Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

Predicación para el 3º domingo de Pentecostés, 25 de junio de 2006
Texto según LET serie B: Mc 3, 20 - 25 por Felipe Lobo Arranz
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


A VER A QUÉ ESTAMOS LLAMANDO BLASFEMIA…

Queridos amigas y amigos, hermanas y hermanos en Cristo,
Que la Fe, la Gracia y la Escritura sean nuestra luz en nuestras oscuras noches y alegría en nuestros luminosos días.

¿A qué estamos llamando blasfemia? ¿Qué es blasfemo en la actitud y en los hechos de Jesús y sus discípulos en este texto? ¿Cómo en nuestra pequeña mente y capacidad podemos juzgar como blasfema la acción “excéntrica” del Espíritu en este mundo? ¿Y como podemos ver lo bueno como malo y lo malo como bueno? ¿De que manera poner límites para no equivocarnos en nuestro juicio racional de la obra de Dios y de nuestra acción en el mundo?

He de confesar que he tenido la tentación de mirar con cierta sospecha este texto, pues me habla en pleno siglo XXI, nada más y nada menos que de “Blasfemia,” hablando de la obra de Cristo; un término antiguo, cuasi medieval de la acción y la palabra de alguien que juzga en su libre opinión, visto desde nuestros días, donde la sociedad democrática nos da la libertad de expresar abiertamente lo que sentimos o entendemos sobre algo o alguien; aunque muy distinto fue en tiempos de Jesús, donde había una tiranía política y económica romana manifiesta y una subyacente tiranía teocrática en el seno de la fe de Israel, que pretendía dar sentido y unidad a la forma de ser Israel en momentos de predominancia de una cultura extranjera y agresiva contra ellos.

Una blasfemia es una palabra o acción injuriosa contra Dios. Los judíos vieron blasfema la acción de Jesús al liberar a la gente de la taras de la vida y de sus angustias, de personas que sufrían, pero que experimentaron la ayuda de Dios de una forma distinta a la que estaban acostumbrados y por personas distintas de las que podrían esperar del Templo de Jerusalén. Lo que se oponía a la ley del Templo y la tradición establecida, se constituyó en enemistad contra la comunidad:- se viola la paz social, por romper los esquemas.

No se miró al acto de bondad que se pretendía, sino que se puso el énfasis en la aprobación de los que mandaban conforme a lo establecido según la oficialidad. Se hacía lo que era convencionalmente correcto, si no se quería ser señalado como un individuo insociable. No se pensó en la mejora de la vida de otras personas, del bien que traía y la salud que conllevaría con gente como Jesús. Por el contrario, se le consideró un maldito, a pesar de haberlo echo con muchos otros más y con la idea de ayudar a sus congéneres de corazón. Aquel mundo daba a elegir a sus sometidos entre la Ley y la costumbre o el corazón generoso y desinteresado.

El miedo no estaba centrado en Jesús, es decir, no tenían realmente miedo a Jesús, tenían miedo al qué dirían los demás, si reconocían en sus obras que estaba obrando de forma correcta y justa. Tenían miedo a los judíos, como tantas veces remarcaba el Evangelio, tanto como a la misma mafia. Si se era señalado, podría costarle a cualquiera las posesiones, la familia o la vida y claro, ¿Quién iba a atreverse con este poder tan fuerte?

La blasfemia no era la de Jesús, Él no es un demonio, ni Belcebú, ni Satanás, no es el diablo, ni siquiera un poseso de estos, la blasfemia era social, habían cambiado y torcido el sentido de la verdadera justicia y de la bondad, para sostener un sistema corrupto. Esa era la Blasfemia más grande. El autor, Marcos, nos quiere hacer pensar eso precisamente. No manifiesta que Jesús fuera bueno solamente, o que se le hubiera hecho una injusticia o un mal juicio de opinión, sino que pretendía darnos el dato esencial del estado de salud de la sociedad judía, después de siglos de enseñanza de las Escrituras, del envío de los profetas, del sacrificio de los patriarcas, del amor y la liberación constante de Dios hacia su pueblo. El resultado es que no habían aprendido mucho y que el sistema de vida que soportaban y justificaban por el simple hecho de que lo pensaba la mayoría, era una auténtica blasfemia contra Dios y la creación.

Algo no funcionaba bien en aquella sociedad del tiempo de Jesús, como tampoco hoy funcionan muchas de nuestras sociedades. Por lo mismo. ¿Somos conscientes de ello?

Basta mirar más abajo en nuestro texto de hoy para tomar una nueva muestra de lo que estaba pasando entre los judíos. No solamente estaban mal juzgando el trabajo del Redentor, sino que se pone a prueba para hacerle caer en la corruptela del favoritismo de los seres más queridos como forma de ejercer injusticia, que pusiera en duda la integridad del Maestro, haciéndole elegir entre miembros de su propia sangre, para favorecerlos, y los que les acompañaban de corazón y con fe en su camino del anuncio de la Buena Noticia.

