Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 15° Domingo de Pentecostés. Fecha: 28 de agosto de 2005
Texto según LET serie A : Mt 16, 21 - 26 por Sergio Schmidt
(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Título: “Te quiero… ¿lejos de mí?”

Apreciados hermanas y hermanos:

Algo es cierto. Una cosa es saber y, muy distinto, es comprender. Podemos saber algo, pero no significa que lo comprendamos. Podemos saber de memoria la teoría de la relatividad pero, de allí que la podamos entender, hay mucha distancia.

Algo parecido les pasa a los discípulos en el texto. Ellos sabían muy bien que Jesús era el Mesías, el Cristo si les gusta más. Pero, estaban muy lejos de comprender lo que significaba. ¡Tal vez por eso les pide que se callen la boca! Ellos todavía pensaban en un Mesías terrenal, un nuevo rey David.

Jesús, con gran amor y paciencia, les dice por dónde pasa el camino propuesto por Dios. A Jesús le esperaba el sufrimiento, la cruz y la muerte. La resurrección vendría después, al tercer día. Pedro, arrebatado como siempre, le dice a Jesús que de ninguna manera esto debe suceder: ¡ten compasión de ti mismo! El Mesías Petrino –y de los otros 11 también- era un Mesías de Poder, Gloria y Conquista. Era imposible pensar en un Mesías doliente ¡¿y derrotado?! ¡¡Quién quiere un Mesías así??

La respuesta de Jesús son palabras muy duras. La tentación del apóstol Pedro también.

Nadie, ni el propio Jesús, desea el sufrimiento y todo lo que era la crucifixión. Será hasta Getsemaní que Jesús tendrá que luchar contra esta tentación. Y, sin quererlo, Pedro le ofrecía un camino distinto que la cruz, tal como ya se lo había propuesto Satanás en la tentación. Pero, en el caso de Pedro, la cosa era peor porque venía de alguien que lo amaba. ¿O podemos decir que Satanás habló por medio del calido amor –equivocado, claro está- de su apóstol?

Pero esto no es todo. Los discípulos deberán negarse a si mismos, cargar con su cruz y seguirle. ¿Del sufrimiento de Jesús al sufrimiento de los cristianos? ¿Se nos vuelve a proponer que el cristiano viene al mundo para sufrir?

Este texto por marca tres cosas importantes para tener en cuenta en el mundo de hoy:

1º) Creo que una de las situaciones más difíciles es salir de la clase de amor sobre-protector que, al evitarnos el sufrimiento, nos impide crecer. Es como la historia que cuenta que un hombre miraba como salía del capullo una mariposa. La mariposa luchaba para salir de capullo que, aparentemente, estaba un poco sellado por algunos hilos. Para ayudarla, el hombre toma una tijera y corta los hilos de la entrada y listo, la mariposa puso salir con facilidad. Pero esa facilidad movida por el amor, arruinó la vida de la mariposa: sus alas no pudieron desplegarse. El hombre ignoraba que ese esfuerzo que realizaba la mariposa, le ayudaba a que le llegue la sangre a sus alas. Al no tener que realizar tal esfuerzo, la mariposa nunca supo lo que es volar.

Esto mismo vale tanto para Jesús como para sus discípulos y para cada uno de nosotros hoy. La tentación de Satanás puede reducirse a algo muy simple: proponernos un camino –en apariencia- mejor al que Dios nos propone. ¿No es esto es la esencia de Génesis 3? El atajo que Satanás siempre es mejor porque nos ahorra el dolor, el sufrimiento… ¡y el compromiso verdadero, real y concreto!

En otras palabras, la ley del menor esfuerzo no siempre es el mejor camino a seguir. Ya lo dijo Nietzsche, “¿Cuál es la razón de la vida del hombre? ¿Ser feliz? ¡No cumplir con nuestra misión!”. Lo mismo, pero con otras palabras es lo que nos dice V. Frankl:

“Yo diría que lo que el hombre quiere realmente no es la felicidad en sí, sino un fundamento para ser feliz. Una vez sentado este fundamento, la felicidad o el placer surgen espontáneamente.”(*) .

