Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el Domingo de Pentecostés, 15 -05 2005
Texto: según LET serie A: Jn 20,19-23. Por: Edgar Moros Ruano

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


 EXPERIMENTANDO AL CRISTO RESUCITADO

INTRODUCCIÓN

Después de la crucifixión, los discípulos se hallaban sobrecogidos de miedo, escondidos por miedo a las autoridades. El Cristo resucitado se aparece en medio de ellos.

I. El miedo de los discípulos

  1. Miedo y duda.

Desilusión y frustración total, ya que los discípulos habían creído que su Maestro, de alguna manera, era el enviado de Dios. No tenían mucha claridad acerca de quién era Jesús, pero lo habían dejado todo y le habían seguido. Estos pescadores y campesinos pobres habían seguido a Jesús hasta Jerusalén, hasta la ciudad capital, donde eran forasteros y donde, sin duda, se encontraban fuera de lugar. Además, sabían que esta visita a Jerusalén estaba llena de peligro y que Jesús había dicho que tenía que morir allí. Pero, a pesar de todo, habían seguido al Maestro. Tenían mucha esperanza y grandes expectativas. Pero ahora—todos sus sueños se habían roto.

¿Qué habrían de hacer? No podían caer en la histeria, en la cual parecían haber caído las mujeres que habían reportado que la tumba de Jesús se hallaba vacía y que el cadáver ya no estaba ¡porque había resucitado! No. Ellos, los discípulos tenían que hacer algo en medio de la desesperación. Pero, ¿qué hacer? ¿Regresar a su viejo oficio en Galilea? ¿Volver a la vieja rutina…derrotados? Esto es, suponiendo que pudieran escapar de los judíos y de las autoridades romanas que los aterrorizaban, si pudieran huir de la ciudad, de Jerusalén. El pasaje de Juan señala claramente que estaban escondidos, con las puertas cerradas, por miedo de los judíos, por temor a perder la vida.

Este gran temor ya se había manifestado antes, como lo deja ver su reacción a los eventos que tuvieron lugar el jueves por la noche, cuando Jesús fue traicionado por Judas y prendido por las autoridades; más aún, este miedo se manifestó también el viernes, durante la escena de la crucifixión, en la cual la mayoría de los discípulos brillaban por su ausencia—sólo Juan estaba al lado de María, la madre de Jesús quien estaba allí con las otras mujeres.

Sí, los discípulos se hallaban sobrecogidos de miedo, de un verdadero pavor: temor de lo incierto de la situación; tenían un miedo terrible a las autoridades, las autoridades judías del Templo y las autoridades romanas: las autoridades políticas del Imperio romano, los soldados y el ejército. La ciudad los atemorizaba, sobretodo las clases altas y poderosas de Jerusalén, ya que ahora los discípulos pertenecían a la categoría de los indeseables y subversivos, debido al hecho de haber sido seguidores de Jesús, quien había sido condenado y ejecutado como un criminal.

Como vemos un poco más adelante en el pasaje de Juan, con la reacción de Tomás (vs. 24-25), el miedo se mezcla con la duda y la incredulidad. El temor, la frustración total y la duda-incredulidad, que no es la duda metódica de un Descartes, ni la duda del agnóstico que no sabe o no quiere saber. ¡No! Se trata de la duda del hombre de fe, que sin embargo, no está seguro porque ha sido lastimado y, por tanto pone en cuestión la validez de toda esta experiencia de tres años de seguimiento de Jesús, es la duda del creyente que necesita seguridad. (Unamuno: “fe verdadera y viva, fe que se alimenta de dudas. Porque sólo los que dudan creen de verdad”).

Muchas veces los que nos consideramos creyentes, vivimos como los discípulos del evangelio, “al anochecer”, “con las puertas cerradas (o encerrados)”, “llenos de miedo”, “temerosos de las autoridades y de la sociedad que nos rodea”.

II. Experimentando al Cristo resucitado

1. los signos de su presencia

Es a este grupo de discípulos miedosos, atemorizados, derrotados, que se les aparece el Cristo resucitado. Se aparece en medio de ellos y les dice “Paz a vosotros”. Y les mostró sus manos y su costado, como prueba de que era el Jesús crucificado, ahora transformado y resucitado. Esta paz implica el perdón.

La experiencia del perdón: Los discípulos experimentan al resucitado como alguien que les perdona y les ofrece la amnistía y salvación. El Jesús resucitado no hace ninguna alusión al abandono de los suyos; ningún reproche por la cobarde traición; ningún gesto de exigencia para reparar la injuria.

