Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 5° Domingo de Pentecostés. Fecha: 19 de junio de 2005
Texto según LET serie A : Mateo 10. 26-33 por Pablo Munter

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Los discípulos de Jesús y sus miedos:

Jesús les plantea a sus discípulos, a pesar de la exhortación de no tener
miedo, un panorama bastante desalentador acerca de la tarea de anunciar el
evangelio. Habla de muerte, de secretos ocultos, de enemigos. En medio de
ese panorama, Jesús los manda a anunciar el Evangelio de vida. Más aún, hay
una amenaza para quienes se nieguen a hacerlo.
Me imagino la cara y los cuerpos de los discípulos al escuchar estas palabras
de Jesús. Seres normales como nosotros que también tendrían susto, miedo,
escalofrío. Casi las tres veces que Jesús dice no tengan miedo, pasan totalmente desapercibidas, vacías ante tanto panorama negativo. Casi no comprendían, me imagino, porque aquel que les hablaba tan lindo de cambiar la sociedad siendo reflejo del amor de Dios, o sea, amando al prójimo, les hablaba con tanta dureza y tanta claridad.

La comunidad e Mateo y los miedos:

Los oyentes del evangelista Mateo, ya formados y organizados en comunidad,
si sabían de que se trataba. Estaban sufriendo persecuciones y muerte a causa
de ese mensaje de amor que habían recibido de Jesús, y ahora sí, el casi
trinitario “no tengan miedo” comenzaba a sentirse y a vivirse de otro modo.
Recordaban a Jesús, como enfrentó valientemente la cruz. Todo su accionar
y su amor al prójimo cobró sentido en esa cruz y en su posterior resurrección.
“No tengan miedo”,hay una recompensa para quienes a pesar de las consecuencias
que pueda sufrir se anima a hablar de ese amor de Cristo.


Jesús y nuestros propios miedos:

Quizá hoy no podamos pensar en los miedos de la misma manera que habla Jesús
a sus discípulos. Ni mucho menos de los miedos a la muerte a causa de compartir la fe cristiana. En la mayoría de nuestros países podemos hablar y predicar abiertamente nuestra fe, sea cual fuera. No sufrimos persecuciones ni amenazas de muerte por lo que vamos a decir. Al menos no de la manera como la sufrieron los primeros cristianos, donde eran quemados de a multitudes. Gracias a todos ellos y a su perseverancia en la fe es que llegamos a conocer ese Evangelio sabroso y sustancioso para nuestras vidas. Sin embargo, hubo sí, y hay, muchos mártires de la fe. Ya no quemados públicamente en plazas pero si que han sufrido la muerte por decir y actuar las verdades del evangelio. Podemos mencionar a muchos. Muchos que por anunciar la verdadera esencia de la fe y denunciar las maldades de los hombres, han sufrido y sufren exilios, muertes y torturas. Muchos que sufren en silencio, porque son burlados,
porque son marginados o porque hacen grandes sacrificios con sus vidas.
Quizá hoy no podemos pensar en esos miedos y riesgos reales que tuvieron
los primeros grandes cristianos, y si sabemos de alguien, es alguien quien
quizá está muy lejos de nuestra realidad. Pero si estoy convencido de que sufrimos otros tipos de miedos. Y quiero mencionar solamente tres:


