Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el último domingo del año litúrgico. Fecha: 20 – 11 –2005
Texto: Mt 25: 31 - 46 por Sergio Schmidt
(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Título: Un texto bíblico conocido!

Apreciada comunidad:

Este texto es muy conocido. Es un clásico. La honda carga social que tiene este pasaje hizo que sea tan conocido. Este es uno de los textos del Nuevo Testamento que más se utiliza para marcar el compromiso social que todo cristiano verdadero debe tener para con los más débiles de la sociedad.

Esta parábola, tan sabida y conocida, trata sobre el juicio final, en la parusía. Esta parábola busca responder a una pregunta: ¿Cómo juzgará Dios en el juicio final? La parábola es clara: el parámetro será el amor a Jesús.

Los que son juzgados y aprobados por el juez en los versículos 37-39 realizan en el juicio una objeción. La sentencia es incomprensible para ellos: ¿Cuándo fue que mostramos amor al Rey? En el versículo 40 se les explica: no se trata de cosas puntuales que hayan realizado personalmente a Jesús, sino a sus hermanos y, conjuntamente, a Él mismo.

El versículo 45 nos muestra que “los hermanos” no eran los discípulos de Jesús, sino las personas que se encuentran necesitadas. Justamente, la condena a los otros, no corresponde por el hecho de haber realizado grandes pecados, sino en la negligencia de no haber hecho el bien.

En otras palabras, la pregunta de la parábola es, si nuestra fe es una fe vivida o no. Hay una historia que me gusta mucho que refleja justamente este elemento tan importante en esta parábola: (*)

"Había una señora que todos los días se dirigía a la Capilla del pueblo para rezar a las siete de la tarde. Era muy puntual y nunca faltaba. Cuando se atrazaba porque las cosas de la casa o la cena le ocupaban más de lo acostumbrado, iba corriendo por la calle para llegar a tiempo.Tan rápido hacía las cosas para cumplir con el horario de su oración que, muchas veces, trataba mal a la gente en la fila del mercado o caminaba atropellando a los demás. Si algún mendigo le pedía una moneda en la puerta de la Capilla, ni lo miraba; estaba tan apurada que entraba veloz como un rayo.

Un día, "le pasaron todas". Se peleó con el almacenero, porque tardó mucho en hacer la cuenta de las cosas que había comprado; atropelló a una señora que tenía la bolsa llena de papas y caminaba lentamente; por último, le dió vuelta la cara a unos chicos que se le acercaban para pedirle unos pesos para comprar leche. En su propia casa, las cosas no anduvieron mejor. Uno de sus hijos le pidió ayuda para hacer una tarea. Como se imaginan, le dijo que se la arreglara solo. El marido, que había llegado muy cansado de trabajar, tuvo la ocurrencia de conversar un rato con ella, mientras tomaban unos mates; lo dejó plantado con la pava de agua caliente en el patio. A pesar de todos esos "obstáculos", salió de su casa, llegó a la Capilla casi a tiempo... y se encontró con que estaba cerrada. ¡¡Cómo puede ser!!  ¡¡Le dió una rabia!! Se metió por un pasillo lateral que bordeaba la casa parroquial, pero, nada.  Todo estaba cerrado.

Volvió a ir por la entrada principal y, precisamente allí, vió que en la puerta del templo había un cartelito clavado con chinches que decía:

"NO ME BUSQUES AQUI... ESTOY ALLÁ AFUERA". JESÚS.
¿Por qué me llaman Señor, Señor y no hacen lo que yo les digo?

Y creo que la cosa es más sencilla de lo que esperamos. Seremos juzgados por lo que hicimos, si; pero también -¿o más?- por el bien que hemos dejado de hacer. No alcanza con “ser bueno“, o “portarse bien“. No alcanza con no hacer el mal. Tenermos que hacer el bien. No alcanza con predicar, tenemos que hacer. Lo mismo vale para las Iglesias y las comunidades: No alcanza con predicar, hay que hacer diaconia. Las comunidaders cristianas no solamente hablan, también hacen. Y es, justamente en este hacer, dónde mejor predican. Y no sólo en el servicio activo, sino que, si tomamos el ejemplo de propio Jesús, también aceptaremos el servicio pasivo de Jesús.

La diaconia y el servicio a los demás (visto como hecho al propio Jesús y cómo fue el del propio Jesús) ¡no es algo accesorio u opcional!!!! Si en verdad tenemos la fe y el compromiso que profesamos tener, será una obligación.

No será una obligación como una espada al estilo de Damocles, será una acción que deviene del propio amor con que nos ama Dios.

En fin de cuentas: el amor, el comproniso y el respecto que le decimos tener a Dios, se ve -y se verá reflejado en el dia del jucio- en el amor, compromiso y respecto que tuvimos a los hermanos de Jesús.

Sergio A. Schmidt
IERP, Bs. As.
breschischmidt@telecentro.com.ar

 

(*) Sacado de; Red Latinoamericana de Liturgia. Consejo Latinoamericano de Iglesias.

 


(zurück zum Seitenanfang)