Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

Predicación para el domingo, Sexagesimae, 19 de febrero de 2006
Texto: Marcos 2: 18 – 22 por Marcos Abbott
(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


¡AYUNEMOS! ¡CELEBREMOS!

Uno no se comporta en una boda como si estuviera en un funeral, y no actúa en un funeral como si estuviera en una boda. Es el sentido común. En parte esto es lo que está pasando en el texto de hoy. Los fariseos preguntan a Jesús, desafiantes:

¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?

El ayuno era un acto de luto, o de contrición y arrepentimiento, y el ayuno de los fariseos y los seguidores de Juan Bautista tenía sentido. Palestina estaba ocupado por los romanos. La economía imperial incrementaba por mucho la presión fiscal y como consecuencia mucha gente perdía sus tierras ancestrales, y el dinero se concentraba cada vez más en pocas manos. La jerarquía religiosa acomodaba el imperio y también añadió a la presión fiscal. Y hubo muchos más motivos.

Hay otra razón teológica por el ayuno. Creían los judíos que el exilio del pasado y la ocupación extranjera del presenta eran en un sentido castigos de Dios por el pecado del pueblo. Si el pueblo se arrepintiera y volviera de todo corazón a Dios, entonces Dios actuaría para salvarles y restaurar el pueblo como nación libre y como sendero de luz a las naciones gentiles. El ayuno servía como una demostración de sinceridad y arrepentimiento que tocaría el corazón de Dios para que interviniera. El ayuno tenía sentido.

Entonces, ¿por qué responde Jesús así?

¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo el esposo, no pueden ayunar .

¿Es Jesús tan ignorante de la realidad que le rodea? ¿Tiene su cabeza en las nubes? La respuesta sólo tiene sentido si uno toma en cuenta el contexto del evangelio de Marcos desde el inicio del ministerio de Jesús hasta este momento.

Jesús comienza su ministerio anunciando el reino de Dios. "El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepentíos y creed en el evangelio!” (1:15). Este anuncio corresponde completamente con la esperanza expresada por el ayuno de los fariseos. Estaban esperando la intervención de Dios.

Después de esta introducción hay una serie de manifestaciones del reino de Dios en el ministerio de Jesús. En 1:38-39 Jesús echa demonios, luego cura a un leproso. Provoca un escándalo cuando anuncia el perdón de pecados a un paralítico. ¿No era el perdón lo que buscaban los fariseos por su ayuno? Demuestra que no estaba hablando palabras vacías cuando sana al paralítico.

Jesús continúa molestando a los líderes religiosos porque tiene la audacia a llamar a un cobrador de impuestos, un colaborador de Roma a seguirle, y acepta su hospitalidad. Cuando le reprochan, Jesús responde: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.” Otra vez, ¿no es eso señal de respuesta al ayuno?

Los fariseos no caían en la cuenta. El reino de Dios irrumpía con Jesús. Los exorcismos, las sanidades, la restauración de colaboradores con el imperio al pueblo de Dios, como es el caso de Leví, son signos de la presencia del reino de Dios. Perdón, liberación y restauración son las respuestas a las oraciones que representan el ayuno.

Por eso, Jesús puede compararse con el esposo en una boda. Mientras Jesús está con ellos no hay motivo de ayuno, porque el reino está brotando. El reino está presenta. ¡Tengamos fiesta! ¡Celebremos!

En nuestra sociedad y nuestro mundo hay muchos motivos para el ayuno. La guerra, la injusticia, la desigualdad, el envenenamiento del medio ambiente junto con otros propósitos mil hay para estar de luto, para estar deprimido, para ayunar y buscar el rostro de Dios.

Sin embargo, Jesús también está en nuestro mundo y hay signos de la presencia del reino de Dios entre nosotros. Un matrimonio en conflicto se reconcilia. Un toxicómano toma la decisión en su fuero interior a buscar ayuda. Un niño con el síndrome downs es aceptado y querido por sus padres. Un muro de separación cae y abre el camino a reunir un país dividido. Un dictador muere y el país respira libertad y democracia.

El reino de Dios irrumpe. ¡Celebremos!

¿No te abren los ojos al considerar el texto así? Considera tu vida en el último mes. A la luz de este pasaje, ¿no descubres signos de la presencia de Jesús, de la presencia del reino de Dios? En medio del caos que es el mundo, Jesús trae perdón, liberación y restauración. ¡Aleluya! ¡Celebremos!

Pero más adelante hay otro versículo. Jesús dice:
Vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.

Esta es la parte que hemos olvidado. Me temo que la Iglesia en gran parte ha olvidado a ayunar. Nos enfocamos tanto en la resurrección y la victoria de Cristo que olvidamos los motivos de la cruz, que son los mismos motivos para el ayuno.

Juan Wesley, el fundador del movimiento metodista, tiene un sermón titulado, “El arrepentimiento de creyentes”. Nos recuerda que el arrepentimiento no es sólo para los incrédulos, sino que es apto para seguidores de Jesucristo también.

Creo que la Iglesia necesita recuperar la práctica del ayuno para dos motivos. Uno, para expresar nuestro luto en solidaridad con los oprimidos y los marginados en el mundo. Necesitamos pasar un tiempo de reflexión y procurar una empatía que nos toca el corazón. Antes de fijar los ojos en la cruz a la luz de la resurrección, hay que considerar lo que representa la cruz antes de la resurrección. Es símbolo de humillación, oprobio, odio, tortura, opresión, esclavitud y muerte. Ayunar es una manera de solidarizarnos con el mundo sin Cristo.

El segundo motivo para recuperar la práctica del ayuno es la contrición de corazón y el arrepentimiento sincero. La Iglesia necesita considerar su propio pecado, su propia complicidad en la miseria del mundo. ¿Cuántas veces buscamos el reconocimiento y el favor del rico y del poderoso en vez de hablar proféticamente palabras de justicia al rico y al poderoso? Hay muchos casos donde la Iglesia apoya la guerra en vez arriesgar sus privilegios otorgados por el gobierno. ¡Es motivo de contrición, de arrepentimiento y de ayuno!

Así que Jesús nos deja con una situación de ambigüedad. ¿Ayunamos o celebramos? Jesús responde: “Las dos cosas.” La Iglesia necesita recuperar la práctica del ayuno. Los olvidados del mundo necesitan nuestra solidaridad. Y tenemos que reconocer que caemos en tentación. Es necesario escudriñar el corazón y las prácticas para identificar áreas de complicidad con el opresor.

Por otro lado, cada día Jesús hace su presencia palpable. El reino irrumpe como semillas de mostaza, y crece y brota y se fortalece. ¡Hay motivo de celebración!

¡Ayunemos! . . . y luego, ¡CELEBREMOS!

Marcos Abbott
academico@centroseut.org
SEUT en El Escorial, España

 


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