Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

Predicación para el Último domingo después de Pentecostés,
26 de noviembre de 2006
Texto según LET serie B: Jn 18:33- 37, Sergio A. Schmidt
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Título: ¿Todavía lo proclamamos como rey?

Apreciada comunidad:

Hoy es el último domingo del año litúrgico. El antependio del púlpito y del altar es de color negro; el mismo color que usamos en Viernes Santo, dónde recordamos la muerte de Jesús en la cruz. ¿Y por qué hoy también? Por el tema de este domingo. En el último domingo del año meditamos a cerca de la muerte, el juicio final y la eternidad. En este culto meditamos en la finitud de nuestra propia existencia y, en la esperanza cristiana de la resurrección de todas las personas para bien o para mal, para juicio o para vida eterna, nos detenemos un momento para meditar en todo esto. Aunque no nos guste. Aunque éste no sea un tema feliz y, por sobre todas las cosas, éste no es un tema que esté en la presente moda teológica.

El tema de este domingo puede no gustarnos o, tal vez, preferiríamos que el tema de este domingo se enfoque de otra manera y con otra temática: podríamos hablar del amor de Dios hacia toda la humanidad, cómo crecer en la fe, el compromiso, qué hacer para que más personas vengan al culto, etc., etc. Pero no: el tema es muerte y juicio final. Tal vez más de uno pensará: “si así queremos que vengan más personas al culto… vamos mal que mal.”

El próximo domingo comenzaremos con un nuevo año litúrgico. Transitaremos por adviento que es la preparación para la navidad. ¡La navidad sí es un tema popular y convocante! En navidad los templos se llenan y todos están muy predispuestos para “contagiarse de la alegría y los buenos deseos navideños”. Lástima que en el 1º domingo después de navidad, en lo que a personas convocadas por el culto respecta, permítanme un eufemismo: “volvamos a la normalidad”.

Pero no, primero está este culto con este tema que no nos gusta. Pero, aun con todo, estoy convencido que necesitamos de este culto y de lo que meditamos en este culto. La Iglesia cristiana fue muy inteligente al poner, como tema de la última celebración confrontarnos con la muerte y la eternidad. Mal que nos pese, lo necesitamos. Y, aunque nos parezca que no, toda esta meditación tiene que ver con la navidad. En navidad celebramos que Jesús, el hijo de Dios se hizo carne –¡EvJn 1:14!- y nació humilde en un pesebre… y todo lo que ya sabemos. Es su primera venida. Ahora, en el último culto, meditamos a cerca de su segunda venida, la que está por venir; la que, supuestamente, nosotros los cristianos esperamos. Elijo muy bien las palabras. Si digo “supuestamente” es porque éste tema tampoco es un tema ni feliz ni corresponde a la última moda teológica del momento. No nos gusta hablar sobre el tema. Cuando digo “nos” estoy hablando tanto de los laicos como de nosotros los ministros. Pero, mal que NOS pese, este, es un tema bíblico.

Digo todo esto porque el texto del EvJn 18:33-37, el primer interrogatorio de Pilatos a Jesús, tiene muchísimo para ayudarnos a meditar sobre todo lo que venimos charlando.

Este es realmente un texto hermoso. Veamos, Jesús está frente a Pilato. En poco tiempo se dictará la sentencia que lo condene a morir en la cruz. Jesús lo sabe. Si leemos el texto con detenimiento podemos ver que es Jesús, y no Pilatos, el que es dueño de la situación. Lo mismo, exactamente lo mismo, lo podemos ver todo el capítulo ¡y en todo el EvJn! Un claro ejemplo de ello es EvJn 19:17: “Y tomando sobre sí la cruz, salió hacia el sitio llamado Calvario”. El evangelista elige cuidadosamente las palabras: Jesús es dueño absoluto de la situación, aun llevando la cruz!

En otras palabras: Jesús con sus acciones y con su actuar revela su realeza. La realiza de Jesús es el tema central de este pasaje. A Pilato le interesa saber si la realiza de Jesús es política o no. Jesús dice: “mi Reino no es de éste mundo (o no es de aquí)”. ¿Qué significan éstas palabras hoy, para nosotros? Obviamente debemos tener en cuenta todos la perícopa.

1º) Nos dice que no podemos identificar al Reino de Dios con ningún proyecto político humano, por muy filantrópico y/o comprometido que éste sea. Muchas personas jugaron a ser Dios, en un juego que, como siempre, murieron muchos inocentes. La historia de la humanidad esta harta e hinchada de tales ejemplos. Jugar a ser Dios implicaba o implica en éste tipo de juego, a dominar y someter al otro; jugar a este juego, jugar a ser Dios, implicaba o implica que todos los demás son obligados a hacer mi voluntad. Esto era y es la esencia de tener poder. No es así para Dios; jamás lo fue, ¡al menos el Dios Bíblico!

Si todos los totalitarios, sean de izquierda o derecha igual da, jugaran a ser el Dios que se revela en Jesucristo, la historia sería muy otra! En fin, sólo se deleitan jugando a ser meros ídolos.

