Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

Predicación para el 5º domingo de Pentecostés, 9 de julio de 2006
Texto según LET serie B: Mc 4: 35 - 41 por Leandro D. Hübner
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Mc 4.39: “Jesús se levantó y dio uma orden al viento, y dijo al mar: ¡Silencio! ¡Quédate quieto! El viento se calmó, y todo quedó completamente tranquilo.”

Estimados hermanos y hermanas en Cristo.

El evangelio de hoy quiere, primeramente, mostrarnos que Jesús tiene el total control sobre la naturaleza, pues Él es el Dios que la ha creado. Pero, también aprendemos aquí lecciones sobre miedo y fe, tempestade y bonanza, peligro y tranquilidad. Aprendemos que, asi como lo hizo con los discípulos, ¡ Jesús nos socorre en las tempestades !

Después de un día de enseñanzas y atendimiento al pueblo, Jesús entra al barco con sus discípulos para ir al otro lado del Lago de Galilea y, cansado, duerme en la parte de atrás del barco. De repente, se formó una tormenta que amenazaba hundir el barco. Pero, como podía ser esto: ¿no estaban ellos seguros y libres de problemas estando junto con Jesús? ¿No le habian visto curando personas y expulsando demonios, con poder?

Esta es una impresión que, con el tiempo, los discípulos percebieron no ser exacta, especialmente cuando Jesús fue preso. Y hoy, esta es una ilusión que, infelizmente, muchos la enseñan, inclusive con la Biblia en las manos: se viende el paraiso acá en la tierra, se promete vida mansa y tranquila para los cristianos en este mundo – la teologia de la gloria, o “de la prosperidad”. Sin embargo, no es eso lo que muestra nuestro texto, tampoco lo que Jesús predicaba.

Ni los discípulos, ni Pablo, ni los cristianos del primer siglo, ni los del siglo XVI, como Lutero, ni nosotros hoy tampoco estamos libres de tempestades que pueden surgir en cualquier momento y en diversas formas.

Nuestra vida no siempre es un barco navegando en aguas calmas. Las tempestades – provaciones - son diversas: enfermidades, accidentes, problemas económicos, hijos rebeldes, decepciones, estrés, planes frustrados.

Los discípulos, mismo conociendo bien el barco y el mar, no pudieron resolver la situación solos. Nosotros, con nuestra razón, habilidad y fuerzas, también no podemos vencer las tormentas de la vida. Y, muchas veces, somos como los discípulos también en nuestra reacción a ellas: nos aterrorrizamos, nos quedamos con miedo y pensamos que Jesús está indiferente, ausente, demasiado tranquilo en su sueño. Repetimos las palabras de desesperación de aquellos hombres: ¡ Maestro! ¿No te importa que nos estemos hundiendo? (v. 38).

Nuestra vida es semejante a aquel fragil barco en la tomenta. Nuestro miedo llévanos a ignorar la real presencia de Jesús, y pensar que Él no se importa con nosostros.

Pero, Jesús se despierta. La verdad es que Él nunca está de hecho durmiendo, como dice el salmo 121.4: No, él nunca duerme; nunca dorme el que cuida de Israel. Él reprende el mar y el viento, con las mismas palabras que habia usado para reprender un espíritu malo, en Mc 1.25. Todo se calmó, y Jesús entonces censura la pequeña fe de los discípulos.

Así pasa en nuestra vida. Dios permite sufrimientos, dificultades y provaciones hasta que Cristo vuelva en día final. A veces Él nos prueba hasta el límite, pero para el cristiano todo tiene un propósito de amor, para su bien, como Paulo dice en Ro 8.28; como un padre que con amor disciplina a sus hijos, como leemos en Heb 12.5-11. Vamos siendo así perfeccionados en nuestras debilidades, fortalecidos en la fe, como Paulo lo testifica en 2Co 12.8-9: Tres veces le he pedido al Señor que me quite ese sufrimiento; pero el Señor me ha dicho :”Mi amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra plenamente en la debilidad.” Así que prefiero gloriarme de ser débil, para que repose sobre mí el poder de Cristo.

Las tribulaciones – tempestades – de la vida no nos dejan caer en la ilusión de que el cielo es aquí, o que ya somos perfectos, intocables, o que somos un grupo a parte del resto del mundo con respeto al sufrimiento, apenas porque creemos en Jesús. No, pues Jesús mismo dice en Mc 8.34-36: Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía y por aceptar el evangelio, la salvará.¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida?

¡ Jesús nos socorre en las tempestades ! Nosotros es que muchas veces somos pequeños en la fe, medrosos, vacilantes. Solos, no logramos pasar por las aguas agitadas del mar de la vida, por las tempestades que surgen inesperadamente. Es necesario que escuchemos la invitación amorosa y nos agarremos, por la fe, a aquel que venció todos los miedos por nosotros y está siempre con nosotros – Jesús.

En su barco nosotros entramos en el día de nuestro Batismo, y en la Palabra y Santa Cena somos fortalecidos en la fe verdadera. Y son la Palabra, la Santa Cena y el Batismo que recibimos que garantizan la presencia de Él al lado nuestro, siempre. Esto, por supuesto, es vivir por la fe (2Co 5.7), porque no siempre sentimos Jesús despierto a nuestro lado, ni lo vemos a Él en medio de las tempestades, o pensamos que Él está indiferente a nuestro sufrimiento. Pero Él se importa, y mucho, ¡ más que cualquer otro ya se ha importado!

Él se importa tanto con nosotros que Él sí, se quedó sin socorro y murió sólo, en la cruz, abandonado hasta por su Padre, entregado a las tormentas del enemigo. Él murió en la cruz, sufriendo lo que no merecía ni precisaba sufrir, para conducirnos al puerto seguro del Padre celeste, en la vida feliz y llena de paz, en el cielo.

Dios no promete a nosotros un viaje tranquilo en los mares de la vida, pero promete una llegada segura y feliz. ¿Y las tempestades? Jesús nos quier hacer aprender con ellas, fortalecernos en la fe con ellas, como seguramente aconteció con los discípulos en aquel barco. Y podemos también dar testimonio a los otros en el meio de las tormentas, si solamente creermos que ¡ Jesús nos socorre en las tempestades ! Amén.

Leandro Daniel Hübner
Dionísio Cerqueira – SC – Brasil
Igreja Evangélica Luterana do Brasil
ldh@temais.com.br, ledahu@gmail.com
www.ielb.org.br

 


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