Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

Domingo después de Navidad, 31 de diciembre de 2006
Lucas 2, 22-40, Jorge Weishein
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


El texto de hoy nos cuenta qué pasó en los primeros días después del nacimiento de Jesús. Podemos ver el ambiente religioso judío que rodea toda la historia. Es un niñito judío que como todos los demás niños es llevado a ser circuncidado. Pero aparecen dos abuelos que son re-religiosos y al ver a ese bebé de una semana empiezan a hablar delante de sus padres del Mesías, y los padres no podían creer que la gente ya empiece a hablar así de Jesús. Hacía una semana unos ángeles habían hablado con ellos para decirles quién era Jesús, ahora la gente en la calle, camino al templo da gracias a Dios por poder ver al salvador del mundo. Imagínense ustedes con su bebé en brazos y que venga gente extraña a decir semejantes cosas.

Pero lo que se ve en esa gente es la alegría contenida por años o por décadas. Simeón directamente le dice a Dios que si es por él, Dios ya se lo puede llevar porque vio lo más importante que hay en el mundo. Lo mejor que le podía pasar ya le pasó. Hasta una abuela que tenía más de cien años y que hacía ochenta y cuatro años que estaba viuda reconoció a Jesús como alguien que iba a traer liberación al pueblo de Israel. Tanto Simeón como Ana vivían haciendo ayuno y yendo al templo a rezar. Son personas muy religiosas y, sin embargo, ellos dicen que Dios está allí en medio de ellos, es más, lo tienen en sus brazos. Dios tiene 8 días de nacer y ya despierta las más profundas esperanzas en los corazones de la gente. Y la gente hablaba de ese niño por todos lados. Ese bebé era el comentario del pueblo.

Para los padres mismos era algo increíble lo que les estaba pasando. Ellos estaban asombrados. La gente daba gracias a Dios y oraba con alegría por lo que les estaba tocando vivir. María y José se vuelven a su pueblo en Nazaret y ahí Jesús creció, estudió, se desarrolló y Dios estaba contento con él. La gracia de Dios lo protegía. Así Jesús durante varios años fue a la escuela, seguramente trabajó con José como era costumbre que los hijos trabajen con sus padres. Durante treinta años parece que no se escuchó más nada. Los evangelios no saben decir lo que pasó. Dios estaba viviendo en Nazaret y parece que nadie lo supo hasta que Jesús un día treinta años después empezó a predicar y a decir que Dios empezó a cumplir su promesas a través de él.

Ese tiempo de Jesús como niño, como joven, y buena parte de su vida adulta es un misterio absoluto que personalmente siempre me llamó la atención. Dios estaba ahí, sin manifestarse, sin que nadie le prestara demasiada atención. Sólo hay una historia cortita de una vez cuando Jesús se quedó discutiendo con 12 años con unos maestros en el templo. ¿Pero cómo era Jesús de niño y de joven? ¿Qué hacía allá en ese pueblito perdido del interior de Israel? Esa ausencia de conocimiento sobre él y su actividad durante todo ese tiempo siendo el hijo de Dios en un pueblo desconocido para muchos y en medio de una situación de injusticia social tremenda, teológicamente, me resulta riquísima. Sí, Dios estaba pero no lo vimos. ¿Recuerdan esas palabras de Jesús, para que viendo no vean y para escuchando no entiendan? Me parece que son otra vez una clave para entender la vida de Jesús. Dios siempre presente, tal vez hasta de paso por nuestro pueblo, pero no lo vimos ni lo entendimos así. ¿No les parece increíble?

El problema es la imagen de Dios que nosotros tenemos. Creemos que Dios es como nosotros, queremos que sea así y puede ser que Dios nos sorprenda y de una forma increíble, como en Nazaret, la gente un día se entera de golpe que Dios vivía con ellos y era su vecino. ¡Se cruzaban con él todos los días!

Pero mientras Jesús está creciendo, ahí mientras Dios se está preparando, ¿qué pasaba con la gente? ¿Dónde quedó esa alegría de los pastores, esos comentarios de la gente, esas alabanzas y oraciones? ¿Cómo era su vida de fe en sus comunidades?

