Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 13º Domingo de Pentecostés, 14-8-2005
Texto: según LET serie A: Mt 15, 21 – 28. Por: Cristina Inogés
(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Hermanos: ¡Que el Señor ilumine su rostro sobre nosotros!

La noticia(*)

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos.

Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja.

De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países.

De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro.

Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte el muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella.

Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.

Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo.

Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: “Pero qué chiflados están los europeos”.

La Buena Noticia

¡Pues si que es antipático Jesús en este pasaje! ¿Quién se cree que es? Es posible que ya tuviera claro que era el Mesías, pero… sólo de los judíos. Menos mal que llegó en su ayuda una mujer, y esto dicho con toda seriedad y sinceridad. Algunas veces tenemos una imagen de Dios tan divina, que nos cuesta ver que también era hombre y que pensaba como tal. Lo cierto es que Jesús se nos presenta en este texto como todo un judío.

La Buena Noticia es que Dios es para todos, que viene para todos, que ama a todos. La cananea, juega el papel de la insistencia y de la perseverancia. Aparece gritando y llamando la atención del Señor, ella una extranjera. Los apóstoles como siempre, buscando la resolución del conflicto sin compromiso. Jesús la atiende desde su idea judía: Dios me ha enviado sólo a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Ella insiste como madre, la salud de su hija es un tema muy serio como para dejar de hacerlo. Y Él le dice algo que, lejos de dejarla asustada o callada, le hace tomar a la mujer las riendas de la conversación y, el Rabí va a aprender de ella. La conversación desde ese momento va a tener el punto de vista de la cananea.

Jesús ve todo blanco o todo negro; o comen los hijos o comen los perros. La cananea tiene otra visión. Ella está acostumbrada a manejarse en su casa. Cada día se ocupa de alimentar a la familia y sabe que no es necesario estar pendiente de los perrillos que por ahí andan, porque comen solos, comen de lo que cae de la mesa. Sabe que no se puede jugar con la comida de la familia, pero su punto de vista le dice que hay para todos, hijos y perros.

Lo que hace esta mujer extranjera es invitar a Jesús a que vea la vida de otra manera. Le invita a ver la gama de grises que hay en la existencia humana. Le está mostrando que nadie es más que nadie por haber nacido en uno u otro lugar del mapa, que nadie debe dar por supuesto nada respecto a otra persona y que Él, el Mesías de los judíos lo es también del resto de la humanidad. Una extranjera le abrió los ojos a Jesús sobre la extensión de su mesianidad. Gran misión la que Dios había encomendado a esta mujer en la vida: ayudar a Jesús a acercarse más a los seres humanos y a perder sus prejuicios de raza y nacionalidad.

Esta insistente mujer nos está enseñando a todos que la fe no es cosa de un día, que la perseverancia, la constancia y el no desfallecer son actitudes muy importantes en nuestra vida de oración. Porque esta mujer está orando, de forma un tanto peculiar, pero está orando.

Es curioso como Jesús, con relativa frecuencia, se dirige a los apóstoles como “hombres de poca fe”, pero a esta mujer le dice: Mujer, ¡qué grande es tu fe! Tal vez ella esperaba algo parecido a “efectos especiales” por parte de Jesús, pero solo escucha: Que te suceda lo que pides. Muchas veces esperamos que nos sucedan las cosas cómo a nosotros nos gustaría que pasaran, y en realidad acontecen de otra manera muy distinta. Orar con fe es seguir nuestro camino con más serenidad, con más paz, con más decisión y más atentos a la actuación de Dios.

Cuando nos acerquemos a un extranjero en este mundo ya tan mezclado, no pensemos que somos nosotros los que le vamos a enseñar. Caminemos juntos, para juntos aprender. Y dejémonos sorprender por los extranjeros que comparten nuestro país y sus puntos de vista. Jesús no se encerró en sí mismo y dejó que las palabras de la cananea penetraran en Él. ¿Estamos nosotros dispuestos a hacer lo mismo?

Cristina Inogés. Zaragoza – España
crisinog@telefonica.net

(*) “El negro”, artículo publicado por Rosa Montero en EL PAIS el 17 de mayo de 2005.

 


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