Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

1º Domingo de Adviento, 3-12-06
Texto según LET C: Lc 21,25-36, Cristina Inogés
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Hermanos: ¡Que el Señor ilumine su rostro sobre nosotros!

Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas…

… que nosotros probablemente no veremos en toda su intensidad porque hay tanta basura espacial que el entorno de nuestro mundo está contaminado. Hay tantos satélites (pocos de uso pacífico) destinados a vigilarnos y espiarnos que, cada vez que levantamos los ojos al cielo, en lugar de ver un espacio relajante en el que todos pudiéramos sentir coincidir nuestra mirada, pensamos ¿quién y para qué me estará observando? ¿Nos podrá ver Dios?

Y en la tierra la angustia se apoderará de los pueblos, asustados por el estruendo del mar y de las olas…

… y la mayoría de nosotros pensará ¡qué pena de gente! Siempre les afectan los tsunamis a los mismos, y las epidemias, y la hambruna. Pero también el hombre provoca tsunamis esquilmando los mares, haciendo negocio con los fármacos, destruyendo alimentos para mantener los precios. ¿Nos podrá ver Dios?

Los hombres se morirán de miedo, al ver esa conmoción del universo; pues las potencias del cielo quedarán violentamente sacudidas…

…y pensamos que el sol, la luna, y las estrellas nos proporcionarán un espectáculo tremendo, cuando en realidad nos estarán mirando sorprendidos, sin moverse ni tambalearse. Porque será nuestra conciencia la que nos estará preguntando qué hemos hecho, cómo nos hemos comportado y, ante la tibieza de nuestra vida creeremos que el sol, la luna y las estrellas tiemblan. ¿Nos podrá ver Dios?

Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y majestad…

… y mientras tanto, el Hijo del hombre se acerca cada día en las personas que nos rodean, en las que llegan de lejos, en las que nos cuentan sus penas y sus alegrías, sus proyectos truncados y otros futuros. Y nosotros seguimos levantando los ojos al cielo preocupados por quién y para qué nos estará observando, pero ¿nos podrá ver Dios?

La higuera y la realidad

El lenguaje apocalíptico que utiliza Lucas a nosotros se nos escapa. Nos va algo más suave, pero no por ello menos profundo. El fin del mundo, aunque no sabemos cómo será, es un futuro cierto; pero la inminencia del Reino es más que evidente porque depende de nosotros que no se retrase. Somos los agentes del Reino en este mundo.

Para nosotros la higuera ya empieza a ser un elemento exótico; captamos otro tipo de realidad. Esa inminencia del Reino la vemos, por ejemplo, en la convivencia (aunque queda muchísimo por hacer) con personas de otras razas y credos; en personas que intentan hacer del comercio algo justo y no solo lucrativo; en aquellos que hacen del culto el centro de su vida espiritual, sin abandonar por ello el compromiso social; en los maestros y profesores que favorecen el desarrollo integral de sus alumnos y no sólo sus capacidades intelectuales; en todas las personas que aman a Dios sobre todas las cosas, sin olvidarse del prójimo ni de sí mismos (aspecto importante que solemos olvidar).

Pero andamos todos, y confieso públicamente que yo la primera, tan preocupados y ocupados en las cosas de nuestra vida que seguimos pensando en los grandes acontecimientos pasados, presentes o futuros, y nos olvidamos de los pequeños que son los que verdaderamente dan sentido a los grandes. De ahí la recomendación de Jesús, la advertencia de tener el corazón preparado y no olvidemos que para los judíos el corazón era el todo de la persona.

Por eso, para hacer realidad el Reino, no podemos separar lo divino de lo humano, ya que los valores humanos son valores cristianos. Pagaremos caro el vivir en una sociedad sin valores y plana en cuanto a los registros cristianos. Nos cuesta levantar la cabeza y ver que se acerca nuestra liberación, somos pesimistas por naturaleza.

¿Nos podrá ver Dios?

Afortunadamente a Él no le afectan los satélites. Nos verá si somos felices haciendo realidad el Reino y no esperando que llegue el Hijo del hombre para resolver los problemas.

Nos verá si vivimos la vida ilusionadamente, no solo con ilusión que puede ser un efecto óptico; si todo nuestro ser se pone las pilas para unir lo divino y lo humano.

Nos verá, como dice un amigo mío, si ponemos vida a los años y no años a la vida. Si somos capaces de levantar la cabeza, sonreír y percibir que la liberación ya nos la regalaron. Ahora es cuestión nuestra transmitirla a los demás. Y de paso, así nosotros podremos ver a Dios.

Cristina Inogés. Zaragoza. España
crisinog@telefonica.net


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