Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

Predicación de Fin de año, 31 de diciembre de 2006
Lucas 2, 41-52, Rodolfo R. Reinich
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Cuando era un niño mi mamá me contaba historias de la vida de Jesús a partir de un libro de historias bíblicas para niños, que tenía muchos dibujos tinta en blanco y negro. En su momento me impactó mucho el cuadro que representaba al Jesús de doce años en medio de un animado diálogo con unos señores que parecían sabelotodo y severos. ¡Todavía lo tengo muy vivo en el recuerdo!

Ahora, cuando leo el texto me parece en realidad es una escena tranquila. Jesús aparece como alguien que no pretende saber todo; como alguien que recién habla después de haber escuchado atentamente porque quiere aprender.

Pero un refrán dice que quién sólo escucha en silencio no se aprovecha todo. También es necesario preguntar para profundizar la Palabra y obtener todo el contenido de su mensaje.

Entonces, si en la Biblia dice que “en Cristo están encerradas todas las riquezas de la sabiduría y del conocimiento” - Colosenses 2,3-, es necesario preguntarse y reflexionar sobre el fundamento de nuestra fe, tal como lo hizo Jesús, para no ser arrastrados de un lado para otro por las distintas corrientes religiosas o ideológicas del momento.

Esto implica también la disposición de someter a la crítica nuestras posibles respuestas, como lo hizo Jesús, para comprobar que estemos en el camino correcto.

Para el derecho judío Jesús está en el umbral de su mayoría de edad religiosa.

Por eso busca aprender de los maestros de la ley lo que ellos saben de la Escritura sobre la ley y los profetas.

Está abierto y escucha, porque seguramente también se ha percatado que cada uno de ellos tiene su propia historia de fe con Dios. Por eso recibe de ellos todo lo que puede recibir y poco a poco les va dando que puede darles.

La característica de Jesús será que aún después de superar la ley y los profetas él se mantendrá en comunión con Dios, el Padre y le preguntará siempre de nuevo qué espera de él. Y, siempre de nuevo indicará también a sus discípulos dónde pueden encontrar respuesta a sus preguntas.

¿No sabían que tengo que estar en la casa y ocuparme de los asuntos de mi padre? (v. 49), son sus primeras palabras de Jesús que recibimos, que vienen a ser como el título subrayado de toda su vida futura.

Anuncian una dolorosa, pero necesaria separación. Sus padres todavía no lo entienden.

Pero, él se queda viviendo con ellos en Nazaret por casi dos décadas queda y recién entonces los deja. Toma distancia de su familia humana para dedicarse plenamente a Dios el Padre. Él comienza su ministerio en Jerusalén y vuelve allí para culminarlo, debe regresar (18,31), para cumplir plenamente la ley y ser totalmente obediente al Padre.

Jesús es la manifestación plena del amor de Dios, de modo que a partir de aquí podemos mirar a nuestras familias en el contexto actual y preguntarnos ¿qué aspectos de la familia están más deteriorados en nuestra sociedad? ¿Qué habría que cambiar, volver a pensar, estimular, clarificar para que la fe pudiera iluminar nuestra vida moderna y darle un verdadero sentido?

Recuerdo haber leído un breve relato, donde decía que ya no existe el templo donde Jesús conversaba con maestros de la ley. Que los judíos se reúnen en sinagogas; que estas no tienen torres como nuestras iglesias; que en Jerusalén hay actualmente más novecientas sinagogas; que hay pocas grandes y que la mayoría son pequeñas; que al superar la capacidad de unos 70 fieles, comienzan a planificar la creación de una nueva; que el camino debe ser corto porque el sábado no pueden utilizar medios de transporte; que las sinagogas se encuentran en el vecindario próximo; que la pequeña sinagoga es la casa de Dios en la cual se reúnen las familias vecinas; que por esta razón se dan cuenta cuando un sábado falta alguien y pueden visitarlo para saber qué le ha pasado y ver cómo ayudarlo; que de esta manera la sinagoga es el espacio donde se encuentran y participan activamente las familias; que de esta manera Dios y la vida cotidiana en el mundo están muy cerca.

¡Ojalá, nuestras iglesias pudiesen ser esas pequeñas comunidades en cada barrio donde el “Dios con nosotros” y la gente estén cerca y esa cercanía transformadora se note en la vida diaria, como dice Dios en el lema para el año 2007: “He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a la luz; ¿no la reconoceréis” (Isaías 43, 19ª).

¡Que así sea!.

Pastor Rodolfo Roberto Reinich,
Iglesia Evangélica del Río de la Plata,
Buenos Aires.
Rodolfo Reinich [reinich@ciudad.com.ar]


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