Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

2º Domingo de Adviento, 10-12-06
Texto según LET C: Lc 3, 1 - 6, Marcos Abbott
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


JUAN BAUTISTA: ¿ES SU VISIÓN NUESTRA?

Cuando Juan el bautista sale del desierto para predicar, sale una muchedumbre para escucharle. ¿Por qué? Porque el mensaje que él anuncia resuena con su profunda esperanza para una renovación espiritual y nacional. El pueblo desea que Dios envíe un líder para liberarle de la dictadura imperial y de la opresión económica tanto de los romanos como de la élite judía. Anhela una renovación espiritual, y cree que el arrepentimiento es el primer paso necesario para que Dios responda al llanto de su corazón. La salvación que todos quieren ver (3,6 citando la LXX y no el texto hebreo) es espiritual, económica, política, social, nacional y étnica.

Aquí entra la confusión. Cuando leemos este texto en nuestras iglesias, la idea de la salvación que viene a la mente es diferente que la del texto. Juan y el pueblo que sale a escucharle tienen una visión que es social, nacional y étnica, y esto nos causa un problema. No podemos compartir su visión nacional y étnica. No pienso hacerme judío y mudarme al Oriente Medio. ¿Y tú?

¿Puede la visión que proclama Juan el bautista sobrevive fuera de Palestina, desvinculado de su identidad nacional y étnica? Hay que recordar que la historia más cercana que provee el contexto para Juan y sus oyentes es la revolución macabea. Bajo el liderazgo de Judas Macabeo Israel se liberaba de los reyes sirios. Así que el Mesías que esperan es una mezcla de guerrero, rey y sacerdote. La gente se somete al bautismo de Juan porque cree que preparará el camino para este Mesías, al estilo macabeo.

Para que este texto tenga sentido para nosotros, desvinculamos la visión del nacionalismo y etnicidad y la espiritualizamos. Para nosotros el reino de Dios y el Mesías tienen que ver con el establecimiento de una relación personal e individual con Dios. Jesús vino para morir en la cruz, y la salvación es el perdón del pecado individual y la vida eterna después de la muerte. Nuestra visión de la salvación sirve como un filtro para que cuando escuchemos este texto, no oímos lo que la gente oía y no esperamos lo que la gente anhelaba.

Sentimos justificados con nuestra reinterpretación radical del texto por varios motivos. Primero, obviamente la visión nacionalista y étnica no se realizó. Jesús murió en la cruz; el imperio romano continuaba por siglos después; la situación de los judíos se empeoraba con la destrucción del templo y la dispersión. ¿No es la reorientación de la visión al mundo celestial necesaria para rescatar algo del fracaso?

Segundo, no podemos compartir la visión nacionalista y étnica porque luego pierde toda relevancia para nosotros. Nuestra fe queda nula. Bueno, uno podría trasladarse a Palestina y unirse al movimiento sionista. ¿Sería esto más fiel a la visión de Juan el bautista que la espiritualización?

 

En realidad la solución es una combinación de las dos visiones, y esto es precisamente lo que hace el Evangelio. Si analizamos la visión de Juan, descubrimos que aparte de los elementos nacionalistas y étnicas, los valores en la visión son universales. Todo el mundo a través de toda la historia desea la paz, la justicia, la liberación de la opresión, la prosperidad y la convivencia amistosa entre todos. La condición humana del pecado suele quitar a Dios y colocar al ser humano en el centro de esta visión, pero la esencia de la visión es universal. Tenemos que reconocer que esta visión tiene dimensiones sociales, económicas, políticas, personales y demás.

La inmortalidad celestial no está en el centro de esta visión. De hecho podemos afirmar que tal enfoque tiene efectos secundarios nocivos. Si la esencia y el enfoque de nuestra esperanza es celestial, más allá de la vida terrenal cotidiana, entonces subvaloramos la vida actual. Hacemos una desvinculación importante entre la vida con Dios (en la esfera celestial) y la vida actual (en la esfera terrenal). Para usar una expresión antigua americana, la persona caracterizada aquí tiene la mente en el cielo tanto que no vale para nada en la tierra (He is so heavenly minded that he is no earthly good).

Entonces, ¿la visión celestial no tiene parte? Permíteme un breve desvío histórico antes de responder. La proclamación de Juan el bautista sólo se entiende en el contexto de la escatología apocalíptica. La esperanza apocalíptica consiste en la expectativa de una intervención cataclísmica de Dios en este mundo. Esta intervención tiene su aspecto destructivo y condenatorio y su aspecto redentivo. En su esencia, la visión apocalíptica es de la intromisión de Dios en este mundo, es decir, la irrupción de la trascendencia para que haya inminencia. ¿No es eso la esencia del título Emmanuel, Dios con nosotros?

Aquí encontramos la clave. Juan el bautista está esperando una intervención de Dios en este mundo que resultará en la presencia y la inminencia de lo trascendental en la vida terrenal. Su visión social, política, económica y demás también tiene a Dios en su centro. Las dimensiones trascendentales e inminentes viven en una tensión dinámica.

Así que nosotros podemos recibir como buenas nuevas la proclamación de Juan. Podemos afirmar lo que tenemos en común con su visión sin la necesidad de compartir la dimensión nacionalista y étnica. Necesitamos la paz y la justicia más que nunca. Hace falta la convivencia con respecto de las identidades nacionales y étnicas pero sin el orgullo que suele acompañarlas.

La Iglesia es precisamente donde podemos vivir esta visión, como una sociedad alternativa. Podemos construir una comunidad que tiene a Dios y su amor en el centro, donde la trascendencia es inminente (podríamos decir encarnado). La Iglesia es una comunidad donde la dimensión espiritual y celestial orientan las diversas dimensiones de la vida, las sociales, económicas, políticas y demás. Es un lugar donde el perdón del pecado se aplica no sólo para irse al cielo, sino para reconciliar enemigos; donde la visión de la plenitud del amor de Dios se practica con el gozoso compartir de bienes; y donde la salvación eterna se encarna en la liberación de barreras falsas de etnicidad, nivel socio-económico, género y más.

¿Es la visión de Juan el bautista nuestra? No…y sí. No tenemos que hacer la mudanza al Oriente Medio y hacernos sionistas, pero podemos construir comunidades con Emmanuel en el centro y vivir la visión.

"[Preparemos] el camino del Señor, [enderecemos] sus sendas…” a través de nuestras comunidades. Si hacemos esto: “Todo valle se rellenará y se bajará todo monte y collado; los caminos torcidos serán enderezados, y los caminos ásperos allanados, y verá toda carne la salvación de Dios", aquí y ahora, y allí para siempre también.

Marcos Abbott academico@centroseut.org


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