Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 4° domingo de entecostés, 27 de Junio de 2004
Texto según LET serie C: Lucas 7:36-50, Marcos Abbott

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


EL MUNDO PATAS ARRIBA

El Reino de Dios, tal como Jesús lo introdujo con sus enseñanzas y hechos, nos presenta con un mundo patas arriba comparado con las cosas como son. Jesús chocaba con su sociedad y con sus principales representantes porque su versión del Reino de Dios era en muchos casos la inversa de la de las autoridades religiosas.

Esta inversión de valores, este cambio profundo de cosmovisión da sentido a los conflictos que Jesús tuvo a lo largo de su ministerio. Y los principales agentes de oposición eran precisamente los personajes que representaban la legitimación última del sistema imperante—los líderes religiosos.

En la narrativa del texto tenemos un relato precioso que escenifica en pantalla grande el conflicto de valores y cosmovisión entre el mundo y el Reino de Dios. Cuando Jesús entra en la casa del fariseo, el mundo se pone patas arriba.

Antes de entrar en el texto será necesario primero mencionar unos elementos de convención social. Nuestras normas de conducta son bien distintas a las del relato, así que si queremos comprenderlo tendremos que entrar en su contexto social.

El fariseo representa un personaje de elite. Es bien respetado en la sociedad y es uno de los guardianes principales de la pureza del pueblo de Dios. Como era un ejemplo de pureza, no podría permitirse la contaminación.

Además, los niveles sociales y las fronteras entra las distintas capas de la sociedad eran bien conocidas y respetadas. De hecho, el sistema dependía del mantenimiento de estas diferencias. En nuestro relato el fariseo en principio acepta a Jesús como un igual socialmente, porque le llama profeta y maestro.

Ahora escuchemos bien al episodio...

Un fariseo invita a Jesús a comer. Cuando están reclinados a la mesa, una mujer entra y se pone detrás de Jesús. Luego comienza a hacer algo llamativo, más que llamativo, escandaloso.

Está llorando, y usa sus lágrimas para lavar los pies de Jesús. Deja suelto su pelo para secarlos. Sigue besando los pies y luego los unge con el perfume que había traído.

Esta mujer sin nombre rompe una multitud de normas sociales. Viene a una comida sin ser invitada. Es conocida públicamente como una pecadora. Aunque sabemos nada sobre ella, es probable que fuera prostituta. Ella representa una impureza social grave, así que cuando entra en casa del fariseo amenaza contaminarle a él y a su casa. Contamina directamente a Jesús por tocarlo.

En esa sociedad una de las cosas más eróticas que una mujer podría hacer era dejar suelto su pelo. Se reservaba para la intimidad, pero aquí la mujer lo hace delante de todo el mundo. Luego besa los pies. Si no fuera por la explicación más adelante, sería una escena sexual.

La primera sorpresa era la entrada y las acciones de la mujer. La segunda era la reacción de Jesús. No la rechaza. Acepta su atención. Esta aceptación escandaliza al fariseo quien dice a sí mismo: “Si este fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que lo toca, porque es pecadora.”

Cuando Jesús responde al pensamiento del fariseo, el mundo se pone patas arriba. Jesús confronta al anfitrión por su falta de ética social. En realidad la mujer intrusa ha sido más anfitrión que el fariseo.

Ella lava los pies, una carencia impensable para un buen anfitrión de categoría. La mujer besa los pies, mientras el fariseo ni le dio un beso de saludo. ¡Esto es mala educación en España hoy! Luego el anfitrión no ungió su cabello con aceite, pero la mujer unge sus pies con perfume.

Luego, Jesús nos indica el porqué de las acciones de la mujer. Es obvio que ella y Jesús habían tenido un encuentro o más antes de la comida, pero el exto no explica nada. Sus acciones son expresiones de gratitud y amor. Jesús le había perdonado sus pecados, y este hecho le ha abierto el camino a la liberación y sanidad personal y a la restauración social.

Tenemos motivo de comprender su reacción. Hace poco recordamos el sexagésimo aniversario de la invasión de Normandy, el Día D. ¿Cuántos soldados recibieron besos y regalos de personas liberadas? ¿Cuántas personas expresaron su gratitud en una manera extravagante?

Algunos de nosotros hemos tenido experiencias de conversión dramáticas. Nuestro encuentro con Cristo ha producido una liberación, una paz profunda o un sentido hondo de amor. Si Cristo estuviera presente físicamente, expresaríamos nuestra gratitud en una manera extravagante y completa, sin complejos de hacer el ridículo.

Pero esta escena es mucho más que una mujer demostrando su gratitud en una manera socialmente incómoda. Este relato pinta el choque entre los valores del Reino de Dios y los valores del mundo.

El fariseo representa el pináculo de legitimación del sistema mundial. Vive dentro de fronteras bien establecidas que excluyen a pecadores, a mujeres y a personas inferiores.

Trabaja conforme al principio de reciprocidad dentro del sistema de patrón/cliente. Otorga favores a otros para que estén endeudados a él. De hecho, la invitación a la fiesta pone a Jesús en su deuda. Quiere el beneficio del prestigio de haber tenido a un maestro y profeta en su casa.

Pero Jesús y la mujer estropean todo, porque no respetan las reglas del juego. Cuando Jesús acepta que una mujer conocida públicamente como pecadora le toque y luego afirma que está aceptada por Dios y perdonada de sus pecados, y todo en el nombre del Reino de Dios, invierte los valores. Demuestra que el Reino no funciona conforme a los principios del mundo.

Esta escena debe inquietar y desafiar a nosotros como iglesia. La comparación más obvia es entre la iglesia y el fariseo y no entre la iglesia y la mujer. Surgen preguntas. ¿Hasta qué punto servimos para legitimar el sistema mundial actual? ¿Operamos conforme a los valores del mundo o los del Reino? ¿Excluimos los que el mundo excluye, o los aceptamos? ¿Perdonamos o condenamos?

Un caso concreto de aplicación es la inmigración. En España hoy estamos rodeados de una masa de gente nueva. Es una experiencia relativamente nueva para España, ese fenómeno de la inmigración masiva. Representa un desafío particularmente difícil debido al aislamiento durante el régimen de Franco y al hecho de que España nunca ha asimilado el pueblo gitano. Siguen marginados después de siglos.

Ahora hay latinos, africanos negros, musulmanes del norte de África y gente de Europa oriental. La sociedad española les pone un techo firme para que no pasen a la clase media o media alta. Se reservan los mejores empleos para los nuestros. No necesito decir más, porque sabemos lo que está pasando.

¿Cómo respondemos como iglesia? ¿Respondemos como todos los demás o conforme al Reino de Dios?

Creo que tenemos una oportunidad excepcional para dar testimonio en España por ofrecer un modelo de sociedad alternativa. Podemos ofrecer un espacio comunitario donde las barreras del mundo no existen, donde españoles creyentes ayudan a inmigrantes y a marginados mejorar sus vidas. Creo que la experiencia de la mujer cuando se encontró con Jesús se puede repetir en la vida de muchas personas.

Entrar en el Reino de Dios inquieta, desorienta y asusta…pone las patas arriba, pero sólo al principio. Cuando uno se incorpora a la comunidad del Reino y acepta las normas del Señor del Reino, uno pasa de desorientación a reorientación, de susto e inquietud a gozo y paz.

La Palabra de Dios hoy nos llama a seguir a Jesús y a vivir conforme a los valores del Reino. Luego habrá lágrimas de gratitud y amor y un derrame de perfume.

Marcos Abbott, Madrid
academico@centroseut.org

 


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