Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 7º Domingo de Pentecostés , 3 – 7 - 2005
Texto: según LET serie A: Mt 11, 25 - 30. Por: Cristina Inogés

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Hermanos: ¡Que el Señor ilumine su rostro sobre nosotros!

La iniciativa de Dios

¿Cuidamos lo suficiente nuestra fe? Sucede que, algunas veces, dedicamos más atención y cuidado a aquello que nos ha costado mucho esfuerzo conseguir, que a todo aquello que aparece en nuestra vida en forma de regalo.

La fe es un regalo, un don gratuito de Dios. Ni conocemos ni sabemos los criterios que Dios sigue para dar ese don, para hacer ese regalo. Solo sabemos que algunas personas lo tienen y otras no.

De las personas que tienen fe, podemos decir que son dichosas en el más amplio y profundo sentido del término. ¡Dichoso el que tiene fe! ¡Dichoso el que conoce a Cristo! Sí, dichoso porque si conoce a Cristo es porque el Padre lo hace partícipe de su pensamiento, de su creatividad, de su amor. Y dichoso porque todo esto lo lleva a decir: ¡Padre Nuestro! porque sabe y siente que existe un Padre revelado por el Hijo.

Toda fe es un regalo de Dios que nos da la libertad a los seres humanos. La fe que Dios nos da es un regalo tan profundo para el corazón que, en cuanto éste se siente tocado por esa fe, sabe que ya no hay realidades imposibles.

La iniciativa de Dios nos cambiará la vida y por eso no es nada recomendable andar desechando parte del regalo. Hay que aceptarlo todo, el contenido y el envoltorio, y si eso nos lleva a trastocar nuestra vida de manera total, sabremos que Dios nos ha hecho el mejor regalo de nuestra vida.

La oferta de Dios

Nadie conoce al Padre sino el Hijo y al Hijo nadie lo conoce sino el Padre y a quien el Padre se lo quiera revelar. Pero tranquilos que no se trata de un conocimiento de teorías etéreas. En realidad es tan sencillo, que Jesús en el evangelio da gracias al Padre por haberlo revelado a los sencillos. ¿Qué quiere decir esto? Pues que es tan sencillo como dejarse amar, o ¿acaso es esto precisamente lo complicado? Dejarse querer es complicado a veces. Pero en este caso, no.

El amor de Dios que nos revela Cristo, es el amor que nos dice que existe el presente, pero también el futuro, que hay una historia definitiva a la que estamos llamados a participar. Es el amor que nos dice que nunca en la vida, ni en lo bueno ni en lo malo, estamos solos porque alguien nos acompaña haciéndose uno con nosotros.

Todo esto es posible porque el amor de Dios no se encuentra en los libros, sino en la vida. Y digo lo de los libros, porque yo cometí el error de buscarlo en los libros, en lo intelectual y me costó mucho darme cuenta (y eso que lo tenía siempre delante) que el amor de Dios está en la vida porque es un compañero de viaje que no abandona. No quiero decir con esto que los libros no sean importantes, lo son para aprender a dar forma, para aprender a contar la experiencia de Dios en la vida.

En la vida es donde sentiremos que Cristo no es un ser teórico, sino un hermano próximo que siempre está ofreciendo, alentando, ayudando… pero no olvidemos que, siempre, respetando nuestra libertad para ser los hacedores de nuestro destino.

Jesús no nos impone grandes complicaciones para hacernos partícipes de la oferta del Padre: cargad con mi yugo y aprender de mí que soy sencillo y humilde de corazón. Por si nos entra miedo, inmediatamente aclara: Mi yugo es suave y mi carga ligera.

La oferta de Dios también incluye la felicidad aquí. Porque no tenemos que esperar a morirnos para ser felices. El regalo y la oferta de Dios, nos capacita para liberarnos de los miedos y ataduras. Nuestro corazón tocado por el regalo de Dios es poseedor de la verdadera liberación. Y de la felicidad que proporciona la libertad.

Quién recibe el regalo de Dios

Jesús no tenía ningún inconveniente en que lo siguieran los sencillos y humildes, pero me imagino que no le haría gracia que los “intelectuales y ricos” de la época, sólo lo siguieran para sacarle defectos y ponerlo en dificultades. Es evidente que se sentía a gusto con la gente sencilla porque el arranque de este evangelio no puede ser más bello y preciso en este sentido: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y se las has dado a conocer a los sencillos.

No es que Jesús prefiera a un tipo de personas más que a otras. Dios nos quiere a todos por igual, lo que sucede es que también esto funciona una especie de “selección natural”. Si aceptamos el regalo y la oferta de Dios estamos dentro de un grupo y si no, pues no.

Dios hace el regalo, si lo aceptamos (con envoltorio y todo) perteneceremos a la gente sencilla, a los hijos e hijas de las bienaventuranzas que abren su corazón a la libertad de Dios, a la liberación que nos llevará a tender los brazos a Cristo para, juntos, sobrellevar las cargas y las alegrías de la vida.

En una sociedad donde solo cuenta lo importante, lo magnífico, lo más de lo más, sentirnos “los pequeños” de Dios, es vivir una experiencia vivificante y completamente “alternativa”. Disfrutemos del regalo y cuidemos con mimo y ternura el don recibido ¡Ánimo! , que el yugo es suave y la carga ligera.

Cristina Inogés. Zaragoza - España
crisinog@telefonica.net

 


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