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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

5° Domingo de Cuaresma (Judica), 25.03.2007

Sermón sobre Lucas 20:1-19, por Alfredo Abad

Venid matémosle para que la heredad sea nuestra!"
Lucas 29, 14
"¿Qué pues es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza de ángulo?"
Lucas 20, 17
"Temieron al pueblo"
Lucas 20, 19

Introducción y análisis de realidad

Hemos conmemorado en Madrid el tercer aniversario de los atentados del 11 de marzo del año 2004, aquellos que terriblemente segaron la vida de 200 personas provocando cerca de 2000 heridos, este mes se ha recordado la tragedia con un monumento de cristal frente a la estación de Atocha, en el que están inscritos los nombres de las víctimas y los pensamientos que espontáneamente se fueron dejando grabados en simples trozos de papel o en las paredes en un memorial popular improvisado en el entorno de la estación.

Aquel gesto memorial tenía algo de sagrado, y el uso que se hizo de la violencia, tenía mucho de negación de lo sagrado.

Este sermón quiere caminar con vosotros unos pasos en una reflexión sobre la violencia, a partir del texto del Evangelio de Lucas que preside nuestra reflexión. El uso y la manipulación de la violencia tienen algo de negación de lo sagrado, del respeto por la vida, por las personas, por el futuro de la humanidad que Dios quiere justo y armonioso.

Me viene a la memoria el monumento de Atocha y el sufrimiento de nuestras víctimas ante varios procesos singulares que nos afectan a nivel nacional e internacional. Respecto de lo segundo estamos asistiendo a un escenario de violencia en Irak, que debe seguir movilizándonos en contra de la actuación bélica injusta y desproporcionada que ha hecho de Irak uno de los países donde la población civil es más vulnerable, cada día los muertos se cuentan por decenas, y el futuro de la población irakí cada vez está más comprometido con cientos de miles de desplazados. También a esta escala la situación de las múltiples guerras en África (la mayoría conflictos olvidados) vuelve tozudamente a nuestra mente y a las páginas de nuestros periódicos. Comparo con esta situación la crispación que eleva el tono del debate público y político en España sin encontrar un camino para el final de la violencia terrorista y sorbe todo sin mostrar una senda de concordia para que las personas puedan orientarse en sus discrepancias ideológicas.

Se utiliza la violencia y se manipula, como siempre en la historia, para justificar los intereses particulares de un grupo reducido o poderoso que solo se satisface de la aniquilación del otro. La mística griega ya abordó esta forma de caos.

El texto del Evangelio de Lucas nos muestra precisamente que la negación de lo sagrado es ese uso partidista de la violencia, que desencadenada y en escala, va alcanzando cotas que acaban con el futuro de los propios violentos consumidos por su propia avaricia y su profanación de la justicia y el respeto por la vida.

La reacción de los labradores ejemplifica las escaladas de la violencia y el precio que se acaba pagando: la humillación de las personas, golpeadas, desautorizadas y denigradas; la vida de las personas, en el hijo que se asesina para quedarse con la propiedad; y el asalto a la usurpación de la propiedad.

No tengo que aplicar este ejemplo a las situaciones que he mencionado, ya que se muestran más que evidentes en las espirales de violencia de Irak, o de los señores de la guerra africanos, también en el enrarecimiento del debate político en España en torno a la búsqueda de la paz en Euskadi para el fin de la violencia etarra.

Acabamos contaminándonos de aquello que, teóricamente, queríamos combatir, cuando utilizamos sus mismos medios con la pretensión de estos se justifiquen con nuestros fines.

Me gusta que miremos no solo a estas evidencias nacionales e internacionales, sino a nuestro propio método al abordar los conflictos. En nuestros debates y opiniones, cuando ridiculizamos y no tenemos en consideración la opinión de los otros, cuando generamos situaciones que maltratan, desautorizan o ejercen poder sobre los demás para anularlos, estamos contaminándonos de ese mismo método, de esa misma espiral de la violencia. No en vano el Consejo Mundial de Iglesias nos invita a reflexionar en esta década dedicada a erradicar la violencia a aquellas formas de agresión que subsisten en nosotros.

Jesús plantea una respuesta, y el propio texto nos ofrece una llamada interesante (vv. 17 y 19)

La respuesta de Jesús

Jesús responde con un interrogante, los que oyeron la parábola que estaba contándoles Jesús pensaban que ellos estaban al margen de este tipo de actuaciones, tan al margen que invocan "¡Dios nos libre!": nosotros no somos como esos labradores que se han dejado poseer por el mal, la avaricia y la violencia, no somos como ellos.

Sin embargo, dos versículos más adelante, el propio Evangelio nos muestra, con ironía corrosiva, la paradoja: estos mismos estaban en el entorno que pretendía "echarle mano (a Jesús) allí mismo, en aquella misma hora".

En este periodo de Cuaresma, el texto nos muestra que en los preámbulos de la Semana de Pasión la espiral del rechazo de Jesús era creciente. Con el Cristo se está rechazando la apuesta de futuro, de amor y de diálogo entre las diferentes posiciones, una religiosidad agresiva, tan avariciosa de poder como los labradores de la parábola; iba a desintegrar el "¡Dios nos libre!" de los oyentes de Jesús.

El uso de la violencia en los deportes y en las corrientes de masas nos muestra como somos de vulnerables a la manipulación de la opinión pública y a la desproporción cuando la violencia se hace un medio para conseguir los fines que nos proponemos, la defensa de los intereses que nos mueven y que obvian la dignidad, el respeto y la integridad de las personas que se convierten en obstáculos y enemigos. Veamos particularmente la violencia en las casas contra las mujeres, los niños, los ancianos, y en menor medida también contra los hombres.

Jesús pone en interrogante el sentido de su propio ministerio y de su misión redentora, la clave principal, la llave para vencer este clima y este método de la agresión es la primera que se desecha: La cabeza de ángulo es la propuesta del Reino que vino predicando Jesús de Nazaret, arrepentimiento y conversión para la redención de la humanidad. La misericordia y el ponerse en lugar de los demás para salvarlos.

La llamada

Al final de nuestro texto es la intervención del pueblo la que evita que Jesús siga el mimo camino que el Hijo de la parábola, al menos en ese momento y en esa hora.

La presencia de un pueblo que no comparte y que rechaza ese modelo es la que contribuye a frenarlo y romper la espiral de la violencia.

Como seguidores de Jesús estamos llamados a manifestar nuestra oposición a la violencia y a desterrarla de nuestras relaciones, de nuestra resolución de los conflictos y de nuestra manera de entender u mirar a quienes piensan distinto de nosotros, no como adversarios y enemigos, sino como interlocutores.

El Evangelio nos llama a apoyarnos en el ministerio y la misión de Jesús, como clave principal y a seguirle en su posición crítica y redentora.

Amen.

 



Alfredo Abad

E-Mail: esther@moebius.es

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