Su familia reivindicaba ser atendidos con privilegio y premura:- “…enviaron a llamarle… tu madre, tus hermanos y hermanas están fuera y te buscan”. Este modelo no parece concordar con la ética de Jesús. Él sabía que buscaban el favor de él, no por ser hombres y mujeres de fe, que seguían sus pasos, sino por ser familia; se resiste, se revela contra el egoísmo y la injusticia con la que quieren provocarle y finalmente declara, después de pensarlo- ¿Quiénes son realmente los míos, los que son de mi sangre o los que actúan de una forma justa?-: “Todo el que hace la voluntad de mi Padre es mi madre, mi hermano y mi hermana”. Duro, ¿verdad?

Los que buscan caminos rápidos, cómodos, sin esfuerzo y no dudan en evitar la práctica del trabajo para recibir recompensa, sin duda están lejos del corazón y el sentimiento de Cristo. El mismo que nos dice: “Venid a mí los trabajados y cargados, que yo os haré descansar”. Evitar la responsabilidad en nuestras acciones y proyectos, es el principio del caos en el mundo y el dolor de otro que tendrá que cargar con el trabajo del que no se ha comprometido. Esto es una crasa injusticia, nos saca, como a Jesús, de nuestro quicio. Esto es una blasfemia, una injuria contra… Dios y el prójimo.

Jesús no hizo nada blasfemo ni de palabra ni de hecho ni contra Dios ni contra el prójimo, eso queda claro, no nos queda duda, desde la distancia y el análisis de la realidad observada en estos textos, podemos emitir un justo juicio, sin embargo ¿acaso hoy no sigue ocurriendo?

Entonces ¿qué es lo que injuria a Dios de verdad con nuestra palabra y acción en nuestro medio? ¿Llamamos a nuestras acciones injustas o egoístas buenas y denominamos malas a las que nos descubren en medio de nuestro error ante los demás? Puede que algo no marche bien en nosotros y en nuestra sociedad.

Hemos de encarar si detrás de nuestra aparente piedad no estamos escondiendo otras esferas de la vida que no funcionan ante Dios y los hombres. A veces miramos demasiado hacia nuestros adentros, para evitar tener que enfrentarnos con nuestras responsabilidades hacia fuera, hacia Dios y hacia nuestros prójimos. Ese no es el camino de Jesús, hemos de saberlo y el fruto de vivir así es que no damos frutos de justicia. “Por sus frutos los conoceréis” o expresado de otra manera: “sabremos quien anda guardando las apariencias y los que viven a Cristo de verdad, por su auténtico compromiso y su fruto fehaciente”.

Una vez más el modelo que busca la gente, que vive distinto a Jesús, no puede tener cabida en la Iglesia. Este es un Reino nuevo, un reino justo, santo, eterno… descalcemos nuestra alma y corazón sincerándonos con Dios.

Dios perdona al ofensor, al que reconoce que se ha equivocado, el que reconoce que no es perfecto y está dispuesto a tomar de los medios de la Gracia para querer serlo. No blasfeman a Dios nuestros hechos, ni nuestras palabras, ni nuestros pensamientos. Blasfeman contra Dios las actitudes que se perpetúan en negar lo evidente, y esta evidencia es: Que conociendo a Cristo Jesús como el Justo y el que nos enseña a distinguir entre el bien y el mal, nosotros, a sabiendas, decidamos emprender el camino fácil, cómodo, irresponsable, indolente, en definitiva, preferir la injusticia. Los que viven así, no pueden estar cerca de Cristo, porque su misma presencia y la de los justos les queman por dentro y sus conciencias y sus espíritus son recriminados. Si no he puesto límites a mi saber hacer y no querer, no tengo el perdón de Dios y blasfemo realmente contra Dios y contra mi perjudicado prójimo.

No querer distinguir- no digo “saber” distinguir, sino “querer” distinguir- entre lo bueno y lo malo, dolosamente, con intención, es pecar contra la justicia y santidad del Espíritu Santo de Dios. Pero, confrontar nuestra forma de vida y de comportamiento a la luz de las Sagradas Escrituras, es el principio de algo auténticamente hermoso, porque nos conduce de forma automática a ser declarados íntimos de Dios, Amigos de Dios, compañeros de Cristo, eso me gusta, eso es lo que me trae a escuchar su voz en medio de los demás gritos del mundo, de las carcajadas que nos miran como seres raros y complicados, por desear el camino estrecho y largo, pero seguro, al injusto camino, ancho y corto, fácil de recorrer y vacío de sí mismo y sin valor. Os invito a seguirlo y ya me diréis los resultados de ello en nuestras personas y en los afortunados lugares donde viváis.

Amén.

Felipe Lobo Arranz.
Iglesia Evangélica Española
Granada- España/Spain
loboarranz@gmail.com

 


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