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Predicación para el 1° Domingo después de Navidad (-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de) |
Titulo: Dios hecho hombre, un desterrado más… Apreciados hermanos y hermanas: Comenzaron el viaje. El viaje debió ser de cuatro a cinco días por el desierto del Neguev, hasta llegar a la frontera con Egipto. Debió ser problemático el viaje por el problema del agua. Las caravanas eran numerosas. ¿Por qué Egipto? Había muchos judíos viviendo en Egipto. El historiador Flavio Josefo afirmaba que en esa época vivían un millón de judíos. Egipto era el lugar de los desterrados. ¿Cuánto tiempo viven en Egipto? Los especialistas nos dicen un poquito más de dos años. Este dato, aunque curioso, no es importante. Lo verdaderamente importante es que al volver la familia de Egipto se cumplen las palabras del profeta Oseas. Específicamente, Oseas 2:1 reza: “Cuando el pueblo de Israel era niño, yo lo amaba; a él; que era mi hijo”. En sentido literal esta profecía se refiere a la liberación de Egipto que tuvo el pueblo de Israel, por medio de Moisés. El pueblo de Israel era el hijo adoptivo de Dios, prefiguraba, en su propia historia lo que iba a sucederle el verdadero hijo de Dios: Jesucristo. Estas palabras de Oseas que primeramente se cumplen en la salida de de los judíos de Egipto, se vuelven a cumplir en Jesús. Podemos reflexionar muchas cosas en este domingo. 1º) De ninguna manera Dios es arbitrario. Pensémoslo un momento. En esta historia vemos a un Dios que, el hacerse bebé, necesita del amor y la protección de la humanidad, su familia. La primera epístola de Juan nos dice que nosotros amamos porque él nos amó primero. Creo que esto se da, no sólo en el amor, sino en todo… Un Dios todopoderoso, omnisciente, omnipotente, omnipresente, huye por su vida, camino de un desierto, en brazos de una mujer y su esposo. Si Dios nos pide que le amemos, es porque el nos amó antes. Si Dios nos pide que le tengamos confianza es porqué el nos la tuvo antes… No estoy “tratando de espiritualizar los problemas”; lo que sí, es preguntarnos si tenemos una confianza radical en nuestro Señor Jesucristo. Es el saber porqué estamos convencidos que seguir a Jesucristo es la mejor manera de vivir nuestra vida, siendo Él el centro dónde gira todo nuestro propio mundo. Es como cuando nos preguntamos: ¿si Dios me regalaría otra vez la vida, volvería a vivirla con las opciones fundamentales que elegí? 2º) Por la forma de actuar de Dios en Jesús podemos ver no sólo su gran amor y misericordia, también podemos ver su COHERENCIA. ¿Cómo anda la nuestra? Todo esto es muy importante para la misión de la Iglesia que tanto hablamos. Creo que hoy, aún con toda la crisis que vivimos, la gente puede captar muy bien quién es un Cristiano verdadero y quién no lo es. Lo capta por nuestra propia coherencia -o no- frente a lo que proclamamos. Hermano, hermana: en la misión de la Iglesia, pasa lo del refrán: si no le gusta lo que recibe, preste más atención a lo que emite. No interesa en lo más mínimo que Iglesia queremos o deseamos. Lo que realmente importa es la Iglesia que nos pide ser Jesucristo. Y su Iglesia debe ser como su Señor. Éste debe ser nuestro modelo y nuestro parámetro. Es por eso que, la comunidad cristiana debe vivir en armonía y en unidad. Pablo exhorta a su comunidad que para que ésta crezca debe dejarse aun lado las divisiones, peleas, discordias. En teoría, en la comunidad cristiana no debe existir el deseo de prestigio y de sobresalir, la soberbia o el deseo de poder para la vanagloria, etc. Para que la iglesia funcione debe permanecer siempre el deseo humilde de servir sin egoísmos, el amor desinteresado, la unión y la fraternidad, etc. Todo esto deviene del ejemplo de Jesucristo. Pero no es difícil ver que algunas veces –muchas veces- nuestras iglesias y comunidades carecen mucho de todo esto. Me resultaría muy fácil ir a la historia de la Iglesia y comenzar a citas los errores, pecados y atropellos que se han cometido. Es fácil ver cuanto nos falta, cuan lejos estamos a veces de lo que nos pide Jesucristo. Somos seres humanos finitos. No somos perfectos. Sé que me equivoco y que, aunque siempre en el más hondo fondo de nuestro corazón está el deseo de no pecar, nos equivocamos y pecamos. No nos gusta escucharlo pero somos pecadores. La Iglesia es una comunidad de pecadores perdonados. Somos santos porque pertenecemos a Jesucristo y no porque seamos perfectos. Somos seres humanos: ¡Cómo no vamos a cometer errores! Si como Iglesia tomar a Jesucristo como ejemplo a veces nos es difícil, solos y aislados es imposible. ¡Necesitamos de la vida de Iglesia! 4º) La iglesia no es una comunidad de perfectos. Es una comunidad de personas que confían en Dios y, en la medida de sus posibilidades, buscan que esa fe que dicen profesar a Dios, dé sus frutos de fe, esperanza y amor. Es nuestra confianza en Dios el motor que nos mueve. Esto era lo que el evangelista quería comunicar al referirse al profeta Oseas. Dios es un Dios que sabe. Nada escapa a la sabiduría de Dios. L a comunidad cristiana es una comunidad que se reúne entorno a esta Palabra de Dios. Sin esta Palabra de Dios es impensable la fe y la Iglesia. Por eso, hermano, hermana: debemos tomarnos el tiempo para leer la Biblia, aprenderla, compartirla, meditarla. Dios mismo se revela en ella: el mismo Dios que una vez fue un desterrado más… Si todos conoceríamos bien la Biblia, hubiera menos personas que serían embaucadas en su fe como lo vemos hoy. Si la lectura de la Biblia fuese más constante, tuviéramos como cristianos protestantes una identidad un poco más clara. No nos olvidemos que para la reforma, la Biblia es la única fuente confiable y veraz de la Revelación de Dios en Jesucristo. Todo lo que podemos hablar de Dios está en la Biblia porque: Nuestra confianza no debe descansar en la Biblia, sino en el Dios que se revela en la Biblia. La palabra de Dios es Jesucristo. Confiemos, amemos y sirvamos a este nuestro Señor. Que así sea, Sergio A. Schmidt
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