La donación de la paz: Hoy la palabra “paz”, desgraciadamente, apenas significa otra cosa que la ausencia de guerra, cese de hechos violentos de sangre, o el no tener conflictos personales. Don Miguel de Unamuno captó bien el sentido de la paz bíblica cuando habló de la “paz en medio de la guerra”. Esta shalom tiene que haber sido un don increíble. Todos sus temores y angustias tienen que haber desaparecido, porque dice el texto que “los discípulos se regocijaron viendo al Señor”. ¡Qué enorme y grandiosa experiencia religiosa! Sin duda quedaron asombrados—como en un rapto místico. El Cristo resucitado está en medio de ellos, hablando con ellos y dándoles su santa paz. A partir de este momento, la comunidad cristiana se constituye alrededor del Jesús vivo y presente, crucificado y resucitado.

  1. El envío—“como me envió el Padre, así yo os envío”

La experiencia del Cristo resucitado implica y conlleva una misión, un envío al mundo en cumplimiento de esa misión. “Conocer a Dios es conocer lo que ha de hacerse en su nombre”. “La ética no es un corolario de la visión de Dios, es la visión misma”. (Emmanuel Levinas)

“Como me envió el Padre, así también yo os envío”. La misión de los discípulos será la de continuar la misión del Hijo y, esto requiere que el Hijo se manifieste en sus obras y actividades, en sus dichos y en sus hechos.

  1. La recepción del Espíritu Santo

El soplo creador —el Cristo resucitado “sopló y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo’”. La recepción del Espíritu Santo es la clave de la misión de la Iglesia, tanto en la edad apostólica como a lo largo de toda la historia de la Iglesia. Es la clave para romper, para destruir el temor y el miedo. Los discípulos hacen parte ahora de la Iglesia triunfante, la Iglesia del Espíritu, de la experiencia del Pentecostés. Salen de las cuatro paredes de su escondite para ser protagonistas de los eventos relatados por Hechos 2. Pedro, el miedoso cobarde que negó a su Señor, se convertirá ahora en un gigante de la fe y predicará el poderoso sermón de Hechos 2 a la gran muchedumbre que se había reunido en Jerusalén para la celebración de la fiesta judía del Pentecostés. La misión, simbolizada en este acto, incluye a la totalidad del mundo—representada por todas las culturas, grupos étnicos, razas, idiomas y lenguajes. Se trata de una misión para el mundo entero. Esto sólo será posible por el don del Espíritu Santo. El Espíritu los consagra y los santifica. Si salen para dar testimonio ante el mundo, es porque el Espíritu que reciben da testimonio. Su misión, como la misión de Jesús, conlleva el ofrecimiento de la vida abundante y la salvación a los que han de creer. Porque han recibido al Espíritu Santo, que da vida, ellos también pueden comunicar este Espíritu a otros que deseen hacerse discípulos de Jesús. Este grupo de discípulos/apóstoles, reciben poder para convertirse en una poderosa fuerza sobre la faz de la tierra, que marcha para transformar al mundo entero y conquistar al Imperio Romano en pocos siglos. La misión implica el ser pacificadores y hacedores de la justicia—la misión de proclamar y vivir la Paz de Cristo.

III. Conclusión

Hoy el Cristo Resucitado está en medio nuestro y nos da su Shalom, su Paz, y en el poder del Espíritu Santo nos envía al mundo a proclamar y hacer la paz, a ser pacificadores y hacedores de la justicia, en pro del Reino de Dios. ¡Aceptemos con gozo esta misión que se nos encomienda!

AYUDAS HOMILÉTICAS:

Shalom o paz: En la cultura bíblica, paz o shalom designa la armonía del ser humano consigo mismo y con los demás, con la naturaleza y con Dios, el disfrute gozoso y exultante de la vida, la convivencia en el respeto y la justicia.

El cuerpo del resucitado : El hecho de que el resucitado se aparezca en medio de los discípulos que se encuentran encerrados, pudiera llevar a pensar de que trate de un “espíritu” desencarnado que atraviesa paredes y puertas. Sin embargo, las palabras del resucitado a Tomás (vs. 27) llevan a pensar más bien en el “cuerpo espiritual” de que nos habla el Apóstol Pablo (1ª Corintios 15:44).

Las experiencias religiosas de tipo místico parecen ser maravillosas y hacen sentir muy bien a las personas que las tienen. Pero ninguna experiencia de lo divino que sea auténtica es un simple escapismo del mundo. La experiencia religiosa no constituye un mero éxtasis. El Cristo resucitado, el Cristo transfigurado, no puede permitir que sus discípulos permanezcan en el mullido mundo de los sueños. Experiencia religiosa y envío a la misión, a las tareas del Reinado de Dios, siempre van unidas en la Escritura.

Edgar Moros-Ruano, El Escorial, España
emruano@yahoo.com

 

 


(zurück zum Seitenanfang)