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Predicación para el 6° domingo después de Pentecostés, 11 de julio de 2004 (-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de) |
Titulo: ¿Mediste los costos? Gracia y paz sean con ustedes de parte de Dios, nuestro padre, y del Señor Jesucristo. Amén Apreciados hermanas y hermanos: Debemos siempre calcular los costos. Si queremos construir una casa, si queremos realizar cualquier empresa, antes debemos pensar bien si tenemos todo lo que necesitamos para realizarla. Nos parece lógico. Antes de embarcarnos en algo, pensar bien los costos y los beneficios, a fin de ver si vale la pena o no. Cada cosa que hacemos, siempre o casi siempre, recurrimos a nuestro código de valores para determinar si realmente queremos hacerlo o no. Muchas veces nos pasa que nos desilusionamos cuando comenzamos algo y luego no salen las cosas como pensamos. Desistimos muchas veces cuando las cosas son más difíciles de lo que hemos calculado. Tal vez, para evitar todo esto, es que pensamos bien las cosas antes de empezar. Muchas veces sentimos que es mejor no comenzar algo, que iniciarlo y luego abandonarlo. Esto no nos pasa sólo a nosotros. A Jesús también. El emprende valerosamente el camino hacia la ciudad de Jerusalén. Sabe bien que le espera la cruz y la muerte. El camino comienza aquí, en el capítulo 9:51 y llega a Jerusalén en el 19:28. En todo este camino en que Jesús va subiendo a Jerusalén va predicando, sanando, contando parábolas… todo en medio de este camino tan difícil. Una historia escrita por Laura Austin refleja bien cuál fue la actitud que tiene Jesús caminando a Jerusalén. Una vez había un hombre llamado Jorge Thomas, pastor en un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra. Un domingo de Pascua llegó a la iglesia cargando una jaula de pájaros mohosa, doblada y vieja, y la colocó sobre el púlpito. Se fruncieron varios ceños y, a manera de contestación, el pastor Thomas comenzó a hablar. Las cosas no le resultan fáciles a Jesús. Luego de haber aceptado este camino, los samaritanos al ver que Jesús va camino a Jerusalén no lo quieren recibir. Los discípulos se enojan y le sugieren a Jesús que, al igual que lo hizo Elías, podrían pedirle a Dios que los consuma el fuego. Jesús los reprende, siguiendo su camino hacia su cruz. ¿Que nos muestra esto? Nos muestra la actitud que tiene Dios para con todos. Jesús no acepta aplastar y destruir. Dios no es un Dios que cierra puertas. Dios es un Dios que las abre. Dios no es un Dios que tira la toalla. Dios no es un Dios que pierda la esperanza que sus hijas y sus hijos vuelvan a Él. Los discípulos luego de la represión aprendieron esta importante lección: no debemos dar a nadie por perdido. No somos nosotros los que debemos juzgar la fe y la vida de los demás. Sí somos hijos de este Dios, no podemos tampoco cerrar las puertas a nuestros semejantes, ni como personas, ni como iglesia. Jesús había calculado el costo de su decisión. La pensó y la aceptó. El llegaria a esa ciudad que mata y apedrea. De esta fidelidad dependemos nosotros. Si hemos escuchado una y otra vez en muchos sermones y reflexiones que debemos ser fieles a Dios es porque él, antes que nosotros, sobradamente, fue fiel con nosotros. Jesucristo nos muestra la fidelidad de Dios. Tres personas dialogan con Jesús. Cada uno, a su modo, tiene algún “pero”. Las respuestas de Jesús son duras. ¿Qué necesidad tiene de hablar así? Después de todo, ellos quieren seguirle. ¿No los está espantando Jesús con estas palabras? No. Es como si Jesús le preguntara: ¿calculaste el costo? ¿sacaste bien la cuenta? ¿lo pensaste bien? Jesús no lo dice en cualquier momento, sino luego que el texto nos dice que Él, con valor, camina a Jerusalén. Nada lo aparta, ni a izquierda ni a derecha. Jesús no quiere que comiencen con entusiasmo y luego, cuando la cosa se ponga difícil, ellos abandonen lo que una vez comenzaron con gran iniciativa. En definitiva: Dios nunca pierde la esperanza con cada uno de nosotros. Dios espera que nosotros tampoco la perdamos con los demás. Como Iglesia debemos ser una comunidad llena de esperanza. Por otra parte, cuando decidimos seguir a Jesús, debemos hacerlo resueltamente. Nuestras decisiones hacia Dios deben tener el mismo compromiso que la suya cuando tomo por nosotros la cruz. ¡No cerremos las puertas y mantengamos bien en alto nuestro compromiso! Que asi sea, Amen Sergio A. Schmidt, pastor, Temperley, Bs. As. Argentina
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