Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

15º Domingo después de Pentecostés, 17.9.2006
EvMc 7:1-8.14-15.21-23, Sergio Schmidt
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Título: Lo que realmente cuenta.

Hermanos y hermanas:

El punto de discusión entre Jesús y los fariseos y los expertos en la ley es de suma importancia, dado que nos muestra cual es la esencia misma de esta diferencia. Diferencia que aun hoy tiene muchísima actualidad.

Comenzamos por la pregunta que hacen los expertos en la voluntad de Dios: ¿por qué Jesús y sus discípulos no respetan la tradición de los ancianos? La ley para el pueblo judío era, principalmente los 10 mandamientos y los llamados 5 libros de Moisés. Aquí se establecen grandes principios morales que se deben interpretar para si mismo.

Bien en el siglo IV o V aC parecieron los expertos legales. Son los que conocemos con el nombre de escribas. Ellos hablaban de “hacer un círculo en torno a la ley”. ¿Qué esa eso? A cada ley, norma o mandamiento que Dios daba, los escribas lo ampliaban con más normas y mandamientos. En otras palabras: si Dios me pide 1, yo cumplo 10 y listo, ya tengo garantizado que con lo “extra” que hice cumplí ciertamente con la voluntad de Dios.

Un cado típico de ello es el lavado de las manos. No se podía lavarse de cualquier manera, había una estricta forma, muy detallada de cómo hacerlo. No hacerlo implicaba ser impuros delante de Dios. La cuestión no era la limpieza física que tanto nos machacan, y con razón, los médicos. No era una profilaxis para evitar enfermedades. No, era una pureza ritual. En la práctica, omitir el lavado de las manos estaba sujeto a los ataques de un demonio llamado SHIBTA. El comer con manos legalmente impuras lo exponía a uno a la pobreza y la destrucción.

Contra todo esto, y no con la profilaxis estaba Jesús en contra. Jesús estaba en contra que la religión ética estaba sepultada bajo un innumerable masa de reglas y reglamentaciones. Sin ir las lejos, en la Mishnah hay no menos de 12 disertaciones sobre estas cuestiones de pureza.

Resumiendo, la diferencia entre Jesús y los fariseos y los maestros de la ley es la diferencia que hay entre los que ven en la religión como un ritual, un ceremonial, reglas, normas y reglamentos y los que ven en ella al amor de Dios y a sus semejantes.

Jesús los acusa, principalmente de dos cosas:

1º) son hipócritas, es decir una cosa es lo que digo o hago y otra es lo que realmente siento. No hay mayor peligro religioso que reducir e identificar a la religión con la observancia externa. No hay mayor peligro que pensar que “somos buenos” porque cumplimos con determinadas normas, ir a la iglesia, leer la Biblia, “pagar la cuota de la congregación”, etc. ,etc.

¡El mero cumplimiento MAQUINAL de todo esto no nos hace mejor personas!

2º) Para Jesús, ellos sustituían las leyes de la voluntad de Dios, por el simple ingenio humano. La sutileza, por así decirlo, no puede ser la base de una verdadera religión.

La verdadera religión no depende de los ingeniosos descubrimientos humanos sino de escuchar y aceptar la voluntad de Dios.

Por eso Jesús dice que lo que realmente nos contamina no es las cosas externas sino lo que sabe del corazón. ¡He aquí el punto! Las perversidades, los pecados, todas las cosas malas, tienen su origen en el corazón. Es decir, lo que nos contamina como personas son nuestras acciones y reacciones que salen de nuestro corazón.

Jesús nos invita y nos convoca, no al alejamiento de “las normas y mandamientos”, sino, muy por el contrario, nos invita a un honrado examen de nuestros corazones. Veamos un ejemplo(*):

" Había una señora que todos los días se dirigía a la Capilla del pueblo para rezar el Rosario de las siete de la tarde. Era muy puntual y nunca faltaba.
Cuando se atrasaba porque las cosas de la casa o la cena le ocupaban más de lo
acostumbrado, iba corriendo por la calle para llegar a tiempo.

Tan rápido hacía las cosas para cumplir con el horario de su oración que, muchas veces, trataba mal a la gente en la fila del mercado o caminaba atropellando a los demás. Si algún mendigo le pedía una moneda en la puerta de la Capilla, ni lo miraba; estaba tan apurada que entraba veloz como un rayo.
Un día, "le pasaron todas". Se peleó con el almacenero, porque tardó mucho en hacer la cuenta de las cosas que había comprado; atropelló a una señora que tenía la bolsa llena de papas y caminaba lentamente; por último, le dió vuelta la cara a unos chicos que se le acercaban para pedirle unos pesos para comprar leche.

En su propia casa, las cosas no anduvieron mejor. Uno de sus hijos le pidió ayuda para hacer una tarea. Como se imaginan, le dijo que se la arreglara solo. El marido, que había llegado muy cansado de trabajar, tuvo la ocurrencia de conversar un rato con ella, mientras tomaban unos mates; lo dejó plantado con la pava de agua caliente en el patio. A pesar de todos los “obstáculos”, salió de su
casa, llegó a la Capilla casi a tiempo....y se encontró con que estaba cerrada.
¡¡ Cómo puede ser !!  ¡¡ Le dió una rabia !! Se metió por un pasillo lateral que bordeaba la casa parroquial, pero, nada.  Todo estaba cerrado. Volvió a ir por la entrada principal y, precisamente allí, vió que en la puerta del templo había un cartelito clavado con chinches que decía:
"NO ME BUSQUES AQUI... ESTOY ALLÁ AFUERA".
JESÚS.

Jesús no vino para traer más mandamientos, normas y reglamentos. Vino a entusiasmarnos con el amor de Dios. Es como lo dice la célebre frase de San Agustín: “Ama a Dios y haz lo que quieras”.

¿Por qué? Porque si me dejo entusiasmar por el amor de Dios, si sigo la religión cristiana es porque nos hemos encontrado con el amor de Dios en Jesucristo. Es recibiendo este gran amor que viene de Dios y llenando mi vida y mi corazón con este amor, así es como cambia nuestra vida. Porque todas mis actitudes, acciones y reacciones estarán en consonancia con el amor de Dios. Si amo a Dios, de corazón como se dice, ya no haré las cosas “por que sí” sino que, lo que haré fue porque así lo quise. Porque desde la libertad he optado por actuar de esa manera.

No hay normas que abran las puertas de nuestro corazón. Si nos fijamos bien, los 10 mandamientos tienen su resumen en el amor a Dios y a nuestro prójimo.

¡Profundicemos en este amor y no en el mero legalismo! Medita unos instantes:

El amor trasforma al legalismo en mi opción personal.

 

Qué así sea.

Amén.

Pastor Sergio A. Schmidt
IERP, Bs. As. Argentina
breschischmidt@telecnetro.com.ar

(*) Sacado de: R ED LATINOAMERICANA DE LITURGIA . CONSEJO LATINOAMERICANO DE IGLESIAS (CLAI)

 


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