Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

SERMÓN DE AÑO NUEVO, 1.1.2007
Lucas 5: 1-7, José Luis Avendaño
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


I. Introducción

1.1 Comienzo y fin de un año: Comenzamos un nuevo año con muchas promesas, con las mejores intenciones de hacer todo bien, pero conforme avanza el año, las promesas se van olvidando, y las buenas intenciones sólo se van quedando en eso, en buenas intenciones. Decimos, por ejemplo: “Este año sí que voy a arreglar el techo de la casa”, pero llegamos otra vez a un fin de año, y el techo continúa sin ser reparado. Decimos: “Este año sí que voy a dedicar más tiempo a la familia”, pero conforme avanzan los meses nos vamos involucrando más y más en actividades y nos olvidamos de cumplir esta promesa. O tal vez, decimos: “Este año sí que voy a conseguir otro empleo”, pero termina el año y seguimos en el mismo trabajo que no nos agrada. Al comenzar el año, quizás, nos prometimos llenos de entusiasmo: “Este año sí que haré esto o lo otro”, pero, lo cierto es que si miramos hacia atrás, veremos que la mayoría de las cosas solamente quedaron en lindas promesas y buenas intenciones.

1.2 Una analogía con la vida cristiana. Pues bien, lo mismo que ocurre con estas situaciones inconclusas de la vida, ocurre también muchas veces con nuestra vida cristiana. Quizás, al comienzo de un año, o en un cierto momento emotivo, tal vez mientras escuchábamos un sermón, hacíamos una oración o entonábamos una canción, le hicimos al Señor ciertas promesas: “Señor, ahora sí que prometo entregarte mi vida sin reservas ni condiciones”. “Dios, Ahora sí que este año, voy a dedicar más tiempo a la oración y a la meditación bíblica, y tú serás la mayor prioridad de mi vida. “Señor, este año sí que voy a renunciar a todo aquello que tú no apruebas en mi vida, ya que me hace daño y me aparta de ti”, etc., etc. Ahora bien, este año ya toca a su fin, y si somos honestos con nosotros mismos y hacemos una evaluación reposada de todas nuestras promesas y compromisos hechos a Dios, debemos reconocer que muchos de ellos sólo se han quedado solamente en buenas intenciones y en honorables promesas. Ahora bien, no estoy diciendo, ni menos sugiriendo que nuestras intenciones no eran buenas, ¡claro que las eran! No estoy diciendo que nuestras promesas no eran sinceras, ¡claro que las eran! Pero, por alguna razón, nuestras buenas intenciones y sinceras promesas se quedaron en el camino, y parece que nunca podemos avanzar, parece que las cosas nunca pueden cambiar, y muchos de nosotros si somos realmente honestos, y no sólo hacemos promesas que sabemos nunca vamos a cumplir, es más, que no tenemos la más mínima intención cumplir, nos preguntamos, si vale la pena intentarlo otra vez, después de todo, hemos fallado tantas veces.

II. Reflexiones a partir del texto.

2.1 Pedro, el pescador: Últimamente he aprendido a leer este texto con nuevos ojos, quizás, porque todos en algún momento todos nos hemos sentido como Pedro, el pescador. Pedro era un pescador de oficio, toda su vida la había pasado en el gran lago de Galilea, entre botes, redes y peces. Nadie podría enseñarle como realizar su oficio, cómo pescar y, sin embargo, aquella noche lo había intentado todo, pero sin ningún resultado, sencillamente, ni un sólo pececillo picaba en el anzuelo. De modo que a Pedro, el consumado pescador, no le quedó más que volver a la costa frustrado y derrotado, esa noche, sencillamente, no habría pesca.

2.2 Un hombre derrotado: S u frustración y decepción de no conseguir ningún resultado esa noche con la pesca, le hace tomar la decisión a Pedro de que lo mejor sería no seguir intentándolo más y más bien volverse a casa. Simplemente, Pedro, se dio por vencido. Pero, ¿Jesús se había dado vencido con Pedro? ¡Claro que no!. En v. 4 Jesús le pide a Pedro que lleve otra vez la barca a aguas más profundas y arroje de nuevo las redes al mar. Ahora bien, la primera parte de la respuesta de Pedro en v. 5 es la respuesta que damos normalmente cuando nos sentimos agotados de intentarlo y volver a fallar, y el peso de nuestras derrotas parece demasiado pesado: “Maestro, hemos trabajando duro toda la noche y no hemos pescado nada”.

