Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 8° domingo después de Pentecostés, 25 de julio de 2004
Texto según LET serie C: Lucas 10, 25-37 por Cristina Inogés Sanz
(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Hermanos: Que el Señor ilumine su rostro sobre nosotros.

Cerca – Lejos
¡Ay, los expertos en la ley! Todo medido, controlado, dispuesto, ordenado, aprobado, perfecto y… ¿y?

En este texto un pequeño detalle a puntualizar, por aquello de no dejar cabos sueltos: ¿Quién es mi prójimo? Conviene dejarlo claro porque, al convertir el mundo en la famosa “aldea global” gracias a los avances tecnológicos, lejos, lo que se dice lejos, no nos queda nada, y ya no podemos movernos en la seguridad de que “lo lejano mueve y lo cercano compromete”, porque todo es cercano. Digamos que, las excusas para delimitar el espacio en el que se manifiesta el prójimo, ya no son válidas, porque es amplio y próximo, lejano y cercano, a un mismo tiempo.

Pero en el ser humano hasta las cosas más claras quedan, a veces, un tanto brumosas incluso para los expertos en la ley y todos acabamos siendo un poco paradójicos.

¿Quién y cómo es quién?
El texto de Lucas nos lo muestra con claridad. El maestro en la ley pide claridad y concreción y, como siempre, Jesús, le va a romper los esquemas, por decirlo en lenguaje actual.

En los sinópticos “el camino” siempre lleva a Jerusalén, en este caso el hombre que bajaba, que seguía su camino, se va de Jerusalén hacia Jericó. Sale del centro oficial del poder y de la religión.

En su camino es asaltado, herido y abandonado. Este hombre es un hombre pobre en el amplio sentido del término porque necesita “algo” (evidentemente muchas cosas) y sobre todo a alguien próximo a él. Y comienza la paradoja.

- Un sacerdote. El sacerdote va por su camino, casualmente dice Jesús. El también se alejaba de Jerusalén. Todo el mundo esperaba de un comportamiento coherente, después de todo, la Ley era esencial en su vida privada y “profesional”. Vio al herido y fue coherente, se desvió y pasó de largo para no contaminarse. Jesús no hace comentario de su actitud. Ante tanta coherencia, el silencio se impone… Nosotros sólo destacaremos que el sacerdote ve, pero no mira. Es un coherente con su profesión y de la ley.

- Un levita. Entre las varias ocupaciones de un levita estaba la de tener todo preparado para los sacrificios y ser encargado del canto en el Templo. Recordemos que el Templo estaba en Jerusalén, así que, ¿qué hacía caminando en dirección contraria? A él le pudo más su compromiso laboral y vigiló que nadie le viera acercarse al herido para no contaminarse. Tampoco Jesús aquí hace comentario. Nosotros sólo destacaremos que el levita ve, pero no mira. Otro coherente con la profesión y la ley.

- Un samaritano. Un samaritano es un ser despreciado por los judíos, un heterodoxo de la religión, ¿quién va a esperar algo bueno de él? Que camine en dirección contraria a Jerusalén, es casi un alivio. Jesús tampoco va a hacer comentario de su actitud, sencillamente nos la presenta.

Este hombre ve al herido, pero lo ve de otra manera; lo mira porque se conmueve y sólo aquello que somos capaces de ver mirando, nos conmueve. Lo mira y se acerca, lo toca, le procura cariño, afecto, proximidad y ternura al quedarse a su cuidado y, aún cuando debe seguir su camino, el samaritano sigue mostrando todo eso al prometer su regreso y dejarlo atendido. Este hombre, que es el más coherente de los tres ya que actúa como un ser humano, es visto como un incoherente, consecuencia de su condición de samaritano.

Ver y mirar no es lo mismo. Mirar requiere la decisión de dirigir la vista hacia un punto concreto.

El sacerdote y el levita se comportaron como cualquier vulgar “voyeur” de la necesidad ajena. El samaritano, el heterodoxo de la religión, tiene muy claro lo que significa acompañar a las personas.

Acompañar personas significa mucho más que hacer un tramo del camino juntos. Supone acoger el pasado de cada historia, vivir el presente como oportunidad de cambio, y ayudar a construir un futuro diferente. Significa ir al ritmo que la persona te marca.

El samaritano aflojó la marcha, aminoró el paso con el herido montado en su cabalgadura, retrasó el viaje por su camino y reinterpretó la ley de manera saludable.