1 El miedo de salir de nosotros mismos.

Parece ser que el postmodernismo, la globalización y el descreimiento de
toda ideología ha generado también en lo religioso una cierta apatía. La
humanidad tiende a ser egoísta, aislarse del otro, no interesarse por nada
que no sea uno mismo. Ni hablar de ciertos principios éticos o morales que
se desprenden de una convicción cristiana. La mayoría de las personas terminamos encerrándonos en nosotros mismos. Hacemos nuestro mundo y nuestra vida. Está de moda el decir, al menos en mi contexto, “yo no le hago mal a nadie”. Eso puede ser cierto, pero Jesús nos desafía a “hacer el bien” y no a “no hacer el mal”. Es una gran diferencia.
Solemos hacer lo que hace la masa: nos encerramos en nosotros mismos. También
en nuestras comunidades de fe solemos hacer lo mismo. Lo importante es que
yo esté bien, que nuestra iglesia esté bien. Ya no pensamos en “ir al encuentro del otro” y nos quedamos en la comodidad de nuestra comunidad, en la sustentabilidad de la misma y en que se conserven las culturas y tradiciones. Y nos quedamos tranquilos en esa postura. Así está bien. Poca claridad y simplismo en nuestra fe, cuando la hay, han generado también un temor a decir algo de la fe para no equivocarnos o por temor a no poder sustentar lo que decimos. Cada vez estamos todos los cristianos menos compenetrados
en lo que significa ser cristiano. ¿por qué soy cristiano? ¿por qué soy miembro de tal o cual iglesia? ¿por qué soy luterano, reformado, católico? Muchas veces, he llegado a la conclusión junto con la gente de que somos lo que somos por tradición, por costumbre, por seguir al rebaño. No por convicción, sino por conveniencia. Somos como el montón, como la masa. Se ha dado vuelta el miedo. No es un miedo a los otros, a los enemigos, sino que es, creo yo, un miedo de nosotros mismos. En mas de una oportunidad he escuchado a hermanas y hermanos decir: “Ay, yo no se como decir esto...”, “yo no sirvo para esta cosa o esta otra...” y en realidad no se animan a decir
“tengo miedo... tengo vergüenza”.


2 El segundo miedo al que me quiero referir es el miedo de ser diferentes.

Nos hemos acostumbrado tanto a “seguir al rebaño” y a justificarnos en nuestra
postura de fe tan acomodaticia que nos cuesta esto de que anunciar el evangelio trae consigo ciertos riesgos. ¿porqué? Por que anunciar el Evangelio implica seguir el mandato de Jesús de poner luz allí donde hay oscuridad. Significa entrar al templo y echar a los que hacen comercio con la fe, a los que venden “salvaciones milagrosas” o estímulos para la fe a cambio de una buena suma de dinero. Significa embarrarse los pies con el que está inundado, significa morirse de hambre con el que no tiene de comer, o hasta correr el riesgo de contagiarse alguna enfermedad como el HIV-sida por estar ayudando a enfermos a sentirse personas.
Ser diferente es salir del comodismo, de la tranquilidad de creer que porque somos bautizados o porque asistimos de vez en cuando a un culto y damos una generosa ofrenda ya estamos salvos. Todo eso ayuda pero aún no estamos cumpliendo con el mandato de Jesús, expresado en el gran mandamiento de amar a Dios, amar al prójimo y amarse a uno mismo y en la gran comisión de ir a las gentes de todas las naciones y enseñarles el Evangelio.
Ser diferente es escuchar la voz de Jesús y dejar que sea él el que nos guíe por el camino correcto. No podemos hablar las verdades del evangelio, si
no lo hemos escuchado primero a Jesús, en nuestro corazón y en nuestros sentimientos y no podemos animar y alentar a otros, si no hemos sido animado y alentado por cristo. No es un buen oidor de Cristo quien predica las cosas que los hombres quieren escuchar. La tarea del predicador no debe ser la de decir cosas lindas a los oídos de sus oyentes para que hagan ofrendas generosas o pueda conservar su puesto de predicación. Recuerdo que he investigado para mi graduación en la facultad de teología sobre la vida de un pastor alemán en la Argentina durante la época del nazismo. Como éste pastor optó por predicar a favor de Hitler solo porque entre sus oyentes estaba el embajador alemán y no predicar lo que decía el Evangelio. La consecuencia de esta predicación fue una congregación bien arreglada y con buena imagen, un pastor (que paso de ser pastor pobre en el sur en una comunidad pobre a un pastor bien acomodado) con buenas relaciones diplomáticas, pero... una iglesia con siete asistentes a los cultos. La tarea del predicador es esa: escuchar la voz de Cristo, manifestada en el Evangelio y transmitirla para que cobre vida en lo cotidiano.