2.3 El Pedro que hay en nosotros: Muchas veces nos sentimos tal como Pedro, ¿no es verdad?: ¡Nadie podría decirnos que no lo hemos intentado! ¡Nadie podría decirnos que nuestras promesas no fueron sinceras y nuestras intenciones buenas! Pero, por algún motivo, hemos vuelto a fallar, hemos vuelto a fracasar, no ha habido los frutos que esperábamos y seguimos como siempre, sin avanzar, sin superar nuestras debilidades. Entonces, al igual que Pedro, nos preguntamos si vale la pena seguir intentándolo o es mejor llevar el bote hasta la costa, colgar las redes y olvidarnos de la pesca. Quizá el mal hábito que Ud., ha deseado tanto se aparte definitivamente de su vida, sigue allí, avergonzándolo. Quizá, ha puesto todo lo que ha podido de su parte, pero su matrimonio sigue envuelto en la incomprensión y la indiferencia. Tal vez, ha prometido al Señor entregarle toda su vida, conocerle de un modo más profundo, pero por alguna razón, las exigencias de esta vida y sus tentaciones, han podido más y Ud., siente que sigue en el mismo lugar de hace uno, dos o tres años atrás, sencillamente, no puede avanzar en la vida cristiana. Después de todo, ¿vale la pena seguir intentándolo?.

2.4 Pero por tu Palabra lo volveré a intentar....: Pero, entonces, en medio de tanta frustración y decepción, cuando parece ya todo perdido y Pedro sencillamente parece resignado al fracaso, ocurre algo inesperado. El v. 5 no sólo termina con aquel : “Hemos estado trabajando duro toda esta noche de Pedro y no hemos pescado nada”, sino con un: “ Pero tal como me lo pides, en tu Palabra, echaré otra vez las redes al mar”. Es como si Pedro dijera, me doy por vencido Señor, me abandono a ti, ya no quiero hacer más las cosas ha mi modo, haremos las cosas ahora a tu modo. Para Pedro, en ese momento, fue la pesca, pero para nosotros puede ser un:

  • He fallado tantas veces y me siento cansado de seguir intentándolo, Señor, no obstante, por tu Palabra, lo intentaré otra vez”.
  • He estado batallando con mil mal carácter, con este mal hábito durante tanto tiempo, no obstante, si tú me lo pides y por tu Palabra, lo intentaré otra vez.
  • He perdido las esperanzas de salvar mi matrimonio, pero, como tú me lo pides, confiaré en ti y esperaré.

Los vs. 6-7 nos dicen que Pedro y sus compañeros lo intentaron una vez más, pero esta vez, haciendo las cosas al modo del Señor, y el resultado fue una pesca tan abundante que las redes llegaban a romperse de tanto pescado que recogieron.

2. 5 Lo que Pedro aprendió: Estoy seguro que lo que Pedro aprendió esa noche, no fue solo sobre la pesca o sobre cuantos pescados cabían en sus redes. Pedro aprendió una experiencia profundísima acerca de lo que significa seguir a Jesús por el poder de su Palabra. Cuando seguir a Jesús es más que ser miembros de una Iglesia, es más que participar de un culto, sino que es sobre todo, seguirle por medio del llamado y del poder de su Palabra, llegamos a descubrir que no podemos fracasar, no importa cuantas veces tengamos que volver a echar las redes, él siempre nos sostendrá- Mis hermanos y hermanas, no podemos cambiar el pasado, pero sí podemos hacer algo por nuestro presente y por nuestro futuro. Que podamos aprender de los errores del pasado, de modo que ahora en el presente y mucho más, cuando un nuevo año se avecina, podamos decir: “¡Señor, sé que he fallado tantas veces, pero, esta vez POR TU PALABRA, echaré nuevamente las redes!” . Amén.

José Luis Avendaño, Chile,
holderlin1970@yahoo.es

 


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