Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 4° Domingo de Pentecostés - Fecha: 12 de junio de 2005
Texto según LET serie A : Mt 9, 35 – 10,8 por Rubén Yennerich

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Sentir entrañable compasión

Todo comienza por la compasión. La compasión es el lanzador, lo que permite el proyecto. El inicio de las cosas de Dios. Una y otra vez en los evangelios nos encontramos con la compasión como la acción o el sentimiento que desencadena lo otro.

En nuestro texto desencadena el inicio del proyecto o la misión. Jesús al ver la angustia y la desvalía del pueblo, se da cuenta de la dimensión de la tarea. Se da cuenta de la madurez (cosecha) del proceso, lo que le lleva al llamado de los discípulos como una respuesta a esa necesidad. Nace el discipulado, podríamos decir nace la iglesia (¿) o mejor nace la misión del cristianismo.

Pero volvamos a principio, que es de lo que nos vamos a ocupar. Porque principio tienen las cosas.

Las Traducciones bíblicas hablan de compasión de Jesús al ver a la gente. Al ver al pueblo desvalido como ovejas sin Pastor. (Lo que equivale a decir como pueblo sin gobernantes o sin dirigentes que verdaderamente los contengan y protejan de los lobos).

Jesús siente compasión antes de cada milagro o curación. Siente compasión cuando ve la multitud hambrienta. Siente compasión cuando cura a los ciegos. Hasta hace sentir compasión a sus personajes en las parábolas del samaritano y del hijo perdido. Incluso Pablo coloca a la compasión como un valor ético del pueblo de Dios (Colosenses 3:12). En todos los casos es la misma expresión, la misma palabra, la misma raíz en griego (splagchna, splagchnidsomai).

¿Pero qué significa compasión? ¿Abarca ese término castellano, lo que quiere decir el vocablo griego? Nuevamente nos encontramos con los límites del lenguaje traducido. El diccionario dice: compasión: (Del lat. compassĭo, -ōnis). Sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias. (así se explica, aún cuando en latín significa compartir la misma pasión!). Compasión parece ser un sentimiento de lástima. Algunos lastimosamente traducen con ése término: lástima. (Schöckel)

Para el griego bíblico, compasión es ese estremecimiento entrañable, ese sentimiento que se asienta en lo más profundo del ser. Que lo sentimos en las entrañas (En Uruguay diríamos “en las tripas”)

Compasión no es lástima, clemencia, o piedad. Compasión es compartir la misma pasión, el mismo sentir, el mismo dolor, porque se siente con las entrañas (splagchna). No se siente desde “arriba”, desde el poder, sino desde abajo, desde el mismo sufrimiento, desde la misma angustia. Así sintió compasión Jesús, según nos transmiten Mateo, Marcos, Lucas y Pablo. De allí nacen los proyectos, de allí nace la misión y la pastoral (poiménica). De allí nace el milagro y la actitud samaritana y el amor del padre ante el hijo perdido.

No podía ser de otra forma de aquél que se encarna en el vientre de María.

Tal vez en lugar de compasión podríamos decir que Dios en Jesucristo sintió entrañablemente la angustia del pueblo desvalido y por eso proyectó llamar a seguidores para responder eficazmente y con continuidad en el tiempo, a esa necesidad impostergable de un pueblo que es amenazado por los lobos y que está sin Pastor.

Debemos preguntarnos si en nuestra pastoral, en nuestra misión y en nuestra diaconía, podemos sentir así como Dios sintió en Jesucristo. El existencialista Gabriel Marcel decía que nunca puedo ponerme en el lugar del otro, sólo puedo ir a su encuentro.

Los evangelios nos enseñan que debo aprender a sentir no sólo desde la suficiencia y la soberbia, no sólo desde la caridad mal entendida, sino desde las tripas, desde las entrañas, el sufrimiento de la gente, para así poder responder con autenticidad y eficacia evangélica.

Rubén Yennerich – Pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata – Uruguay – yenerich@adinet.com.uy

 


(zurück zum Seitenanfang)