Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 20° Domingo de Pentecostés. Fecha: 2 de octubre de 2005
Texto según LET serie A : Mateo 21, 33 - 43 por Narciso Weis

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Estimada congregación, queridos hermanos y hermanas en Cristo.

Quizás lo primero que deberíamos hacer para comprender mejor el texto es hojear un poquito hacia atrás y observar cuales son las cosas que están sucediendo.

Veremos la parábola de los hijos relatada por Jesús después de un intercambio de opiniones con las autoridades judías, la maldición de la higuera, la purificación del templo, la llegada de Jesús a Jerusalén.

Situaciones que nos permiten entonces ir pensando en el desarrollo de la situación hacia la que Jesús va caminando; los maltratos, los abandonos, la cárcel y la cruz.

Todo elaborado y pergeñado por aquellos a quien sucesivamente les fue encargada la transmisión de la fe en Dios.

A veces me pregunto ¿tan diferente puede ser concebida la relación con Dios desde el poder?

Porque se había transformado en opresivo, acotado, lleno de ira, ambicioso, con leyes, leyes y más leyes que discriminaban, estigmatizaban y abandonaban a su suerte a los desvalidos y enfermos, acusándolos de pecadores y malvados, injustos, incapaces de re-encontrarse en comunidad (prohibida su participación), situaciones insólitas que elegían una elite para Dios y por lo tanto echaba fuera a los que no cumplían con lo estrictamente legal.

Habían usurpado la “viña del Señor” y los frutos ya no eran para todos sino para unos pocos.

Actualmente ¿vivimos en nuestras comunidades situaciones parecidas, discriminatorias, egoístas, con algunos enquistados en el poder decidiendo que cosas nos acercan o alejan de Dios? ¿cumplimos solo ritos a rajatabla, a puertas cerradas, por miedo a que entre alguna diferente que tenga que hacernos cambiar de actitud? Que nos importa mas, ¿Cómo se hace, se dice, se mueven los brazos en la celebración o la gracia de estar reunidos en un mismo sentir?

Recordemos que el mismo Jesús nos llama a ser solidarios con los que tienen hambre, sed, falta de ropa, de hogar…

Y que cada vez que negamos ayuda por estar “ocupados con nuestra fe” estamos desechando a la piedra fundamental.

Sin amor no hay comunidad.

La comunidad es de Dios, y de su hijo, no de los que “trabajan” en ella. Por eso cuidemos la viña, como un lugar donde el amor, la comprensión y la aceptación fluyan constantemente, para que quienes participen se sientan hermanos en el trabajo, fortalecidos en sus vidas y amados como creación del Señor.

Amen.

Narciso Weiss, Pastor en Buenos Aires
elinar@datafull.com

 


(zurück zum Seitenanfang)