3 El tercer miedo que tenemos en nuestros días es el miedo de ser consecuentes con lo que predicamos.

Nos cuesta hablar de nuestra fe no como algo abstracto, sino como algo concreto: un ejemplo en la vida cotidiana, ¿cómo nos definimos los cristianos frente a la corrupción, tan frecuente en los países latinoamericanos y tantos otros? No se trata solo de un decir yo no estoy de acuerdo... y no lo hago. Se trata, según las enseñanzas de Jesús, de denunciar las injusticias con nombre y apellido. Aunque eso implique una lucha y a veces enfrentarnos con los poderes de turno. Este es solo un pequeño ejemplo, muy pequeño de la gran tarea que tenemos los cristianos. Hay tantas situaciones a nuestro alrededor que nos urgen dar testimonio de nuestra fe y no tener miedo. Las injusticias que genera la globalización, hambres, desocupación, niños en la calle, drogas,
asesinatos, abuelos maltratados, la imprudencia con la ecología, por mencionar
solo algunos de ellos.
Anunciar la Buena Nueva es acción, no solo palabra. No es hablar lindo de
nuestro compromiso de ayudar a otros y después mirar para otro lado. Anunciar
la Buena Nueva es mantenerse firme en los conceptos y principios que Jesús
promulgó, no solo declamarlos los domingos y el lunes vivir como si nada,
como si Jesús no estaría en el mundo. No tengan miedo de anunciarlo a la
luz del día...
Recuerdo a un hermano de una comunidad de las que estuve que tenía muy buenos discursos de fe, siempre ocupaba los primeros bancos y dentro de la iglesia era un ejemplo de vida. Todos podían ver en él un pilar y un buen testimonio de Cristo. Conocedor de las escrituras y de las enseñanzas de Jesús. Pero fuera de la iglesia era otra cosa. Tenía un comercio en el que su balanza siempre marcaba más de lo que pesaba, entregaba mercadería sin mirar el vencimiento de los productos y su familia, a pesar de estar todos en la iglesia, no llevaban una vida en las líneas éticas y morales del Evangelio.
De nada sirve ocupar los primeros puestos si no somos consecuentes con lo
que predicamos. Solo poniendo al descubierto las intenciones de los malvados
podemos transformar esta sociedad. No tengan miedo de manifestar su fe, sus puntos de vista cristianos. Nuestro mundo, nuestra sociedad necesita cristianos comprometidos con el evangelio. Cristianos que pongan en práctica las consecuencias de la “Buena Nueva”. Cristianos que transformen esta sociedad llena de pecado en una sociedad en las que haya señales de Vida Nueva.


Confiar en Jesús, la receta contra el miedo:

Según la sicología el miedo es una reacción a lo desconocido, una perturbación
del estado de ánimo generado por algo, real o imaginario, a lo que no sabemos
como reaccionar. Poniéndolo en términos de la fe, el miedo se genera cuando
hay una falta de confianza en Jesucristo. O falta de fe.
Solo podemos lograr este testimonio de anunciar la Buena Nueva si tenemos
fe en Dios, si estamos convencidos de que es Jesús el que nos mueve, el que
está delante nuestro en esas acciones.
“No tengan miedo” dice Jesús tres veces.
La primera vez dice no tengan miedo porque no hay nada secreto para Dios,
nada que no se de a conocer tarde o temprano.
La segunda vez dice no tengan miedo porque nadie les puede hacer daño si
anuncian la verdad.
La tercera vez dice no tengan miedo porque ustedes valen mucho para Dios.
Tres grandes cosas: Jesús nos acompaña para anunciar la verdad del Evangelio,
si ÉL nos acompaña, nada nos puede pasar, porque para Dios nuestras vidas
son muy valiosas.
Animémonos a confiar en ese Jesús resucitado, dejarnos guiar por él, dar
testimonio de él en nuestra vida cotidiana realzando el valor de la vida
Nueva, la vida eterna, amen.


Pastor Pablo Münter, Pastor en Paysandú (Uruguay)
ierppay@adinet.com.uy


 


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