Eso sí, es esta falta de sentido de la vida frente a la terrible dictadura del relativismo post-moderno lo que nos lleva –o pretende hacerlo- al vacío existencial. El camino fácil, el camino del no-compromiso con el otro, sea el otro mi prójimo o el Gran-Otro que es Dios, termina por vaciar nuestra vida de sentido.

Es este facilismo no comprometido el que, al igual que la mariposa de la historia, al proponernos un “mejor atajo” al propuesto por Dios, no nos deja desplegar las alas.

2º) Para las personas cultas, las que “han llegado a la mayoría de edad”, la idea de Satanás como una persona pertenece al mundo mitológico. Desde la Ilustración, la neología, el idealismo, etc, se ha dejado de hablar sobre el mal o el maligno. El hombre ha dejado de ser esencialmente malo. La antropología negativa queda a un lado.

No es que el hombre malo, se me dice, lo malo es la sociedad, las estructuras, el papá, la mamá, lo que fuere, pero no el hombre en esencia.

Antes se decía diablo, Satanás; hoy parecería que éste aparece en las palabras que llevan cualquier “ismo”. Las ideologizaciones, las demonizaciones, las diablolizaciones, están hoy muy bien enclavadas y presentes en nuestro mundo del siglo XXI aunque, en realidad, nunca de diga diablo o Satanás. Para constatar eso sólo nos basta con leer los periódicos o mirar los noticieros.

No hace falta mucho esfuerzo intelectual para poner un gran signo de pregunta a nuestra “mayoría de edad”, tan cacareada por el hombre contemporáneo.

Con la retirada de Satanás o del Diablo del mundo real al mitológico, en verdad, la humanidad no ha ganado mucho. Caso contrario, les pregunto: al dejar de poner al diablo, Satanás, o como quieran llamarlo, como una persona o un ser y ponerlo en la senda de la desmitologización, ¿nos ha ayudado a ser más y mejores seres humanos? ¿Puede relativizarse la muerte y el problema del dolor? ¿No podría decirse que, en realidad, hemos cambiado de superstición?

Me y les pregunto: ¿será por eso que, cuando la humanidad occidental no ha querido decir “Dios” ha dicho, a modo de reemplazo, “nación”, “razón”, “raza” o “clase” con los resultados ya conocidos por todos? Males hubo y males habrá. Y los habrá mientras el mundo sea mundo; y, en este sentido, que me perdonen muchos de mis hermanos y hermanas en la fe pero el llamado “reino de Dios es la tierra” no es bíblico; no es una promesa de Jesús. Tendremos lo perfecto, cuando venga en verdad lo perfecto, o sea la segunda venida de Jesucristo.

Al hacer esta afirmación, se puede preguntar: ¿no estoy cayendo en la religión “como opio del pueblo”? No, en absoluto, ¿Por qué? A esto lo vemos en las palabras de Jesús sobre el tomar nuestra cruz y seguirle, Mt 16:24-26.

3º) Muchas veces se ha tomado estás palabras como un enorme consuelo o bálsamo. Cualquier dolor, complicación, frustración, carga, sufrimiento, dolencia, enfermedad, etc que tenemos que soportar y que, de alguna manera, no podemos liberarnos de este mal, se transforma en una cruz que tenemos que llevar; cruz que, según esta visión, es enviada o al menos permitida por Dios. Esta interpretación, tan conocida y aceptada, no corresponde. Es, si se lo piensa bien, otro atajo más.

Cuando Jesús está hablando de llevar la cruz, no significa, en absoluto, nada que se asemeje a la interpretación arriba descripta.

Muchas veces, hablamos que estamos llevando la cruz de Jesús cuando, en realidad, simplemente estamos recibiendo lo que sembramos, las consecuencias que devienen de las opciones que hemos hecho desde nuestra libertad. Y, lamentablemente, podemos evitar ver y asumir todo esto diciendo resignadamente que llevamos la cruz de Cristo. En otras palabras: cuando no quiero o no puedo enfrentarme con una verdad que no me gusta o me hace sufrir, puedo tener la cruz de Cristo como recurso, a modo máscara, que impide -por eso me ayuda- a no enfrentarme con dicha verdad. En fin, podemos llegar a ser verdaderos cobardes como personas pero, al menos, somos “perfectos” como cristianos.

