé que sería importante, pero no tenía ni la más remota idea de qué era lo que estaba escribiendo. Esta experiencia se va a repetir en varios cursos durante los primeros años. Mis conocimientos eran apenas básicos, mi falta de capacidad y hábito de lectura hacían difícil la compresión de textos, además de las horas de trabajo cada día y la atención de las necesidades propias. En lo personal, y para muchos trabajadores informales, los años noventa de por si fueron duros, con enorme desempleo y economía dolarizada, con costos de vida muy altos, pero que admitió un amplio consumo a muchas personas de sectores medios y altos. A la par del estudio de teología fui jardinero y empleado en maestranza, primero en la facultad misma y luego en la primera parroquia de la iglesia en Buenos Aires, en Esmeralda y Diagonal Norte; tiempo después también fui vendedor ambulante de seguros médicos. Encontrar un trabajo era sumamente difícil y lograr que los horarios coincidan para poder llegar a la facultad me fue imposible. Yo había venido a Buenos Aires a estudiar y no iba a dejar de hacerlo, aunque el costo sea tener que vivir con menos de lo necesario.

A los tres años de fracasar en el estudio de teología acepto la propuesta de ir a hacer un "año de observación" a Paraguay a fin de definir mi vocación o despedirme del estudio de teología. Vivencias en aldeas de campesinos muy humildes compartiendo sus vidas día a día, reencontrarme con el valor organizador de lo religioso para la vida de tanta gente y el esfuerzo de tantas personas para sostener ese mensaje evangélico van a reforzar en mí nuevamente la idea de ser pastor. La pérdida de mi abuela, con quien aprendiera mis primeras oraciones, canciones y versos bíblicos leyendo su Biblia en alemán gótico a la sombra de los paraísos, a la hora de la siesta, será un motivo más para afianzarme en esta vocación. Volveré a la lucha mientras me desempeño como educador en un programa de la iglesia en un asentamiento entre San Miguel y Moreno, (Gran Buenos Aires) donde realizaba apoyo escolar y colaboraba en la organización barrial. La iglesia aportaba un poco de dinero para el sostén durante la carrera. Si bien, alguna vez, ese monto de dinero correspondía a un proyecto de formación teológica y era una beca que contemplaba diferentes aspectos de la vida cotidiana estudiantil, ya en los noventa nunca fue tal cosa.

El 14 de febrero de 1998 contraemos matrimonio con Marina Rodríguez, una morocha hermosa, católica, hija de un ex empleado estatal, devenido vendedor ambulante y estudiante de un profesorado de geografía, tras fuertes luchas sindicales y una empleada administrativa, que lograron comprar un departamento en el barrio Don Orione, en el sur de Buenos Aires, luego de haber alquilado varios años en Capital Federal. Empezamos a salir después de vernos en un cumpleaños y salir a bailar juntos a un boliche brasilero en la zona de Congreso. En su familia voy a encontrar tanto reparos ante el discurso religioso, como una fuerte inscripción política partidaria que animará los debates durante la mesa en las reuniones familiares, valorando críticamente la militancia política popular. Marina trabajaba como empleada pública mientras cursaba el profesorado de educación física. En esta nueva situación será necesario aportar unos pesos a la casa haciendo changas como cartero y portero, a la par que participaba activamente en la organización estudiantil, tanto de la iglesia como de la facultad. El neoliberalismo se instala en la iglesia y en la facultad, agresivamente, con cambios en el plantel docente y nuevos programas que relegan el pensamiento crítico y la teología de la liberación para afianzar una lectura subjetiva, afectivo emocional, y un paradigma de pensamiento posmoderno de corte pragmático conservador. Serán tiempos de lucha, a la vez que de enorme riqueza y aprendizaje gracias al proceso de debate y al conflicto político que me permite formarme críticamente y afianzarme en una cosmovisión ideológica cada vez más radicalizada. En esto años me inicio en el mundo de la computación.

Esa gran ruptura ideológica, cosmovisional y existencial que implica el estudio universitario, y de teología en particular, muestra claramente que no es posible ejercer ninguna profesión, menos aún el pastorado, sin poner todo el cuerpo. Se es pastor con todo lo que uno es, vive y hace porque el anuncio del evangelio, más allá del lenguaje y las formas, siempre es testimonial. Uno dirá después que no hay tierra prometida por conquistar sin desierto ni traspaso del Jordán. Descubrir un mundo que se nombra distinto con otro lenguaje, una tarea que se construye al calor de la experiencia y las opciones teológicas, un mensaje que se elabora en conflicto permanente con los prejuicios propios y las injusticias de la realidad de cada día, una Biblia que es La herramienta de trabajo por excelencia y que por medio de la fe habla, gracias y a pesar de tanta hermenéutica y exegesis -necesariamente, me va a cambiar la vida para siempre. A la par de esto desarrollo una gran afición por la lectura, el canto, la música -sobre todo por la guitarra, la escritura y la poesía.

