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Predicación para el 1 domingo después de Epifanía
Texto según LET serie C: Lc 3: 15-16. 21-22
por Raúl García Pérez, Madrid

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Gracia y paz sean con ustedes de parte de Dios, nuestro padre, y del Señor Jesucristo. Amén

Querida congregación,

el texto de la predicación de hoy se encuentra en el evangelio de Lucas en el capítulo 3, los versículos 15-16 y 21-22 (RV95)

15 Como el pueblo estaba a la expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo,16 respondió Juan, diciendo a todos:

—Yo a la verdad os bautizo en agua, pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.

En la época de Jesús había una gran expectativa mesiánica debido a las condiciones en la que se encontraba el pueblo judío: opresión por el Imperio Romano, insatisfación con la religiosidad oficial. Los movimientos religiosos y políticos populares y las figuras mesiánicas como la de Juan Bautista estaban a la orden del día.

Es por eso que las personas se preguntaban si Juan con su predicación no sería el mesías tan anheladamente esperado desde siglos y que pondría fin a la opresión y al sufrimiento de la humanidad.

Pero Juan no era el Mesías anhelado, y el lo sabía bien pues era un hombre de Dios humilde. El era un precursor que preparaba el corazón del pueblo para la llegada del autético Mesías.

Juan se apresura a decir que él no es el mesías ya que mientras él bautiza con agua vendrá “uno más poderoso” que bautizará en Espíritu santo y fuego (la efusión del espíritu que comportaba señales y prodigios eran las características de la era mesiánica cfs. Hch 2:14-22). El énfasis en los dos bautismos era lo que diferenciaba la predicación de Juan de la predicación del verdadero Mesías. El bautismo de Juan era un bautismo de arrepentimiento, limpiaba momentáneamente, exteriormente. El bautismo en el espíritu y en fuego es un bautismo que regenera y proporciona una nueva naturaleza, es interior y perenne.

Entonces, si Juan con su predicación de arrepentimiento no era el mesías ¿quién lo iba a ser? ¿habría que seguir esperandole? Y ¿por cuánto tiempo? una vez más el pueblo se quedaría expectante como nosotros al leer el relato. Pero este es precisamente el propósito del evangelista crear una expectación para que nos sintamos identificados con las gentes que acudían al Bautista, con sus preocupaciones y sus anhelos.

La siguiente escena del relato es el bautismo de Jesús vs. 21-22

Lucas 3:21-22

21 Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado y, mientras oraba, el cielo se abrió22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma; y vino una voz del cielo que decía: «Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia».

Al principio el relato presenta a Jesús como uno más del pueblo que va a Juan para ser bautizado.

A continuación se nos describe la experiencia interna de Jesús en su bautismo. Dejando a un lado las preguntas de si esta experiencia fue objetiva es decir, vista y oída por los que rodeaban a Jesús, este evangelista se centra en Jesús y ni siquiera introduce al bautizante Juan, cosa que hacen los otros evangelistas.

Y, ¿cuál fue esta experiencia que marcó a Jesús intimamente y le capacitó para llevar a cabo su misión entre sus semejantes?

Esta experiencia fue la de sentirse aceptado incondicionalmente por Dios, la de comprender que Dios era su Padre que le amaba profundamente y la de saber que su Padre iba a estar siempre con él por medio de su Espíritu Santo «Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia» .

A partir de ese momento Jesús tomó conciencia de su relación filial con Dios y esto sería el tema de su vida manifestado en su forma de llamar a Dios“Abba” es decir, “papá” En efecto, Jesús vivió en una relación íntima con Dios, una relación de familiaridad y confianza como la que sólo puede existir entre un Padre y un hijo, una cordialidad amorosa y un trato confiado y diario. Y lo que era más importante quería que todos los seres humanos alcanzasen esa relación de hijos e hijas con Dios, eso sería el meollo de su predicación a partir de ese momento clave en su vida, y lo que constituyó su vocación de entrega confiada a Dios para cumplir su voluntad de entregarse sin reservas a los demás.

Otra diferencia fundamental con el Bautista era que según éste, Dios iba a intervenir definitivamente en la historia para llevar a cabo Su juicio. El bautismo era una oferta de salvación “in extremis”: un símbolo que demostraba la veracidad de la conversión aunque quedaba poco tiempo para una vida conversa.

Juan Bautista representaba al último profeta escatológico que anunciaba el arrepentimiento de los pecados en vista del inminente juicio de Dios y el final de la Historia.

Para Jesús la intervención definitiva de Dios había comenzado ya y no implicaba un juicio destructor sino una oferta de salvación. Según David Flusser: “Jesús es el único judío antiguo que conozcamos que haya anunciado que la nueva época de salvación ha comenzado ya”

Por fin se desvela la incognita, Jesús es el Mesías pero no un Mesías que predica a un Dios de juicio en primera instancia, sino a un Dios que ofrece la salvación, a un Dios de amor, a un Dios que quiere ser Padre de todos los seres humanos, a un Dios que se hace humano para que nosotros pudiesemos ser divinos. Ese es el Dios de Jesús, ese es el Dios de todos nosotros.

Hoy como ayer las personas necesitamos un Mesías, pero no cualquier mesías entre los muchos que surgen, mesías que prometen lo que no pueden cumplir, o que enmascaran sus autenticos deseos de poder y dominación.

El mundo necesita a Jesús, el único camino a Dios, el único que nos puede mostrar a Su Padre, que al igual que a él nos acepta como somos, y que quiere tener con nosotros una relación de amor, amistad y comunión eterna.

Amén

Raúl García Pérez
Médico Psiquiatra, Profesor de Psicología Pastoral del SEUT Madrid
rgarciap@terra,es


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