Entonces, llevar la cruz de Cristo y seguirle, hacer mía la cruz de Cristo no es que nosotros la tenemos que llevar la nuestra así como Él mismo la cargó, camino al calvario. Jesús jamás espera de nosotros una actitud estoica frente a la vida, por así decirlo.

De ninguna manera el Evangelio, como buena noticia, pretende sacarnos la libertad y las decisiones y opciones que devienen de ésta; el Evangelio no pretende sacarle al hombre su responsabilidad, dejando a ésta al arbitrio de los poderes y fuerzas de turno que imperan hoy. Si las personas se ponen bajo estos poderes que conocemos bien, pierden su libertad, entendida ésta en su sentido más amplio y profundo.

A esto lo vemos en las palabras: “Quién quiera ganar la vida la perderá”. ¿Qué significa esto? Nuestra vida no se limita a la existencia que precede antes de la muerte. Nuestra existencia no tiene su fuente en la cantidad de años, meses y días que vivimos. No pudimos controlar nuestra existencia; cuando tomamos conciencia que tenemos vida, ya hemos vivido algunos años. La fuente de nuestra existencia está en otra parte y no se termina con la muerte y la tumba.

Claro que podemos poseer nuestra existencia como si fuera nuestra propiedad privada más preciada. Podemos apegarnos a ella, conservarla, estrechándola fuerte a nosotros mismos a cualquier precio. Podemos hacerlo pero, en realidad lo que nos encontraremos es que, actuando así, nuestra existencia se agota en sí misma.

Si vemos nuestra existencia como “mi propiedad”, veremos se termina siendo como el agua se que escapa en nuestras manos: por más que haga esfuerzos por retenerla, se va. Y no hay nada que podemos hacer al respecto. Te vas a morir y me voy a morir: “Quién quiera ganar la vida la perderá”.

Pero, “quien quiera perder su vida por causa mía, la ganará”. Tu vida no es tuya, como tampoco mi vida es mía. Nuestra existencia es de otro, del Gran-Otro, que es Dios. Así como nuestra vida ha comenzado antes que nuestra propia conciencia captara que está en nosotros, de la misma forma, nuestra existencia continúa después de la muerte, porque la vida que recibo, la recibo del Dios que se reveló en Jesucristo. Para decirlo con las palabras de Jesús, si acepto perder la vida, entonces la gano.

¿Qué cruz debemos llevar en el seguimiento de Jesús? No es mi cruz o tu cruz; es SU cruz, la de Jesús. En cada momento de nuestra vida debemos tener presente todo lo que nuestro Señor Jesucristo hizo por nosotros. Tomar la cruz de Cristo, cargarla y seguirle es, entonces, tomar conciencia que mi vida no es mía, sino que descansa en Dios y por lo tanto depende este Gran Otro. Y, como depende de este Gran Otro, soy llamado a comprometer toda mi propia existencia por fidelidad a Dios. Lo puedo hacer porque el propio Gran Otro que es fiel, me da la más absoluta de las garantías que Él puede liberarme de la muerte.

Seguir los pasos de Cristo es tener presente todo esto, cada día, cada momento. Y, es así, como esta nuestra pequeña vida terrenal tiene sentido.

Ya no me preocupo al ver como mi existencia terrena se me escapa como agua entre los dedos; al saber que mi existencia pre y post muerte depende de Dios, puedo comprender que, como tenemos libertad, debemos “invertir” esta libertad en compromiso. La verdadera libertad, está anclada en el compromiso. La libertad sin compromiso, es libertinaje.

Así, cuando pongo mi existencia, toda mi vida, mis fuerzas, mi voluntad a la causa de Cristo con todo lo que esto implica, no pierdo la vida terrera porque no sólo tendrá pleno sentido sino que también, por sobre todas las cosas, ésta no se acaba con la tumba.

Resumiendo: fue el apóstol Pablo quién hubo reflexionado sobre todo esto y lo resumió en una sola frase: “Si vivo, no soy yo quién vive, sino Cristo, que vive en mi” Gal 2:20.

Qué así sea. Amén.

Sergio A. Schmidt
Pastor Bs. As. Sudoeste
breschischmidt@telecentro.com.ar

(*) Cf. Víctor Frankl, El hombre doliente. Fundamentos antropológicos de la psicología. Ed. Herder (Barcelona, 1990 2º ed) Pág. 11.

 

 


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