Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 5 ° domingo de Cuaresma, 13 de marzo de 2005
Texto según LET serie A: Jn 11, 47 - 50 por Karin Schnell
(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


 Entonces, los fariseos y los jefes de los sacerdotes reunieron a la Junta Suprema, y dijeron: “¿Qué haremos? Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. Si lo dejamos, todos van a creer en él, y las autoridades romanas vendrán y destruirán nuestro templo y nuestra nación. ” Pero uno de ellos, llamado Caifás, que era el sumo sacerdote aquel año, les dijo: Ustedes no saben nada, ni se dan cuenta de que es mejor para ustedes que muera un solo hombre por el pueblo, y no que toda la nación sea destruida.
Juan 11: 47-50

Estimadas hermanas, estimados hermanos,

Estas palabras del Sumo Sacerdote Caifás lamentablemente nos suenan muy familiares en nuestros oídos: “Es mejor para ustedes que muera un solo hombre por el pueblo, y que no toda la nación sea destruida.” Las señales, los milagros y las palabras de Jesús, que acercaban a Dios a la gente, hacía que muchas personas lo estuvieran siguiendo. Existía el peligro real de que esto despertaría las sospechas de los ocupantes romanos, que no dudarían en reprimir a la fuerza el movimiento, en perjuicio de toda la nación. Las palabras de Caifás, en su momento fueron la sentencia de muerte de Jesús. Posiblemente, Caifás no las pronunció a partir de un odio personal, o desde una maldad especial. Las pronunció porque son la ley del mundo: “Es mejor sacrificar poco, con el fin de evitar un desastre mayor”. Es el argumento del cálculo político: “Muchas veces hay que elegir el mal menor, para evitar un mal mayor”. “Es justo, lo que nos sirve”, “es justificable lo que nos conviene”. La seguridad de la nación está en juego. Es mejor que muera uno o que mueran muchos para evitar la destrucción de todo. Una frase comprensible, una frase lógica, una frase ¡cruel!

Es el momento de presentarles a este personaje Caifás y su clan, y su rol en la historia posterior a estas palabras, cuando otros tomaron la posta y ejecutaron en Jesús la filosofía de Caifás. Caifás, según este texto , es el sumo sacerdote, la autoridad judía máxima, pero cuando lo apresan a Jesús en el Huerto de los Olivos, lo llevan a la casa de Anás, suegro de Caifás. Sólo el evangelista Juan relata este “encuentro” entre Jesús y Anás y con eso nos permite echar un vistazo sobre la trama del poder en ese tiempo. Anás – y no su yerno Caifás- es el que realmente jala de los hilos del poder, aún sin tener el título. El trasfondo de esto es la historia de la perversión de una institución. El “sumo sacerdote” fue antes un mediador entre Dios y los fieles en el santuario. En tiempos de Jesús ese cargo se convirtió en una fuente de enriquecimiento personal. Eran, como ustedes saben, tiempos del dominio romano en Palestina, y el cargo del sumo sacerdote fue motivo de intrigas, peleas y sobornos. El que más “colaboraba” con los romanos (o sea los sobornaba), se quedaba con el cargo. La familia de Anás era enormemente rica, y así se aseguraba el cargo de Sumo Sacerdote de generación en generación. Y su enorme riqueza la conseguían embarcándose en negocios más que turbios. Veamos: Los creyentes de todo el país iban a Jerusalén para adorar a Dios y ofrecer sacrificios de animales, sea para agradecerle o pedirle perdón. Esos animales debían estar en perfecto estado, “lo mejor para el Señor” decía la Ley. Podían traer un animal por su cuenta, -de sus campos por ejemplo-, y por supuesto a veces los traían de lejos. Entonces se empezó a ofrecer en el mismo templo un “servicio” para facilitarles las cosas a los creyente, o sea la posibilidad de comprar animales sin mácula, perfectos, que podían “agradar a Dios”. Eso podría haber sido una bendición para los fieles. Tendrían la certeza de que ese animal estaría en las mejores condiciones. Lastimosamente este negocio en el templo se convirtió en una descomunal estafa al creyente y a las necesidades espirituales de la gente. Y era la familia de Anás y Caifás la propietaria de los negocios (stands) ubicados en el patio del templo donde los peregrinos debían comprar los animales para los sacrificios. Muy probablemente los secuaces de Anás rechazaban al animal que traían los fieles, diciendo que “no servía”, y su propietario se veía obligado a comprar por una suma tres o cuatro veces mayor un animal supuestamente inmaculado. Además en el templo se utilizaba una moneda especial y había que cambiar el dinero que uno traía en el bolsillo en monedas de uso exclusivo en el templo. Y el cambio de dinero se hacía según una cotización totalmente arbitraria.

