Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 2º Domingo de Cuaresma, Reminiszere, 20 – 02 - 2005
Texto: según LET serie A: Jn 4,5-26 por Cristina Inogés
(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Hermanos: ¡Que el Señor ilumine su rostro sobre nosotros!

Una de las más bellas páginas del evangelio de Juan, sale a nuestro encuentro hoy. El realismo con el que el episodio es narrado por el evangelista, es una perfecta ilustración del significado del prólogo de este evangelio La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14).

Otra historia más, junto a un pozo

No se si nos damos cuenta que, en la Biblia, cuando se nos cuentan historias de amor, siempre hay un pozo cerca (Gn 24, 11-14; 29,1-14; Ex 2,16-22). Aquí está el pozo de Jacob y su nombre me recuerda su sueño, con aquella escalera que unía “lo de arriba” con “lo de abajo”. Jesús es, en esta escena, la escalera que une esas dos realidades que nosotros nos empeñamos en tener, siempre, separadas.

Un pozo junto a un camino. Un pozo muy visitado por los habitantes del pueblo de Sicar y que para ellos, como para cualquiera, no tenía más misión que procurarles el agua de cada día.

La samaritana acudió a satisfacer su pequeña necesidad de agua, su historia cotidiana junto a aquel pozo que sería lugar de encuentro, de tertulia, de comentarios, de confidencias… Todo corriente y superficial. Pero de pronto aquella superficialidad cambia cuando nada menos que un judío, entabla una amigable conversación con ¡una mujer samaritana!

Ella había acudido con su pequeña capacidad de comprensión, para semejante escena, simbolizada en su limitado cántaro. Jesús acudía, como siempre, con su capacidad de generosidad desbordada, simbolizada en su persona desprovista de cuanto pudiera reflejar un límite, siguiendo su consejo de no llevar nada para el camino. Y… ¡el flechazo fue inevitable!

Clave de lectura

La fidelidad en el amor es la clave de lectura de este texto. Siguiendo esta clave, no es necesario entrar en detalles para demostrar que los cinco maridos de la samaritana no eran tales, sino cinco “desvíos” espirituales que ella tuvo con otros tantos dioses de los alrededores (2Re 17,24s) e incluso estaba manteniendo otra relación más de este tipo. Y ante esta situación, Jesús no le reprocha, ni le viene con argumentos moralistas, ni con historias de ningún tipo, ni con ironías. Simplemente, en el transcurso de la conversación sobre las desavenencias vecinales entre samaritanos y judíos, Jesús se deja caer una frase, como si tal cosa: Si conocieras el don de Dios…Y conoció bíblicamente el don de Dios, ya que para ella fue “su” experiencia vital. Le costó como a cualquier ser humano porque se movía en el sentido usual y corriente de las palabras, pero poco a poco… Comprendió el poco valor del agua, símbolo del Espíritu, encerrada en un cántaro y comprendió que el agua en movimiento es agua viva y, lo más importante, da vida a otros. Jesús, de nuevo, no pide más que fidelidad a la Palabra revelada y que sea comunicada a los demás.

Yo soy, el que habla contigo

Jesús, afortunadamente, no respetaba ese comportamiento que hoy diríamos “políticamente correcto”. Me atrevo a decir que aplicando las expresiones y pensamientos de hoy, no nos extrañaría nada oír de boca de Jesús que “las normas están para saltárselas”, él lo hacía constantemente para alegría de sus detractores que veían ahí la forma de acorralarlo. Aunque luego llegaban las explicaciones de Jesús y, ¡ya no lo tenían tan claro!

Que Jesús hablase con una mujer, dentro de lo extraño para la época, podía ser considerado en su momento como una más de sus excentricidades. Pero que esa mujer, en privado, reciba toda una catequesis sobre el valor de la verdadera adoración, es otra cosa muy diferente.

Jesús le enseña a relativizar el valor del espacio sagrado porque, lo que le está diciendo Jesús es que Él es el nuevo, único y verdadero templo y que vive en quien cree. Para la verdadera adoración, el espacio carece de toda importancia, lo verdaderamente importante es la actitud de la persona.

Es muy curioso como en los evangelios dos samaritanos, esta mujer y el buen samaritano, son presentados como modelos de verdadera adoración. Esta mujer no negando el agua, ni la conversación a un judío (aunque se permite un pequeño reproche (v. 12), el buen samaritano ocupándose del prójimo sin dar ningún rodeo. Tal vez sin esa experiencia ritual de adoración en el espacio sagrado oficial, ambos practicaron la adoración más verdadera.

Yahveh -Yo soy-, el que con ella habla, provoca la transformación de esta mujer, y se siente preparada para separar el grano de la paja.

Adorar en espíritu y en verdad

El relato nos enseña cómo pasar de la superficialidad y vulgaridad a la responsabilidad, el compromiso, la misión y la competencia. Sí, la competencia porque muchas veces nos asusta todo aquello que nos saca de lo cotidiano, de lo conocido porque ya sabemos lo que damos de sí en ese ámbito. No sabemos la razón, pero Jesús no suele llamar a los más capacitados, sino que capacita a los elegidos. La samaritana fue elegida primer apóstol en Samaria para adorar en espíritu y en verdad y enseñar a hacerlo.

Los gestos pueden servir en determinados momentos y a determinadas personas, pero adorar en espíritu y en verdad conlleva la implicación de toda la persona, su consagración (I Tes 5,23) total. Todo, absolutamente todo, pasa a ser secundario: el espacio, el tiempo, incluso la idea de religión. Desde ese instante, todo es nuestro, porque somos de Cristo y Cristo es de Dios (I Cor 3,22s).

Cristina Inogés
crisinog@telefonica.net

 


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