2º) El Reino de Dios es trascendente. No podemos reducir al Reino de Dios a un puñado de utopías devenidas de ideales filosóficos. No olvidemos que el siglo XX sin lugar a dudas llegó a ser el siglo más sangriento en toda la historia de la humanidad gracias a “altos ideales filosóficos-políticos-y-económicos”. Nosotros los cristianos tenemos tan incorporados la tara mental que no podemos estar alienados respecto a la realidad cotidiana que nos toca vivir, tenemos tantos miedos a que nuestra fe sea una fe enajenada o que lo que predicamos más que evangelio sea “el opio de los pueblos” que terminamos descarnando al Evangelio de todo lo que es espiritual y reducimos nuestra predicación a lo “positivamente” tangible; descarnamos al Evangelio de toda trascendencia. Después nos preguntamos: ¿por qué otras iglesias y/o grupos están llenos y nuestros templos están cada vez más vacíos? Mi respuesta sería: “hermano, hermana: siempre 2+2 = 4. Si no te gusta el resultado… cambiá de suma! Y no le hechas la culpa al pobre cuatro!”

3º) El Reino de Jesús no termina con la realidad que vemos. Males hubo y males habrá. El famoso “Reino de Dios en la tierra” es tan famoso como NO bíblico. La teología sistemática ha escrito ríos de tinta con esta perspectiva, no lo niego; lo que digo es que no encontramos ningún versículo de la Biblia que avale dicha afirmación.

Tu vida y mi vida no son eternas. Nos vamos a morir. Pero sé que mi relación con mi Señor Jesucristo no termina con mi último suspiro antes de morir. La muerte no puede robarme mi relación con Jesucristo. La muerte no tiene la última palabra, la última palabra la tiene el Dios que ha resucitado a Jesús y que nos promete esta maravilla que llamamos “vida eterna”. La muerte es un paso más que tenemos que dar para el verdadero encuentro con Dios. La VIDA comienza después de la muerte.

No todo terminará con la muerte. La muerte nos roba el cuerpo pero no puede robar lo que somos. La muerte nos saca las cascaritas a modo de granos de trigo para presentarnos, limpios, como somos, ante Dios.

4º) Esto, de ninguna manera, implica “un más allá a costa del más acá”. Nuestra relación con Jesucristo comienza aquí y ahora. En el lugar, en el espacio y en el tiempo, dónde estoy, dónde Dios nos puso. Claro que como cristianos tenemos que ser responsables y partícipes en lo que sucede en derredor nuestro, en nuestra vida y en nuestra sociedad. Claro que no podemos estar impasibles frente al dolor y las miserias humanas. Claro que como cristianos no podemos quedarnos con los brazos cruzado y las bocas cerradas, etc, etc. Pero que todo esto no sea a costa de todo lo trascendente y lo espiritual!

5º) Saber que el Reino de Dios trasciende nuestra realidad y nuestro mundo y la certeza de la vida después de la muerte no son un escapismo. Sé que Jesucristo murió y resucitó; y lo hizo para que tengamos vida y en abundancia, aquí y ahora; luego, como un regalo extra, tengo la vida eterna. Teniendo la certeza de todo esto es que puedo tener el fundamento y la base para saber que la muerte, las injusticias, las maldades, el odio, la violencia en todas sus formas, etc, etc, no tienen la última palabra. La última palabra la tiene Dios, el Dios de la vida. A nosotros, seguidores de este Dios de la vida revelado en Jesucristo nos compete, guiados por el Espíritu Santo, poder nuestros dones y capacidades al servicio de su Reino. El Reino de Dios y no algún ideal humano devenido de alguna ideología filosófica.

“El historiador sólo ve el lado doloroso de Jesús. ¿Hay que lamentarlo? ¿No conviene más bien confesar que sometemos a Dios a nuestras categorías de poder y eficacia, como si el criterio último de verdad se encontrara en nuestra sabiduría personal y no en el abismo de aquel a quién nadie vio nunca?/…/ Dios ya no se revela en el Sinaí, ni siquiera en el monte Oreb; cuando lo hace, lo hace en silencio. De una vez por todas, tomó forma humana en Jesús, y en esa forma desapareció. Resucitó a los ojos de la fe/…/ y, sin embargo, la muerte sigue acechando sin piedad. Y Dios sigue callado. Los rostros de los seres queridos han desaparecido; también yo desapareceré un día de la vista de mis amigos. Pero sé en quién he puesto mi confianza. No voy, pues, a responder con un frío silencio al silencio de Dios: el Espíritu me ha hecho pronunciar: ‘ ¡ABBA, tú eres Dios! Tú eres amor, más fuerte que la muerte’ “(*)

Qué así sea.

Amén.

Sergio A. Schmidt
Pastor, IERP, Temperley, Argentina
breschischmidt@telecentro.com.ar

 

(*) Javier León Dufour, Jesús y Pablo frente a la muerte, Ed Cristiandad (Madrid, 1982)

 

 


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