Jesús está por aparecer y manifestarse en poco tiempo, ¿pero la gente sigue teniendo esperanza en ese salvador, la gente cree realmente en que Dios les va a cambiar la vida por medio de Jesús, sus palabras y sus diferentes actos de amor?

Este niño que vivió en Nazaret, que luego salió por pueblos y aldeas a predicar la voluntad de Dios, que llegó a morir en la cruz, resucitó, volvió a la vida, volvió a nacer de una forma especial. Este Jesús prometió estar con nosotros en medio nuestro, enviarnos su espíritu, se apareció a muchos, y hasta el día de hoy seguimos dando testimonio de que vive. Este Jesús un día va a volver a venir. ¿Y si Jesús viviera en nuestro pueblo, en nuestro barrio? ¿Y si Jesús fuera nuestro vecino y nos cruzamos con él casi todos los días? ¿O si Jesús por medio de su presencia especial nos estuviera acompañando en distintos momentos de nuestras vidas a través de distintas personas que él nos está enviando? ¿Y si Dios se estuviera dedicando de lleno al cumplimiento de su voluntad en nuestro pueblo y nosotros no le estamos dando importancia? ¿Qué sienten cuando les digo que Dios no los está mirando de allá arriba sino que está sentado al lado de ustedes, junto a ustedes, ahora? ¿Qué experiencia, no?

¿Por qué les digo esto? Me pregunto: ¿Cómo viven esa presencia de Dios en sus vidas, qué les pasa a ustedes en su vida, en sus mentes, en sus cuerpos cuando en la nochebuena cantamos noche de paz y miramos esa batea donde comen los animales con el hijo de Dios acostado ahí adentro? ¿Qué les pasa en sus vidas cuando escuchamos en la iglesia al leer la Biblia que Jesús se preocupaba por los que pasaban mal y llegamos a casa y nos está esperando un pobre tipo para pedirnos ayuda? ¿Qué les pasa a ustedes en la vida y por sus cabezas mientras hacen las tareas diarias con todo el sacrificio que tantas veces tienen que hacer y de pronto alguien les recuerda que los ama con locura y que está dispuesto a cualquier cosa por salvarlos? ¿Qué les pasa a ustedes por dentro cuando saben que Dios nos llama a respetarnos y aceptarnos en comunidad para vivir esa fe en Dios reconciliados y sabemos que acá hay más de uno que no puede sentarse junto con el otro a conversar un buen rato o no pueden ir a visitarse en sus casas porque en el fondo no se soportan? ¿Qué sienten ustedes cuando después de tomar la Santa Cena con sus hermanos en la fe y aceptar ese llamado de Dios a amarse y entregarse cómo él lo hizo por nosotros, nos miramos entre nosotros y sabemos que tenemos cosas pendientes pero que no sabemos cómo arreglar ni cómo empezar? ¿Qué les pasa a ustedes cuando al comenzar el culto recibimos el perdón de Dios de nuestro pecado por medio de la fe en él y salimos del culto y ya estamos “sacándole el cuero al primero que se cruza” sin ninguna misericordia?

Podría seguir preguntándome muchas cosas más. Podría seguir preguntándome sobre cómo vivimos nuestra fe y si nos tomamos en serio su llamado a seguirlo, a trabajar para su reino, a vivir de acuerdo a su voluntad. No tengamos miedo de enfrentar las consecuencias de nuestro acto de creer en Dios, al contrario vivamos con alegría esa capacidad de Él de perdonarnos e invitarnos siempre de nuevo a aceptar su amor y ser hijos suyos.

Que Dios nos bendiga en ese desafío de dejarnos encontrar por Él en medio de nuestra vida, en medio de nuestro pueblo, en medio de nuestras angustias y alegrías. Que Dios nos acompañe ahora y siempre. Amén

Jorge Weishein
Buenos Aires
jorgeweishein@arnet.com.ar


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