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Predicación para el 9º Domingo de Pentecostés, 17 –7 – 2005 (-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de) |
Título: ¿una parábola con final feliz? Apreciadas hermanas y hermanos: La parábola que nos toca en este domingo es excelente. La explicación de la parábola Jesús la realiza con sus discípulos a solas. Entre la parábola (13:24-30) y su explicación (13:36-43) se encuentran las parábolas del grano de mostaza (13:31-32) y de la levadura (13.33-35) El orden y la estructura de texto no son casuales. Todo aquí está muy bien pensado. Lo que dice la parábola es cierto. La gente de campo lo sabe muy bien. Al comienzo la cizaña y el trigo son muy parecidos y es imposible distinguirlas. Al crecer, cuando ya es posible distinguirlas, no es posible arrancar la cizaña: las raíces pueden llegar a estar entremezcladas. El dueño del campo lo sabe mejor que sus siervos: hay que esperar a la cosecha. La cosa es clara: el campo es el mundo; la cizaña es sembrada por el maligno, el diablo o, si se prefiere, Satanás. El día de la cosecha es la parusía: algunos van al granero, otros al horno. En el horno habrá lloro y el rechinar de los dientes. Sí, la cosa es clara. ¡Tal vez demasiado! La antítesis entre la recompensa de los justos y de los pecadores es enorme. Pero: ¿para qué Jesús cuenta está parábola? Para explicar su actuar y su actitud. Es diferente a la actitud de los fariseos ¡y de Juan el Bautista! Para ellos el Mesías cuando venga tenía que tener en la mano una hoz o, tal vez mejor, un hacha. La justicia de Dios, cuando se manifieste el Mesías, será para hachar y arrancar, tal como fue la predicación de Juan el Bautista. Desde esta perspectiva no me asombra que, con la actitud que tuvo Jesús, Juan el bautista –parafrasiando- le haya preguntado a Jesús: ¿sos vos o tenemos que esperar a otro? ¿Y el juicio para cuando? ¿Cuándo cortarás, cuando hacharás, cuando arrancarás? Para Jesús la cosa entre el bien y el mal no es simple, como lo ve el ojo humano. El mundo, y cada uno de nosotros, es como el campo de la parábola: el bien y el mal están mezclados. Y, en fin de cuentas, el único que puede ver en el más hondo fondo del corazón humano es Dios. Las cosas caen por su propio peso específico. Hay que tener paciencia y esperar que las cosas maduren. No podemos saber cual es el trigo o la cizaña. Si les preguntara ahora a ustedes: ¿Son trigo o son cizaña? La respuesta sería bastante clara y rápida: “somos trigo, claro está”. ¿Será tan claro? ¿somos 100 % trigo? Lo dudo, ¿No será, más bien, que tenemos/somos un poco trigo y un poco cizaña? Al escribir estas líneas me acuerdo Kierkegaard y su antropologia. Para muchos filósofos –demasiados a mu gusto, diré- el hombre era/es esencialemente bueno. Será la I y la II guerra mundial quién le dé la razón al filósofo danés. Esta lección de Jesús es para todos los tiempos. Hay al respecto una historia que me gusta mucho (*) : " Había una señora que todos los días se dirigía a la Capilla del pueblo para rezar a las siete de la tarde. Era muy puntual y nunca faltaba. Los caminos y los juicios de Dios, son diferentes a los nuestros. ¡Y en buena hora! Hay que tener paciencia y esperar. Las cosas ya madurarán. Ya vendrá el día de la cosecha. El separar la paja del trigo le compete a Dios ¡No a nostros como constantantemente lo hacemos! (¿Será, acaso, nuestra parte-cizaña?) Pero: ¿Qué nos propone Jesús? ¿Es una llamada a la inercia? ¿paciencia y más paciencia resignada? NO DE NINGUNA MANERA. ¿Por qué ? Porque entre la parábola y la explicación esta la parábola del grano de mostaza y la de la levadura. La semilla de moztasa es tan pequeña como la cabeza de un alfilar ¡y llega a ser un árbol muy grande! Un poquito de levadura hace leudar a toda la maza. No se describe el desarrollo, ni del árbol y de la masa que leuda. Lo que importa es el resutado. El estado inicial y el final, diríamos nosotros. ¿Qué significam estás parábolas? Qué el reino de Dios comienza pequeñito. A los ojos de los fariseos los priemros discípulos de Jesús eran insignificantes, iletrados, desconocedores de la ley, se juntaban con los pecadores y los impuros, etc, etc, etc. Pero Dios, con ese poquito a los ojos –demasiado- humano, puede hacer mucho. El Reino de Dios que comienza tan chiquitito y, aparentemente, tan insignificante, crecerá y llegará a todas las naciones. ¿No es está la misión que le deja Jesús a sus discípulos al final del EvMT? ¿No termina así el EvMT? Por eso, hermanas y hermanos, nada de paciencia resignada. En fin, según la terminologia del texto de hoy, no se trata de juzgar, sino de conocer las cosas por los frutos. Créanme: las cosas, a la larga o a la corta, caen por su propio peso especifico. Amén. Sergio A. Schmidt
(*) Sacada de la Red de Liturgia del Consejo Latinoamericano de Iglesias.
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