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Predicación para el 1º domingo de Cuaresma, 05 de marzo de 2006 |
Personalmente fui bautizado siendo un niño pequeño. Sólo conozco lo que sucedió ese día por los relatos de mis padres y padrinos. Pero, con el tiempo ellos me transmitieron que por mi bautismo puedo tener la certeza de ser un hijo querido de Dios. Durante mi niñez me contaron en forma sencilla muchas historias bíblicas. Me hicieron conocer a Jesús, su vida y obra. Después de un curso intensivo en mi congregación pude reafirmar con alegría lo que habían hecho en mi lugar mis padres. Durante una celebración muy emotiva pude aceptar el signo por medio del cual Dios, gratuitamente y sin condiciones previas, me expresó en forma visible que me quería. Consciente de ello he tratado de asumir mi compromiso de vivir diariamente en forma responsable - y con la ayuda del Espíritu Santo - mi identidad como cristiano. Por otra parte, tengo que confesar que me aceptar que algunas iglesias cristianas en nuestro medio dudan de la validez de la Palabra y promesa de Dios y vuelven a bautizar a las personas que han conquistado para su comunidad, poniendo todo el énfasis en decisión personal previa. Sin embargo, valoro y respeto a las personas adultas no bautizadas que quieren recibir este medio gratuito para integrarse a una comunidad dar testimonio concreto de su fe. Este tiempo de cuaresma, que iniciamos, es “una invitación a renovar el compromiso contraído hace ya mucho tiempo, sea personalmente, sea por nuestros padres y padrinos. Es que en esto sucede lo mismo que en todas las cosas humanas: lo que no se alimenta languidece y muere. Así vemos a millones de personas muriendo de hambre y a parejas desunidas porque ha muerto el amor en otro tiempo lozano.” (M. Rubino y V. Godino, Aporte para las celebraciones dominicales, Tomo 3, pág. 99). En una reflexión el Dr Nestor Miguez dijo: “Como Jesús durante su bautismo los cristianos militantes hemos visto, sentido y escuchado, de un modo especial y personal, la presencia de Dios en nuestras vidas llamándonos a participar de su reino, encomendándonos una tarea, un ministerio especial, y dándonos la fuerza de su espíritu para realizarla. Estamos en la iglesia porque Dios nos buscó personalmente a cada uno de distintas maneras.” Jesús comienza en Galilea la tarea encomendada por Dios. El anuncia la venida del Reino de Dios. Un Reino que ya se hace realidad con la Presencia, Palabra y la Acción de Jesús. Dicho de otra manera, con Él irrumpe en forma concreta y sigue presente ahora en nuestro mundo la anunciada soberanía de Dios. Por esta razón Jesús busca involucrarnos personalmente a sus discípulos. También a nosotros ahora y aquí. Se dirige a nosotros buscando nuestra participación activa y -al igual que Juan - nos invita a cambiar nuestra forma de pensar y actuar y a seguirle con fe. Nosotros nos decidimos a favor de Jesús y nos ponemos bajo la orientación y gobierno de Dios cuando con su ayuda estamos dispuestos a proclamar el Evangelio y a servir a nuestros prójimos. Nuestra conversión, es decir cambio en la manera de pensar y actuar será consecuencia de nuestra fe en él. Y, vemos que nuestra fe a su vez le dará la dirección correcta a nuestra conversión. Sería una hipocresía decir que creo en el amor de Dios, revelado en Jesucristo, y no cambio mi manera de vivir diariamente orientándome en la enseñanza y manera de vivir de Jesús. En otras palabras, la orientación total hacia Dios cambia completamente a la persona, su vida y su futuro. Entonces, es necesario “dejarse dar vuelta”, tomar una clara posición de fe y de actitud frente al mundo si queremos llegar a la meta: ser parte del Reino de Dios. Pues, nuestra vida adquirirá un nuevo significado, también una nueva forma de ver al mundo. Al vivir la conversión estamos creyendo que también en la actualidad vale la pena meterse con Dios, entregarse y confiar en él. Esto es comprender también que “Dios no nos saca del mundo, ni de la historia ni de la dura realidad cotidiana, sino que - como a Jesús - su espíritu nos arroja al desierto para enfrentar y resistir a los poderes del pecado y la muerte que tantos sufrimientos causa. En esa lucha nunca estamos solos. Aunque ya no tengamos visiones ni escuchemos voces ni sintamos un poder trascendente que nos posee o envuelve, el evangelio afirma que los Ángeles de Dios están cerca para servirnos.” (Miguez). Para ello Jesús prepara para lo que la necesita a la gente que llama. Él no pide un currículo con condiciones previas de origen, estudios, experiencia, estado, etc. que legitimen a la persona. Lo importante es la decisión de seguirle y la disposición de escuchar sus indicaciones y tratar de ponerlas en práctica con la ayuda de su Espíritu Santo para que siga estando presente en nuestro mundo su poder transformador. Aquí me parece apropiado agradecer y tener en cuenta parte del valioso Mensaje de los cristianos de todo el mundo, que estuvieron reunidos en la Asamblea del CMI en Porto Alegre, Brasil, el pasado mes de febrero de 2006. “El tema de esta Novena Asamblea es una oración: "Dios, en tu gracia, transforma el mundo". En la oración nuestros corazones se transforman, por ello ofrecemos nuestro mensaje como una oración: Dios de gracia, |
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