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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

5 domingo de Pentecostés, 15.06.2008

Sermón sobre Mateo 9:35-10,23, por Fabián Paré

 

Como ovejas entre lobos

«Al ver la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como  ovejas que no tienen pastor» 

¿Quién puede tener compasión por la multitud? Solo Cristo, y por ende, los/as cristianos/as.  Se puede afirmar que si no hay compasión no hay Cristo, ni cristianos/as.  Es importante diferenciar la compasión de la lástima, al tener lástima brota el sentimiento de superioridad ligado a una distancia que marca la imposibilidad de cambiar el estado de aquello que da lástima. La compasión lleva a un abrazo que hace superar el estado de lamento vivido.  Jesús ve a los fatigados y abatidos, que en el sentido del texto original nos lleva a pensar en los desamparados y dispersos.  Aquí vale la pena observar que no aparece una distinción tan tajante entre ricos y pobres, sino entre los que son desamparados y los que desamparan, entre los dispersados y los que dispersan.  Por supuesto que los desamparados y dispersados son en su mayoría pobres, y los que generan ese estado en la multitud son en su mayoría exageradamente ricos. Y la última aclaración a tener en cuenta: la riqueza de los que dispersan y desamparan no es fruto del trabajo.  De modo que la compasión ansiada por los desamparados y dispersados no puede esperarse de aquellos/as que acumulan riqueza sin trabajar.  Por eso del único lugar que puede provenir la compasión es de Cristo, y por ende de los/as cristianos/as.  Lo que identifica a un cristiano es su compasión con el desamparo y dispersión sufrida por el pueblo, y no un certificado de bautismo guardado en algún cajón.

El verdadero apostolado o envío de Cristo consiste en ir a proclamar el Reino de los Cielos, no el reinado del gobernante y/o autoridad de turno; a curar a los enfermos, no a desatender y quebrar la atención de la salud pública (no solo en hospitales, sino en el estilo de vida y convivencia); resucitar a los muertos, no matar con la violencia social (empobreciendo y maleducando al pueblo, sosteniendo el narcotráfico y la corrupción, el tráfico de personas, la desnutrición y el hambre); purificar a los leprosos, no marginar y segregar alimentado el racismo, la xenofobia, la exclusividad y los privilegios; expulsar los demonios, no dejar que ‘reinen' sometiendo a la miseria y muerte al pueblo (la multitud), por medio del desamparo y dispersión  (Cf. Mt 10,5-8).

Como ovejas entre lobos (Mt 10,16), una forma de figurar aquello que involucra ser cristiano/a en el mundo.  Ahora, en este mundo ¿quiénes encarnan la figura del lobo? Y ¿quiénes la de la oveja?  Sin duda el certificado de bautismo no bastará para establecer la diferencia.  En este relato las ovejas no se refieren al pueblo desamparado y dispersado, pues es a ese pueblo que se es enviado.  Aquí las ‘ovejas' son las que cumplen un apostolado, y no necesitan para ello una estola o cuellos clericales. Siendo médicos/as, abogados/as, ingenieros/as, o la profesión que fuere se puede cumplir la vocación cristiana de la compasión.  El ser llamados/as y enviados/as por Cristo no implica abandonar el don regalado por Dios, sino ponerlo al servicio de su Reino.  Hay médicos/as, abogados/as, docentes, empresarios/as y muchos/as otros/as que tienen esta vocación cristiana, pero no son la mayoría, de hecho son muy pocos (dentro o fuera de la institución Iglesia).  Sin embargo se dedican a su apostolado, enfrentando las consecuencias de no ser leales a la autoridad de turno, sino a la vocación que le fue regalada por Dios, de gracia recibieron de gracia dan (Cf. Mt 10,8b).

Sin duda los ‘lobos' refieren a quienes no tienen compasión, y muestran su destreza para ‘atacar y sacar de medio' a los que afianzan en el pueblo una lealtad a un reino que no es de este mundo.  En este país conocemos muy bien las represalias de no seguir la corriente a las autoridades de turno.  Los/as que besan los pies de los mandatarios reciben su ‘recompensa', no importa que sean líderes patoteros y vividores que especulan por sus propios intereses, y dicho sea de paso incompetentes para las funciones para las que fueron asignados o electos; la cuestión es que cada vez hay menos espacio para el trabajo y la honestidad: la salud, educación, justicia, y toda representación de las necesidades del pueblo, se ven asechadas por los ‘lobos' que lucran y/o usufructúan desamparando y dispersando al pueblo. 

‘...Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha', Mt 9,37.  No demos la espalda a las vocaciones regaladas por Dios, y brindémosla a los fatigados y afligidos, a los desamparados y dispersados.

 



Pastor Fabián Paré
IELU
Eldorado-Misiones, Argentina

E-Mail: fabianpare@arnet.com.ar

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