En el capítulo 2 el evangelista Juan cuenta un hecho donde Jesús se confronta con los intereses de Anás y su familia. Con un látigo, echa afuera a los vendedores de animales y vuelca las mesa de los cambistas, porque “Mi casa es una casa de oración y ustedes la convirtieron en una cueva de ladrones”: Si la gente viene a buscar a Dios, debe tener la posibilidad y el ambiente propicio para encontrarlo. Si trae lo que con sincero corazón puede donar, ese es un sacrificio agradable a Dios. La peor estafa al ser humano es la estafa moral y el aprovecharse de las necesidades espirituales de la gente. O sea: Cuando Jesús echa fuera del templo a los mercaderes (Juan 2:13ss), toca los intereses de Anás y lo hiere en su punto más sensible: su monedero. Y Anás y su familia no eran de las personas que se bancan semejante intromisión. Habrán pensado: “Este no sabe con quién se mete”...

¿Por qué cuento todo esto? Porque los soldados que apresan a Jesús en el huerto de los Olivos, no lo llevan en primer lugar a la casa de la autoridad espiritual que corresponde, el Sumo Sacerdote Caifás, sino tienen la orden de llevarlo a casa del titiritero Anás. Caifás en todo caso era una marioneta. Porque Anás quería disfrutar de la derrota de Jesús y por eso lo llevaron primero a su casa y no a la residencia del sumo sacerdote. Y el interrogatorio demuestrará que ya todo estaba decidido. Es patente que el juicio parece ser por lo que decía y hacía Jesús, pero en realidad Anás ya lo tiene condenado porque se metió en sus negocios lucrativos personales. Es una venganza personal, una vendetta. Anás es la última persona de la cual Jesús podía esperar un procedimiento justo.

que sigue

Empezamos con la frase del Sumo Sacerdote Caifás que definió el destino de Jesús: “Es mejor que muera un solo hombre por el pueblo y no que toda la nación sea destruida”.

Ni a Caifás le salió bien ese plan, su cálculo político. Políticamente hablando, la muerte de Jesús fue innecesaria. Israel fue destruida a pesar de esta muerte, en el año 70.

Lo realmente dramático en este relato y en toda la historia de la pasión y muerte de Jesús según San Juan es que, escondida detrás de la historia visible se desarrolla una historia secreta donde los hechos significan algo totalmente diferente. Todo el relato de la pasión de Jesús está entretejido de citas bíblicas que “demuestran” hasta en los detalles que se está cumpliendo un plan de salvación de Dios. Todos los actores en este relato se creen “piolas”, dueños de sus decisiones, piensan que deciden lo más conveniente, pero en realidad no saben lo que hacen. N adie, ni “los judíos”, ni las autoridades, ni los soldados, ni Pilatos saben que son instrumentos para que se cumpla el plan de Dios. No pueden saberlo. Y s in saberlo , los enemigos de Jesús tuvieron que participar para que el plan de Dios se cumpla.

Por eso, dice Juan: Caifás no sabía que estaba hablando proféticamente (¡!) porque esa también era la decisión de Dios, que Jesús iba a morir para salvación de todos. Es la única vez donde eso se hizo verdad de que es mejor que uno muera y no que todo el pueblo perezca. Jesús muere para que el mundo se salve. Por eso agrega Juan: Caifás, sin saberlo, “habló proféticamente que Jesús iba a morir por la nación judía, y no solamente por esta nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos”.

Más adelante, l os soldados se burlan de Jesús al presentarlo como caricatura de un rey, con corona de espinas y no saben que en realidad Él es el único rey. Lo mismo pasa cuando Pilatos hace escribir en un letrero “Jesús de Nazaret, rey de los judíos”: no sabe que está escribiendo la verdad.

Sólo los ojos de la fe pueden “ver” que en todo este suceso cruel y desgarrador se estaba gestando -¡la salvación!

El único sacrificio que acepta Dios, es el sacrificio por amor y es el sacrificio (únicamente) de la propia persona. El cálculo político dice: Que muera él (o que mueran ellos) por nosotros. El amor de Jesús dice: Yo por ellos.

Hace algunos años, todavía viviendo en Villa Ballester, teníamos un vecino, a una cuadra de casa, que manejaba un micro para viajes de egresados o llevaba a alumnos a alguna excursión. Una vez hizo un viaje con el micro lleno de chicos a la cordillera. Bajando las serpentinas, por no sé qué defecto, se quedó sin frenos. Ante el peligro de desbarrancarse al precipicio con todos los niños, él optó conscientemente por chocar el micro contra la montaña y lo frenó de esa manera. Fue el único que murió, los chicos tuvieron heridas leves. Su nombre está escrito en el Libro de la vida.

El único sacrificio que acepta Jesús el que se hace por amor. Amén.

Pastora Karin Schnell
Iglesia Reformada en Buenos Aires
karinschnell@infovia.com.ar

 


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