El barrio en el que realizaba mis prácticas mientras fui estudiante y su gente, con sus dolores en carne viva, la precariedad y la vulnerabilidad en la que vivían, agudizarán una lectura de la Biblia en la cual ese dolor va a encontrarse en una misma frecuencia con tantos otros dolores milenarios que produjeron oraciones, poemas, cuentos, canciones, narraciones, testimonios que brillan como diamantes en medio de tanto sufrimiento. Descubrir la belleza en esas palabras leídas, anunciadas y compartidas en reflexión junto a la gente del barrio será una experiencia no sólo artística y estética sino sobre todo existencial y religiosa, tremendamente profunda. Esto habrá de incrustar lentes en mis ojos de las cuales no podré volver a deshacerme nunca más. Este proceso de descubrir la belleza y la riqueza de la palabra de Dios debajo de una montaña de prejuicios, injusticias, tradiciones y naturalizaciones resulta fundamental en el camino al ministerio pastoral, tanto como la apertura a la conversión permanente de la mano con la palabra de Dios. La tesis de licenciatura se convierte en oportunidad de sistematizar y problematizar corrientes de pensamiento, ideas del mundo y de la iglesia, hechos que determinan la historia de la práctica teológica en América Latina en el campo ecuménico, una búsqueda de mayor fidelidad en el testimonio del evangelio de Jesucristo. No faltarán los obstáculos y las dificultades institucionales previas a un 2001 que ya se expresaba en diferentes espacios de la sociedad, también en la iglesia, tras años de flexibilización y reorientación ideológica con un costo enorme para el plantel docente y sus estudiantes, muchos de los cuales debieron desarrollar nuevos proyectos de vida. Muchas vocaciones y capacidades quedaron a medio camino. Aun así, el estudio de teología en ISEDET (Instituto Superior de Estudios Teológicos; adscripto a la Universidad de Buenos Aires) me va a aportar herramientas claves para el armado del ministerio pastoral en el marco de la IERP (Iglesia Evangélica del Río de la Plata).

A la par de todo esto se revela una institución con diferentes marcas, marcas que vienen de su historia reciente y su pasado poco conocido, de su origen centenario y sus tradiciones tan caras para la piedad de tanta gente. Esta iglesia no será siempre la ideal, muchas veces será la otra, la negada, la desconocida, la perversa, la que en la persona de diferentes funcionarios que hablarán en nombre de ella, tomará decisiones muchas veces -a todas luces injustas, en perjuicio de los más débiles. La militancia social y el compromiso evangélico muchas veces van a contrastar con diferentes mecanismos autoritarios y una enorme desidia institucional. Esa iglesia era para la que me estaba formando como pastor, para trabajar en ella y con ella. Nuevamente será el evangelio y la comunidad las que me permitirán superar estos escollos, junto a esas personas simples y creyentes que se ponen a disposición de Dios con total integridad y entereza. Gracias a esa fe compartida habré de volver a fijar la mirada en lo verdaderamente importante: el testimonio de la resurrección en Jesucristo a una vida nueva a través de la fe, a pesar de la iglesia y aún contra la iglesia -que somos todos, la cual también será transformada en este proceso. Serán años en los que voy a descubrir la necesidad de un soporte psicológico y la convicción profunda de la necesidad de un cambio en nuestro país y en el mundo para que esa vida amenazada y transgredida adquiriera valoración y sentido. En este sentido compartiremos largas veladas con compañeros y amigos charlando sobre política, economía, cultura y sociedad, aprendiendo a encontrar en el diario una herramienta clave para la reflexión cotidiana. La convicción de que la iglesia está hecha de personas comunes y corrientes y que están atravesadas por las dinámicas sociales y culturales dominantes me será de gran ayuda a la hora de tratar de comprender tantas decisiones eclesiales, inicialmente, incomprensibles.

