Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 3° domingo de Cuaresma, 27 de febrero de 2005
Texto según LET serie A: Jn 9,13–17+34-39 por Marcos Abbott
(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


¿TE ATREVES A VER?

No puedo imaginar un contraste más grande que nacerse ciego y luego recibir la vista. Sería como experimentar una explosión, o trasladarse a otro universo donde las reglas del juego son distintas. Pasar de la oscuridad a la luz es una buena descripción de la conversión; es parecido a pasar de la muerte a la vida, y así lo entendieron los cristianos antiguos.

Raymond Brown nos relata que: “La escena del ciego de nacimiento aparece siete veces en el primitivo arte de las catacumbas, casi siempre como ilustración del bautismo cristiano”.(*) El bautismo escenifica la muerte y la resurrección, o se puede decir, el paso de la oscuridad a la luz, de la ignorancia al conocimiento, de la muerte a la vida.

El relato del hombre nacido ciego nos cautiva también porque contrasta a un hombre humilde con los fariseos, los doctos de la ley. De hecho hay una serie de contrastes llamativos. A los fariseos les interesa la ideología correcta. ¿Cómo se le ocurre sanar en sábado? Al ciego le interesa el hecho. Jesús le da la vista. Para los fariseos el sábado era un día santo. Para Jesús la sanidad, que proporciona al ciego posibilidades de una vida totalmente nueva, es santa y coloca la persona por encima del día santo. Los fariseos piden saber quién ha curado al ciego porque quieren asegurarse de que esta persona tenga la autorización adecuada. Al ciego no le interesa la autorización sino el poder. Los fariseos representan la oficialidad religiosa cuyo interés es mantener el status quo, mientras el ciego es un marginado social que, una vez curado, representa la apertura a nuevas posibilidades. Y finalmente, como destaca el relato en tres ocasiones, los fariseos dicen que ven y no ven, mientras el ciego se declara ignorante, pero ve perfectamente.

El contexto de esta serie de contrastes es la comunidad cristiana que ha sido expulsad a de la sinagoga. Por eso el relato tiene un aspecto apologético. Afirma que los expulsados tienen la verdad y son los iluminados, y los oficiales son ciegos y no entienden nada. El hombre nacido ciego recibe la vista de las manos de Jesús y afirma, “Creo, Señor”. La conversión cristiana le destaca de los que rechazan a Jesús y permanecen en su ceguera.

Como un cristiano, y aun más como profesor de teología, un fariseo moderno, este relato resuena más como una descripción de cierta dinámica dentro de la Iglesia que un contraste de la Iglesia con la sociedad secular. No representa tanto un contraste entre los que están dentro y los que están fuera, sino como un grupo de dentro contra otro grupo de dentro.

Me llama la atención la ceguera de los líderes religiosos frente a un hecho consumado: un hombre nacido ciego recibe la vista. Como dice el ciego del relato: “Nunca se ha oído decir que alguien abriera los ojos a uno que nació ciego. Si este no viniera de Dios, nada podría hacer” (9:32-33). ¿Cuántas veces en la historia de la Iglesia se ha negado la actuación de Dios en los dirigentes? Me viene a la mente el caso de Martín Lutero, quien proporcionó una reforma de la Iglesia y un a llamad a al arrepentimiento de ciertos abusos, pero fue excomulgado. Juan Wesley, fundador del movimiento metodista, reclamaba una conversión real del corazón en medio de una iglesia estatal moribunda. Se le cerraron los púlpitos. Cuando brotó el movimiento carismático en las iglesias tradicionales muchas cerraron filas en contra. Y cuando los teólogos de la liberación procuraron recuperar la visión profética de la Biblia para afirmar la opción por los pobres de parte de Dios, algunos se arroparon en la teología capitalista de la prosperidad o, en un caso extremo, se encerró a un líder del movimiento en un monasterio, oficialmente silenciado.

¿Quiénes era los ciegos y quienes los que veían? ¿Dónde estaba la luz de Cristo en estas situaciones? ¿Quién asumió el papel de los fariseos y quién el del ciego?

Hay que ser sincero. Recibir la vista, ver la luz de Cristo es arriesgado, porque con la vista viene el compromiso de seguimiento. Si veo, tengo que seguir; si no veo puedo disimular. Jesús dijo a los fariseos: “ Si fuerais ciegos no tendríais pecado, pero ahora, porque decís: "Vemos", vuestro pecado permanece” (9:41).

Si analizamos los ejemplos de Lutero, Wesley y los demás desde la perspectiva del poder, nos damos cuenta de que la actuación de Dios suele desafiar los intereses del poder. Asumir la postura de Lutero implicaba derrotar un sistema de recaudar dinero y dio derecho al feligrés leer la Biblia por su cuenta. Wesley desafió una estructura estatal, y la aceptación de la necesidad de la conversión implicaba una pastoral totalmente distinta, orientada al discipulado coherente. El movimiento carismático iluminó la falta de poder espiritual real en las iglesias. Y la teología de la liberación incomodó una Iglesia vinculada a la riqueza y el poder, que servía para consolar a los cómodos y justificar las desigualdades.

El discernimiento es un proceso delicado y necesario. No es fácil discernir la mano de Dios; sin embargo, es bien necesario. Cuando vemos un punto de conflicto dentro de la Iglesia o entre la Iglesia y la sociedad, deberíamos trazar las líneas del poder. O como se dice: “Sigue al dinero.” ¿Está la oposición basada en un conflicto de dinero y poder, disfrazado como un conflicto teológico, o es más?

¿Dónde se está moviendo Dios hoy en día? ¿Dónde brota la luz en la oscuridad? No será fácil reconocerlo, pero si echamos un vistazo a los puntos de conflicto tanto dentro de la Iglesia como entre la Iglesia y la sociedad, es probable que lo detectemos. El desafío viene cuando uno dice: “Veo.” Porque el próximo paso después de ver es seguir. ¿Te atreves a ver?

Marcos Abbott
academico@centroseut.org
SEUT – El Escorial, España

(*) Raymond E. Brown, El evangelio según Juan. I-XII. (Madrid: Ediciones Cristiandad, 1979), p. 626


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