Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

Viernes Santo, 14 de abril de 2006
Mateo 27:33-54, Sergio Schmidt
(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Titulo: Por amor.

Apreciada comunidad:

El cuadro que nos presenta el Evangelio de Mateo casi no necesita comentario alguno. Jesús, sentenciado a muerte, va camino a su crucifixión. De camino sólo llevaba el travesaño horizontal, el más corto. El vertical lo estaba esperando en su lugar en que debía morir. A modo de escarnio para los demás, se tomaba por lo general el camino más largo, para que la mayor cantidad de personas pudiera ver la escena y que les sirviera de advertencia. Como es lógico se llevaba en la procesión el cartel -que luego su ponía en la cruz- que indicaba el motivo por el cual iba a ser ajusticiado.

Normalmente las mujeres adineradas de Jerusalén donaban una especie de vino con drogas que adormecían los sentidos. Por lo general se ponía un grano de incienso en una copa de vino. Era para mitigar un poco el dolor y el horror que le esperaba. Jesús no lo aceptó.

Esto es lo primero que podemos meditar sobre la muerte de Jesús. Jesús quiso mirar a la cruz, el dolor y la muerte de frente. No quiso que nada nublara sus sentidos. Jesús no quiso aceptar “una ayudita extra” para afrontar lo que le esperaba. ¿Por qué? El texto más abajo nos lo dice.

Jesús ya crucificado recibe todo tipo de burlas. Sus vestidos ya habían sido repartidos entre los romanos. Las burlas se centraban en una cuestión: la impotencia de Jesús en la cruz. Le decían: “¡Bájate y te creeremos!” Es interesante el contenido de las burlas. Jesús tenía que mostrar su poder para que se pudiera creer en su persona. Ellos, los judeos que se burlaban, sólo podían concebir a un Dios en medio del poder.

Jesús en la cruz estaba muy lejos de tener la gloria de un rey David o de un Salomón. Pero, justamente en este punto, es dónde radica la mayor equivocación!!! Pero el texto sigue.

Jesús, después de estar varias horas en la cruz, dice: “Dios mío, Dios mío” por que me has desamparado”. Así comienza el salmo 22. No faltaron teólogos -de todas las latitudes- que afirmaron que aquí Jesús dio su causa como perdida… Es interesante como este salmo, citado por Jesús describe su situación:

Vs 1: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor?

vs 7-8: Todos los que me ven se burlan de mí; tuercen la boca y menean la cabeza, diciendo:"Se encomendó a Jehová, líbrelo él; sálvelo, puesto que en él se complacía".

Vs 18: Repartieron entre sí mis vestidos y sobre mi ropa echaron suertes.

Lo más importante, para resaltar, es que este Salmo termina siendo un canto de victoria. Pero no podemos adelantarnos al Domingo de Pascua. Estamos en Viernes Santo. La función de Jesús es ser fiel hasta la muerte. Seríamos muy injustos si pensáramos –como tantas veces lo he oído- que para Jesús la cosa le resultó muy fácil dado que sabía que iba a resucitar. No es así.

La misión de Jesús es ser fiel hasta la muerte. Lo demás, todo lo demás, quedaba en manos del Padre de Jesús, Dios. A Él, y solo a Él le corresponde la resurrección de Jesús. No estuvo en las manos de Jesús el tema de la resurrección. El no lo manejaba. Jesús tenía que ser fiel hasta la muerte con la plena confianza en Dios. En apariencia, sólo en apariencia, Jesús fue derrotado, pero aún es esa situación siguió aferrándose a Dios.

La muerte de Jesús es una muerte en la más total confianza y fidelidad en Dios. Y aquí está la clave: el camino de la gloria de Dios pasa por el poder y la prepotencia; sino por la cruz. En otras palabras: Dios no salva al mundo al modo humano; Dios vence al dolor, al sufrimiento y a la muerte abrazándola él mismo. El por nosotros.

Tras la muerte de Jesús en la cruz, suceden cosas grandiosas. El velo del templo que ocultaba el lugar santísimo. Solamente el sumo sacerdote entraba una vez al año: ¡Dios estaba oculto!. Ahora, tras la muerte de Jesús Dios se muestra, se revela, en esa cruz. El camino ahora hacia Dios es directo. Jesús es el que abrió el camino. En este sentido, cuando se nos habla de las tumbas que se abrieron, señalan que la gran enemiga de la vida fue vencida. La tumba, las sepulturas y el cementerio fueron vencidas por Jesús.

En Viernes Santo es el día en que nos adentramos al misterio del amor de Dios. Toda la inmensa fidelidad de Jesús en su vida, durante toda su vida; esa fidelidad de Jesús mostró camino a la cruz y muriendo en esa cruz, nos habla de este gran amor de Dios. No es el amor de la prepotencia. No es el amor que domina. Es el amor que salva. Es el amor que regala libertad. Es el amor que dignifica. Es el amor que da un sentido a la vidita chiquita que tenemos nos seres humanos.

En fin es como lo afirma Xavier León Dufour (*)

El historiador sólo ve el lado doloroso de Jesús. ¿Hay que lamentarlo? ¿No conviene más bien confesar que sometemos a Dios a nuestras categorías de poder y eficacia, como si el criterio último de verdad se encontrara en nuestra sabiduría personal y no en el abismo de aquel a quién nadie vio nunca?/…/ Dios ya no se revela en el Sinaí, ni siquiera en el monte Orbe; cuando lo hace, lo hace en silencio. De una vez por todas, tomó forma humana en Jesús, y en esa forma desapareció. Resucitó a los ojos de la fe/…/ y, sin embargo, la muerte sigue acechando sin piedad. Y Dios sigue callado. Los rostros de los seres queridos han desaparecido; también yo desapareceré un día de la vista de mis amigos. Pero sé en quién he puesto mi confianza. No voy, pues, a responder con un frío silencio al silencio de Dios: el Espíritu me ha hecho pronunciar: ‘ ¡ABBA, tú eres Dios! Tú eres amor, más fuerte que la muerte’

Que así sea.

Amén.

(*) X. León Dufour, Jesús y Pabloan te la muerte, Ed. Cristiandad (Cristiandad, Madrid) 1982) pág. 280.

Sergio Schmidt,
IERP, Buenos Aires,

Breschischmidt@telecentro.com.ar

 


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