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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

24º Domingo después de Pentecostés, 04.11.2018

Sermón sobre Marcos 12:28-34, por Ricardo Becker

El texto del Evangelio de hoy nos trae a la mente uno de los textos más parafraseados y/o conocidos de la Biblia. Es el mandamiento del amor.

El mismo se da mediante un diálogo entre un maestro de la ley y Jesús. Éste se acerca a Jesús, dice el texto, “al ver que Jesús había contestado bien…”. En forma bastante seguida en el Evangelio de Marcos Jesús es interpelado más de una vez:

En Marcos 11:27-33 los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos, se acercan a Jesús y le cuestionan su autoridad; Jesús responde la pregunta con otra pregunta y como no le saben responder, tampoco él responde. En Marcos 12:13-17, buscando algo para poder acusarlo le hacen la pregunta sobre si “es lícito o no pagar los impuestos” a lo que viene la respuesta de “ dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Y en Marcos 12:18-27 algunos Saduceos van al encuentro de Jesús y, con intenciones tendenciosas, le hacen “la pregunta sobre la resurrección”, ya que ellos no creían en la resurrección de los muertos.

Tres encuentros de Jesús con distintos grupos de personas en su entrada a Jerusalém.

Y luego viene el encuentro que tiene Jesús con el maestro de la ley sobre el cual somos invitados a reflexionar en este día:

28 Al ver que Jesús les había contestado bien, uno de los maestros de la ley, que los había oído discutir, se acercó a él y le preguntó:

—¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?

29 Jesús le contestó:

—El primer mandamiento de todos es: “Oye, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. 30 Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.” 31 Pero hay un segundo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” Ningún mandamiento es más importante que éstos.

32 El maestro de la ley le dijo:

—Muy bien, Maestro. Es verdad lo que dices: hay un solo Dios, y no hay otro fuera de él. 33 Y amar a Dios con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios que se queman en el altar.

34 Al ver Jesús que el maestro de la ley había contestado con buen sentido, le dijo:

—No estás lejos del reino de Dios.

Y ya nadie se atrevía a hacerle más preguntas.

 

El Evangelio de Marcos nos relata que el maestro de la ley se acerca a Jesús, “al ver que Jesús había contestado bien…” Posiblemente el maestro de la ley escuchó varios de los diálogos anteriores o al menos el último, el de Jesús con los Saduceos. A diferencia de los encuentros con los grupos anteriores, el encuentro de Jesús con este maestro de la ley parece darse en un aparente tono más “amigable”, porque al menos pareciera que él no viene buscando alguna manera para poder acusar a Jesús ni busca tenderle una trampa.

Me parece interesante resaltar este primer comentario del Evangelista de Marcos, ya que puede hablar de varias cosas. Los Saduceos no creían en la Resurrección de los muertos, mientras que el maestro de la ley sí. ¿Estaba él realmente convencido de la enseñanza de Jesús? ¿O buscaba acercase a Jesús porque lo que Jesús había dicho “entraba bien” dentro de sus parámetros? ¿Viene a hablar con Jesús porque aquello que dijo Jesús y con lo que hizo callar a los Saduceos le venía bien y estaba convencido de que Jesús “pensaba igual que él”?

El maestro de la ley al ver que Jesús había respodnido satisfactoriamente a los Saduceos, le habla sobre la ley, le pregunta, “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos”?, y Jesús comienza la respuesta con una cita del Antiguo testamtento, lo que conocemos como el “oye Israel...” (Deuteronomio 6)

La respuesta de Jesús continúa con una afirmación:

“…el Señor nuestro Dios es el único Señor…” Repetir esto es afirmar que fuera de Dios no hay otro. Que Dios es uno solo y es a él a quien correspodne toda alabanza, gratitud y honra.

Y Jesús sigue con la cita del libro de Deuteronomio 6, “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” agregándo a éste la expresión de amar a Jesús con “con toda la mente”.

Con esto Jesús habla del amor a Dios con todo nuestro ser. No solo “con alguna parte de nuestro ser”, no solo en algunas circunstancias, sino con todo el ser y de la misma manera en todos los momentos. Dios, y nuestro amor hacia él nos es solo un momento de emoción en algún momento de nuestra vida, sino que el amor a Dios debe ser con todo lo que somos (y lo qe tenemos!!!!). A esto podemos agregar también que el amor a Dios no puede quedar solo en la palabra sino que debe verse plasmado en nuestra vida, en nuestras actitudes…

Y seguidamente, citando el texto de Levítco 19:18, Jesús dice que a éste primer mandamiento le sigue un segundo mandamiento: “Ama a tu prójimo como a tí mismo. Ningún mandamiento es más importante que éstos”.

Amor a Dios y amor al prójimo, como a uno mismo.

No nos pueden quedar dudas ni posibilidades de “medias tintas” (es el todo!!) en estos mandamientos, de los que además Jesús dice: “ningún mandamiento es más importante que éstos… en los que se resume todo”.

No hay nada que pueda ser más importante que el amor. No hay nada que pueda ser mejor que el amor.

Este amor no puede quedar solamente en la definición, ni tampoco puede quedar en la emoción, sino que debe pasar de la emoción y la definición a la acción. No alcanza con expresar el amor a Dios y al prójimo con bellas palabras y dejarse llevar por la emoción durante los encuentros y celebraciones en la comunidad cristiana. Es necesario pasar a la acción. Así como lo resume la 1° Carta de Juan 4:20 “Si alguno dice: «Yo amo a Dios», y al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. Pues si uno no ama a su hermano, a quien ve, tampoco puede amar a Dios, a quien no ve”.

Este mandamiento no se puede quedar en la declamación y en el abrazo efusivo. Debe superar ese momento y llevarnos al encuentro con los demás, nos debe mover a la acción guiados por la pregunta de Jesús a Bartimeo (Marcos 10:50): “¿Qué puedo hacer por ti…?” a lo que también podemos agregar la necesidad de ser humildes y reconocer cuando nosotros necesitamos de alguien, dejar también que esa pregunta sea dirigida a nosotros…

Finalmente, después de que el maestro de la ley expresara a Jesús su satisfacción por la respuesta recibida, Jesús al ver que el maestro de la ley había contestado con “buen sentido”, le dice “no estás lejos del reino de Dios” y el Evangelista Marcos agrega que ya nadie se atrevía hacerle preguntas a Jesús…

No estás lejos del reuino de Dios… o dicho de otra manera “estás cerca del Reino”. Tal vez lo que aún le falta al maestro de la ley es ponerlo en práctica, es decir vivir cotidianamente ese mandamiento del amor, dejarse guiar por el amor. No alcanza solamente con saber lo que se “debe” hacer, sino hay que hacerlo.

Estimadas hermanas y hermanos.

En el Evangelio de hoy Jesús nos invita a tomar en serio el mandamiento del amor. Un mandamiento tan concido y tan breve que muy fácilmente lo podemos memorizar, pero que difícil la hacemos al vivirlo. Qué difícil, o dicho de otra manera, cómo la complicamos cuando llega el momento de pasarlo del saber al hacer; cómo “se nos complica” llevarlo de la emocion, de adentro del templo hacia afuera, hacia la calle, hacia el prójimo…

Dios no guíe e ilumine con su gracia y bendición para que cada día podamos acercarnos un poco más al reino de Dios. Amén



Pastor Ricardo Becker
Naranjal, Alto Paraná, Paraguay
E-Mail: ricarbelina@gmail.com

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