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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

9º Domingo después de Pentecostés, 13.07.2008

Sermón sobre Mt 13:24-43, por Cristina Inogés

 

 

Hermanos: ¡El Señor ilumine su rostro sobre nosotros!

En el mundo en el que vivimos está la luz y la tiniebla; en el corazón de cada uno habita el bien y el mal; en los campos sembrados conviven el buen grano y la cizaña. Frente a esta realidad lo más inteligente que podemos desear es que nuestra actitud se la misma que la de Dios, es decir: comprensión, paciencia y confianza.

Comprensión

La enfermedad más extendida en el ánimo humano es el delirio de omnipotencia. Nosotros, aunque nunca queramos admitirlo, creemos ser mejor que los otros. Cada persona sabe como resolver, sin ninguna duda, cualquier asunto que a otra agobia; cada familia sería capaz de enseñarle muchas cosas a otra familia. Nos sentimos todopoderosos e intachables.

Por eso es necesaria la actitud de comprensión. Es inevitable que en cada uno de nosotros e incluso en nuestras iglesias haya una mezcla de santidad y pecado, de bien y de mal de ahí la urgente necesidad de vivir la comprensión porque tendemos a vernos como los buenos que acogemos a los malos; los ricos que atendemos a los pobres; los puros que enseñamos a los impuros... Somos los perfectos por que ¡gracias a Dios! no somos como los demás. Después de todo, no nos equivocamos nunca. Pero Dios que de verdad es bueno y puro, derrocha cada día comprensión con todos y cada uno de nosotros porque, ¿cómo si no tendríamos la certeza de, día tras día, ser escuchados en nuestra oración? Si, cuanto menos, no intuyéramos la comprensión de Dios ¿cómo seguiríamos sintiéndonos hijos suyos?

Sería de desear que la mostaza siempre estuviera presente en nuestra vida, creo sinceramente que ayudaría a nuestra comprensión porque no hace falta destacar en apariencia. El pequeño grano de mostaza se transforma en árbol que acoge y protege, es decir, se hace comprensivo con quienes se acercan a sus ramas a anidar; no se siente superior ni da consejos, es simplemente una pequeña semilla transformada en árbol que manifiesta la comprensión siendo fiel a su misión.

Paciencia

Leer la prensa o escuchar las noticias suele ser poco agradable. Demasiada violencia, demasiados problemas, demasiada fealdad, demasiada incapacidad de reacción ante los problemas, demasiada política mal hecha, demasiada mala idea en la misma presentación de las noticias... Hay donde elegir. Está la violencia que se ve, y sabemos de la que no se ve. Repasamos la historia, vemos el presente y de alguna manera intuimos el futuro y decimos escandalizados: ¿por qué Dios lo permite?

Por eso es necesaria la paciencia. Querríamos que todos los males del mundo se solucionaran de hoy para mañana, pero no podemos olvidar que Dios nos hizo libres y con un mandato: "llenad la tierra y sometedla". ¡Ya ha pasado tiempo desde la creación del mundo! Y ahí sigue Dios con su paciencia, confiando en nuestros pequeños pasos y grandes retrocesos. ¿Con qué confundimos nosotros la paciencia? Creo que con dejar todo en manos de los demás porque nosotros, no tenemos soluciones, el mundo es demasiado grande para llegar a todo y la vida demasiado corta. Pero eso es abandono, no paciencia. Debemos aprender de la paciencia de Dios que pone en nuestras manos cada día, infinidad de recursos para abolir el mal en el mundo, para, llegado el momento separar el grano de la cizaña. La vida no cambia de la noche a la mañana, pero para eso está la paciencia para no abandonar y cada día avanzar hasta erradicar el mal en el mundo.

Sería de desear que la levadura formase parte de la masa de nuestra vida porque la levadura no tiene prisa. Una vez mezclada con la harina es cuestión de tiempo que fermente, pero no es un tiempo perdido, estático, es un tiempo en movimiento que permite la transformación de la masa. Y, así, con tiempo manifiesta la levadura la paciencia siendo fiel a su misión.

Confianza

¿Pero Dios tiene confianza? ¡Pues claro que sí! Y por eso nosotros no debemos ser agoreros. Pero sobre todo debemos desterrar de nuestro vocabulario la palabra resignación. No podemos utilizarla como sinónimo de nada. La confianza es una espera serena y tranquila. La confianza es como una flor que promete frutos exquisitos, pero que tiene que pasar la inestable primavera para dar el fruto en plenitud. El tiempo de la paciencia, sobre todo si la aprendemos de Dios, es el tiempo de la gestación de una vida nueva que aporta un cambio para nosotros y para los demás. Todo se ordena a una nueva realidad, incluso el mal porque será vencido por el bien y la victoria del amor. ¿O será mejor decir del Amor?

Sería de desear que esta parábola tan lejana a nuestra lógica y a nuestro comportamiento la reinterpretáramos como una lección de cultura de paz en la certeza de que, por pequeño que sea un gesto, una palabra, un cambio, puede transformarse en una acción que afirme, aquí, la realidad del Reino de Dios.



Cristina Inogés
Zaragoza. España
E-Mail: crisinog@telefonica.net

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