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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

19º Domingo después de Pentecostés, 21.09.2008

Sermón sobre Mateo 21:28-32, por Augusto G. Milián

 

 

 

Cuando lo que hacemos llega más lejos que lo que decimos.

Nací en una isla. Me críe sin televisión. En las noches no siempre había electricidad. Así que cuando las gallinas se iban a dormir nos reuníamos alrededor de un farol alimentado con keroseno a oír historias. Eran los más viejos los responsables de contarlas. Algunas eran de miedos, otras sobre la vida. Vengo de una cultura donde la tradición oral es importante. Pero a los seis años aprendí a leer y según mi padre esta fue mi perdición. Dejé de ser una criatura de isla. Así que ahora puedo confesar que me gustan las narraciones donde el lector tiene que tomar partido. Donde hay que escoger. Me gustan las historias donde uno acaba por identificarse con un personaje. Donde incluso llora con él. Se sufre y acaba el viaje de su mano.

Mt.21: 28-32 no sé por qué, me resulta familiar. Quizás necesiten conocer que era la porción de las Escrituras que me echaba en cara la abuela paterna para que ayudara en las labores de la casa. Así que por muchos años me identifiqué con el primer hijo de la historia. Ya saben: el que responde de un modo muy poco cortés y un tanto violento dice al padre - ¡No quiero!, pero después se arrepiente y va a trabajar. Mi hermana era la otra, la que decía siempre con amabilidad y mesura: -si, lo haré-; pero después no movía un! dedo, la muy malcriada y acomodada.

Con los años, no solo dejé la isla, sino que también perdí la costumbre de oír historias en las noches y ya no leo a Salgari, ni a Verne, ni a Dumas. Con los años he crecido como individuo, me estoy haciendo persona y he aprendido  a darle valor a las palabras y a los hechos. Con los años he comenzado a hacerme preguntas. Una pregunta que me hago es: ¿Qué tiene más significado, nuestras palabras o nuestras acciones?

Hay una frase, no sé quien fue su autor, que dice que una imagen dice más que mil palabras. Que en el castellano que se habla por donde vivo viene a decir algo así como que lo que vemos es más real que los que intentamos describir. Y si le aprieto más la ubre a la vaca podría acabar diciendo que nuestras acciones son más explicitas que nuestras palabras.

Cuando veo la fotografía de un grupo de hombres, mujeres y niños caminando bajo la lluvia y huyendo de la desolación del huracán Ike se me olvidan las palabras del Gobierno cubano que prometió asistir y proteger a los suyos. Se me olvidan las promesas de ayuda del gobierno de los EE.UU a los damnificados en Cuba. La fotografía es más real que la controversia política.

Me sigo haciendo preguntas: ¿Quiénes oyeron a Jesús contar esta historia? Es fácil. Si leemos un poco más adelante lo sabremos (v.23). Los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo. Y esta gente veía a los recaudadores de impuestos y a las prostitutas como personas malas, no amadas por Dios. ¿Por qué Jesús les crítica entonces? ¿Cuál era su problema? Si miramos los guiños del texto podemos tener algunas ideas.

Los sacerdotes y los ancianos se habían olvidado que eran personas. Habían dado más peso a las palabras que a los hechos. Se olvidaron que necesitaban de la vara y del cayado  de Dios también. Por eso cuando Juan, referenciado por Jesús, les echa en cara su miseria no le tienen en cuanta. Lo ignoran. Ellos se sienten confiados.

Y la última cosa que me pregunto: ¿Qué quiere decirme Jesús hoy? Bueno aquí he de responder con toda integridad y sin que me tiemblen las rodillas.  Lo que realmente importa para la salvación comunitaria no son nuestras palabras o promesas; sino nuestros hechos y conductas. O mejor aún, para contentar a mi maestra de escuela Dominical, podría decir que las palabras o promesas a Dios tienen validez en medida que están siendo respaldadas por acciones o comportamientos frutos de la fe que decimos tener. Nuestra manera de actuar, nuestras obras dicen más de nosotros que nuestras confesiones y proyectos de trabajo.

Con los años he aprendido a darle valor a las acciones. Aunque sean pequeñas. Aunque estén inspiradas en una fotografía donde se aprecia a un grupo de cubanos caminando bajo la lluvia.

Que Dios nos ayude a elegir. Que Dios nos ayude a hacer. Porque lo prometido es deuda.

 



Pastor Augusto G. Milián
Iglesia Reformada de Aragón (IEE)
Zaragoza

E-Mail: a.milian@lycos.com

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