La vida familiar quedará muchas veces relegada, siendo esto muchas veces un anti-testimonio en medio de una dinámica de trabajo absorbente y exigente, flexibilizada y ajustada a una lógica tantas veces empresarial, que generará sendas decepciones y conflictos. En la primera comunidad a la que seré destinado, en Misiones, en un ámbito rural, me voy a confrontar con modelos de autoridad verticales y patriarcales, tradiciones rígidas, aspectos culturales nuevos como un dialecto portugués mezclado con alemán y castellano, además de formas de organización familiar que se reproducían en la iglesia, donde gran parte de la autoridad era detentada entre los varones más adultos, mujeres que eran objeto de abusos de todo tipo y una explotación sin precedentes. Involucrarme en la vida diaria de los campesinos me va a llevar a conocer la dinámica perversa de las tabacaleras, las complicidades del sindicato de productores y el estado, mientras las familias sufrían permanentemente problemas graves de salud. El nacimiento de nuestro hijo será una alegría enorme que me va a transformar la vida, en muchos sentidos. Francisco nace con una enfermedad incurable que nos va a llevar a tener que mudarnos a Buenos Aires, ya que la atención sanitaria en esa zona va a dejar mucho que desear, tanto en el pueblo como en la ciudad más cercana, Oberá, donde él había nacido. En Buenos Aires, tras un par de meses internados en el hospital para agudos Garrahan vamos a ser aceptados por la comunidad evangélica de Villa Ballester, donde voy a trabajar como pastor. La experiencia con nuestro hijo nos va a llevar a participar de un grupo de padres con el que vamos a fundar una asociación de ayuda a pacientes con inmunodeficiencias primarias que va a ser un soporte en diferentes momentos para distintas familias que van a encontrarse con esta realidad.

Luego de cinco años de desempeñarme en el ámbito rural trabajando mano a mano con la gente compartiendo su vida diaria, sus luchas e ilusiones, llegar a la ciudad será un nuevo choque cultural. El pastor es apenas un empleado, sujeto a una enorme presión institucional, casi sin capacidad de decisión y que participa en la organización comunitaria con opiniones prácticamente sin mayor incidencia. La rutina de trabajo será intensa y excesiva con una gran carga de disciplina propia que hará de esta experiencia algo muy significativo, pero con un costo enorme para salud física y psíquica, tanto propia como de mi familia. En muchos aspectos la comunidad es tradicional pero la apertura social irá incorporando nuevos horizontes y conceptos que van a permitirle transformar sus espacios de trabajo y revisar sus conceptos, gracias al campo ecuménico y el involucramiento en las temáticas barriales. Serán años de análisis y búsqueda de comprensión de la realidad social en la que la iglesia, y también yo mismo como pastor, trato de insertarme con un mensaje evangélico pertinente y convocante. En esta búsqueda voy a acercarme a la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo para tomar varias cátedras de la carrera de trabajo social. Esta apertura ideológica será clave para la consideración del trabajo barrial y el involucramiento parroquial con diferentes organizaciones sociales y aún el propio municipio en problemáticas cotidianas de los vecinos.

La dificultad de compatibilizar los aspectos afectivos primarios del núcleo familiar con el exceso de trabajo y el cansancio, tanto en mi infancia como en mi propia vida adulta con mi familia, resulta un enorme obstáculo para el desarrollo pleno de mi persona, también en mi función como ministro. Esto, en el marco de una enorme presión institucional, se convierte en una bomba de tiempo. Muchas veces estaré acosado por la pregunta sobre el sentido de semejante esfuerzo cuando todo el trabajo de acompañamiento a tantas personas en las más diferentes situaciones sociales, en muchos casos, apenas era admitido como significativo y pertinente a la tarea pastoral. Esto estará presente en gran parte de los mensajes donde se expresa el amor de Dios y su misericordia por los más débiles - habiendo sido increpado incluso en alguna oportunidad como comunista -, sin embargo, en esas palabras estará notoriamente ausente el afecto por los más íntimos y más cercanos, incluso en sus metáforas y anécdotas. Resulta extraña esta tensión que se vive como pastor al haber miembros de la propia comunidad que se sienten avergonzados por el posicionamiento ideológico del pastor de su parroquia y la constatación fehaciente de alegría por parte de otras personas ante tantos mensajes, sea desde el púlpito o la radio, y se acercan solemnemente a saludar al pastor, incluso con admiración.

La disciplina de trabajo, los reglamentos y estatutos, las normas y los usos y costumbres ordenan y encasillan un modo de trabajo muchas veces violento y perverso que afecta sobre todo al círculo familiar de la persona del ministro, la cual generalmente está ausente en las contemplaciones institucionales aunque sea puesta a consideración, extraordinariamente, en las instancias de decisión, en casos de vulnerabilidad o gravedad de alguno de sus integrantes. Es notoria la falta de seguimiento de la vida familiar de los ministros en el marco de trabajo comunitario, tantas veces, tan exigente para todo el núcleo familiar. Ni qué decir cuando entre ellos uno es un enfermo crónico con una enorme demanda de tiempo tanto para su tratamiento médico como para su sostén afectivo en su debilidad. En este sentido, nuestro hijo me ha sido de enorme valor para ayudarme a ubicar por dónde pasa lo realmente bueno, útil y necesario en la vida de una persona.