El camino
El camino hacia Jerusalén simboliza el seguimiento a Jesús; el sacerdote, el levita, se alejaban de Jerusalén, por lo tanto se alejaban de las actitudes de Jesús para con los demás. El samaritano, no. Él se alejaba de la oficialidad de la ley. No sabemos hasta qué punto podía identificar “camino” con “seguimiento”, pero seguir quiere decir estar cerca de alguien, casi imitar sus movimientos.

El samaritano, andaba en el camino del Señor, como en el Antiguo Testamento (Prov 3,17; 4,11; Eclo 6,26). El camino también expresa las actitudes de las personas, la forma de vida, las opciones personales (Ex 18,20; Jer 6,16).

No sabemos nada de este hombre. Puestos a imaginar, podemos creer que su viaje tenía que ver con “abrirse camino”, en el trabajo tal vez, pero no le importó “quedarse a mitad de camino” para ayudar a alguien. El actuaba según la voluntad de Dios y estaba “en camino” de encontrarse con Él. “Llevaba camino” de convertirse en un verdadero discípulo(*).

Mucho camino ¿verdad? ¡Pero andar es sano! Y Jesús nos anima a ello. Si el maestro de la ley fue capaz de reconocer que el samaritano había sido el verdadero prójimo, no por ello se vio agobiado por una larga explicación de Jesús sobre la buena actitud y disposición del anónimo samaritano. Como siempre Jesús, adelantándose al luego famoso “lo bueno si breve, dos veces bueno”, lo despacha con una sencilla frase: Vete y haz tu lo mismo.

Cómo actuar
El samaritano siguió los consejos de Dios: Amarás a Dios con todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo (Lev 19,18 y Dt 6,5). Nada le impidió seguir su camino, hacer su camino.

En nuestro camino, nos sale al paso un poema de D. Bonhoeffer titulado “Cristianos y paganos”, dice así:

< Los hombre se dirigen a Dios
cuando se sienten necesitados,
imploran ayuda, piden felicidad y pan,
salvación de la enfermedad,
de la culpa y de la muerte.
Todos lo hacen así, todos,
cristianos y paganos.

Los hombres se dirigen a Dios
cuando lo sienten necesitado,
lo encuentran pobre y despreciado,
sin abrigo y sin pan,
lo ven devorado por el pecado,
la debilidad y la muerte.
Los cristianos están con Dios en su Pasión>

La clave para entender el poema, son dos palabras muy pequeñas. Las resaltaré para que se vea con facilidad: “Los hombres se dirigen a Dios cuando se sienten necesitados”. “Los hombres se dirigen a Dios cuando lo sienten necesitado”.

Pateras con inmigrantes, inmigrantes sin patera, campos de refugiados, ocho millones de ciudadanos de nuestro país en el umbral de la pobreza e infinidad de gentes apaleadas por eso que, simplemente, llamamos la vida. ¿Damos un rodeo o nos desviamos del camino y vamos a su encuentro?

Y todo esto por tener claro cómo conseguir la vida eterna ¡pobre maestro de la ley! La vida eterna ya ha comenzado para nosotros. Hacer realidad el proyecto de mundo diseñado por Dios, es vivir ya la vida eterna. No hay que hacer nada para alcanzarla, nos ha sido regalada, lo único que se nos pide a cambio es una vida coherente con quien nos la regaló, Jesús de Nazaret y hacia quien puso a nuestro cuidado, el hombre.

No es el momento de ponernos a evaluar quienes somos cada cual, y con qué personaje nos sentimos más o menos identificados. Si alguna vez decidimos hacerlo es evidente que nos convendrá más ser como el samaritano, que no separó a Dios del hombre, ni al hombre de Dios y será bueno seguir el consejo de Jesús: Vete y haz tú lo mismo. Pero tengamos una cosa muy presente, tarde o temprano todos seremos, por las circunstancias que sean, el hombre asaltado y apaleado. Supongo que agradeceremos que alguien se salte las normas religiosas establecidas para acercarse a nosotros.

El samaritano vio la necesidad de Dios, lo sintió necesitado y acudió. Mi deseo es que todos nosotros, seamos tan heterodoxos de la religión como este hombre, si así cumplimos la voluntad de Dios. Y si para ser prójimos de los demás hay que ir, alguna vez, en dirección contraria a Jerusalén, es decir, de la oficialidad religiosa y política, ¡adelante! que los caminos de Dios son tan inescrutables como sorprendentes y maravillosos.

Cristina Inogés. Zaragoza
crisinog@telefonica.net

(*) Todas las expresiones entrecomilladas, son algunos juegos de palabras que hay en español con la palabra “camino”.

 


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