En este contexto laboral de permanente exigencia de resultados, planificaciones, indicadores y crecimiento numérico he tratado de conservar la función pastoral y evangélica de consuelo y amonestación, de anuncio del amor de Dios y llamado al cambio social y personal. En un contexto capitalista neoliberal de teología pluralista New Age no resulta una tarea sencilla ubicar una palabra evangélica con alcance histórico crítico, pero en ello radica el desafío y la oportunidad. Aún a pesar de tantas limitaciones ideológicas desarrollo el ministerio pastoral con una enorme dosis de confianza en el proceso de crecimiento en la fe en comunidad, junto a la familia, gracias a la palabra compartida, y en la esperanza de que Dios revele en medio de la historia nuevas oportunidades de transformación social y humana, de la mano con nuestro testimonio de fe. A esta confianza están sujetas gran parte de nuestras expectativas y nuestros sueños."

 

Dios elige casi siempre a alguien que se siente muy poca cosa, pero que a pesar de ello lo envía porque ha querido elegir lo humilde de este mundo como Profeta - más tarde también al Apóstol Pablo - para que vaya al Pueblo de Israel y le transmita la Palabra de Dios exigiendo obediencia a la misma. Pero, él también ya sabía que iban a reaccionar violentamente porque "son rebeldes". Sin embargo el Profeta no debía tener miedo porque llevaba la Palabra de Dios fortalecida por su Espíritu Santo (Ezequiel 2, 1-9).

 

En la actualidad en nuestro ámbito predicadores que, frente a las cámaras de TV ó estadios llenos de gente, se sienten tan importantes como si fuesen dueños del Espíritu Santo y como si Dios necesitara imprescindiblemente de ellos. También están aquellos que humildemente reconocen ser instrumentos de Dios para acercar a mucha gente un profundo mensaje de consuelo, sanidad y esperanza (Ej. El Padre Ignacio de la Comunidad católica en la ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe).

 

Como Ezequiel Jesús también fue enviado por el Padre. Pero, aún reconociendo su sabiduría y algunos milagros realizados, lo rechazaron como Mesías por su origen; el entorno cierra su fe; se escandalizan y niegan su autoridad. (S. Marcos 6, 1-6).

En nuestras comunidades evangélica de fe hay gente que conoce a fondo la Biblia, la manera de Vivir y las enseñanzas de Jesús, pero las consideran utópicas en este mundo globalizado, prefiriendo ser muy prudentes en sus reconocimientos públicos. Muchas veces me pregunto qué pasaría si Jesús mismo predicara en uno de nuestros Cultos dominicales y nos dijera cosas que no nos gustan porque cuestionan nuestra manera de vivir y nuestra forma de actuar éticamente frente a nuestros prójimos, por ejemplo utilizando una doble moral en el trabajo, en la explotación de las personas subordinadas en el trabajo; en los negocios y practicando la corrupción política de aprovechamiento de la función pública o del poder en beneficio propio.

 

El Apóstol Pablo se defiende presentando suficientes argumentos para ser considerado fiel seguidor de Jesús en su ministerio misionero y evangelizador. Él recuerda las revelaciones de Dios en su vida diciendo que esa gran experiencia espiritual tiene como contrapartida su propia debilidad, seguramente una enfermedad que siente como una espina en su cuerpo. Es decir que ni siquiera él está libre de tener que cargar su cruz. (Cf. 2.Corintios 12, 7-10). Como él cada uno de nosotros debiera poder descubrir de qué manera Dios se revela siempre de nuevo en nuestras propias vidas.

 

Finalmente quiero terminar citando un párrafo del Pastor Dr. Emilio Castro en su libro: "Las Preguntas de Dios" - Kairós Ediciones - Bs. As, -2004, P. 40-41:

 

"El Predicador está acompañado y sostenido por la comunidad y, al mismo tiempo es servidor de la misma. La comunidad juega un papel fundamental en la aceptación del mensaje evangélico, aunque por la vía negativa, puede ser un obstáculo serio para la comprensión y aceptación del mismo. Cuando la comunidad se encierra en límites étnicos, raciales o sociales y no está abierta a la trascendencia de todas las diferencias que implica el Evangelio de Jesucristo, el predicador puede anunciar la solidaridad de todo el género humano en el plan de Dios, pero difícilmente dicho mensaje será comprensible o aceptable para una sociedad que ve cómo esa afirmación central es negada en la misma vida cristiana de la comunidad local... Hay también una vía positiva. En efecto el rol más importante de la comunidad es, precisamente, el de ser la ilustración viva del Evangelio que se anuncia. "¡Miren como se aman!", se decía de los primeros cristianos. La realidad de la superación de las barreras entre esclavos y libres, entre hombres y mujeres, entre griegos y judíos era un poderoso testimonio que manifestaba que algo completamente radical, completamente nuevo se había producido en Cristo Jesús. La comunidad cristiana tiene la gloriosa responsabilidad de ilustrar en su vida el poder liberador y humanizador del Evangelio." - Amen.

 



Pastor Rodolfo Reinich
Buenos Aires
E-Mail: rodolforeinich@gmail.com

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