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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

25º Domingo después de Pentecostés, 02.11.2008

Sermón sobre Mateo 25:1-13, por Felipe Lobo Arranz

"Iglesia prevenida vale por dos: ¿¡Preparados!?"

 

¿Estamos preparados para recibir la visitación del Señor?, ¿la esperamos? ¿Estamos dispuestos a afrontar, que el Señor de la Iglesia viene a visitarnos?

Diez jóvenes que esperan la visita de un novio para acompañarle en la comitiva de su boda, se ven retadas a permanecer despiertas en medio de la noche, porque el novio se retrasa y llega tarde, pero llega con destino al banquete donde se celebrará con alegría su enlace. Algunas, a mitad de ellas, están preparadas para alumbrar, con sus lámparas llenas de aceite, el camino a la boda, mientras que la otra mitad, confiadas en que el novio probablemente no aparezca, por lo tarde del día, se descuidan de tener aceite que mantengan las lámparas encendidas en la espera de la gran visita. Las que no se prepararon se quedaron en la puerta con ganas de entrar a la ceremonia nupcial, mientras que sus compañeras alertadas, fueron precavidas en ese día.

Jesús nos dejó con una gran congoja y una gran preocupación al legarnos estas palabras. La parábola de las diez vírgenes, no es un texto favorito para una Iglesia o un alma, que no desee moverse, para una Iglesia o un alma, que no quiera compromisos con Él, para una Iglesia o un alma, que no espera nada de Dios y de su Reino.

La gran congoja es la sensación de alerta constante y sin descanso en la que nos sume la inminencia de la llegada del Reino a nuestro mundo, a nosotros, debatiéndonos entre la incomodidad del mensaje y el placer de disfrutarlo. El Reino de Dios vino a nosotros en Jesucristo inaugurando una nueva era, tiempos nuevos, en las que la salvación del hombre y su medio no dependería de su esfuerzo, sino en la total confianza, descansada, reposada en la obra del Salvador, el inmenso:- "¡Consumado es!" - iba a dejar una huella en la historia humana y un grito que sigue resonando en el interior de cada alma que ardientemente desea la salvación del Señor y la liberación de la angustia vital.

El Señor viene y llega sin exigencias, pero de alguna manera le agrada quedarse con quienes se toman en serio su visitación, con quienes le salen con fe y afecto al paso, con quienes desean alumbrar el paso y el camino por donde irá. Con la misma esperanza e intensidad que una novia que espera al ser amado, con la misma alegría.

La interpretación clásica del texto de la alerta ante la Segunda Venida del Hijo, se queda corta, ante la realidad de la visita diaria del Señor a nosotros, de su Reino a nosotros, en nuestra reflexión de la Escritura y en la oración que busca a Dios con deseo. De las Iglesias que aprovechan el culto comunitario como un momento auténticamente relevante para sus vidas de fe y para empaparse de Él para el duro viaje del día a día.

Al Grito de:- "¡El Señor viene!"- debemos de reaccionar de la misma manera que la gente que va a una fiesta, a un momento alegre y divertido, a la que se nos ha invitado.

De alguna manera la parábola nos lleva a la tensión de la alerta continua:- ¿Acaso un sin vivir continuo o, por el contrario, una dulce espera llena de momentos de preparación de nuestro encuentro?

No creo que el Dios de la Gracia le dé por negar su propia propuesta de salvación por la fe para hacer del Reino una oportunidad para la religión del mérito, luego no se trata de estar en la angustia constante de quien sirve a un jefe que lo que hace es reñir a sus empleados por lo más mínimo, negaría la esencia del Evangelio y del Reino nuevo mismo. Sin embargo, la idea de la espera quieta, pero precavida, nos brindan la posibilidad de salir al encuentro del Señor, al escuchar sus pasos, con la incombustible espera, fe y amor, virtudes teologales, como aceite que nos mantienen vivos y preparados para el disfrute de la fiesta a la que seremos llamados.

El descuido nos lleva a la pérdida de nuestros valores y creencias. El descuido nos impide saber en qué creemos realmente, el descuido nos convierte en analfabetos espirituales, que necesitan saber y tener ganas de aprender. Finalmente el descuido es pérdida de lo propio. El efecto contrario de las avisadas, de quienes viven la realidad de la relación con Dios y la espera en su última palabra de justicia, es un altavoz en medio de las demás acerca de la certeza de lo que creemos y esperamos con deseo.

No parece el texto, sin embargo, que permita "desvestir un santo para vestir a otro u otros". Es decir, que quien tiene aceite para su normal vida, es la justa para que pueda sobrevivir, y no para dar a otras lámparas, que la propia, para recibir al Señor del Reino. Cada cual debe de dar cuenta de sí al Señor, al novio que nos invita a su boda. Cada uno por sí mismo ante Dios. Ni la potencia de la Iglesia, ni la espiritualidad de nuestros héroes de fe nos sirve, ni siquiera nuestro pasado brillante de fe, nos sirve para nada ante Dios, y somos invitados a prestar atención y estar alertas ante la realidad de la venida del Reino y de su Señor. Esta clase de aceite de las lámparas, no se gana a pulso, no se adquiere por elección solamente, no se disfruta sin vivir cercanos a la llamada de Dios diaria que nos conmina a estar preparados para la fiesta de la vida. Una relación no se gana, se crea graciosamente, se sostiene por el amor y la proximidad, y no se puede recuperar el tiempo pasado perdido: -"Cada día tiene su propio afán"-

"Permaneced despiertos ante su venida, ante su llegada en gloria o en su visita diaria".

"Hombre prevenido vale por dos".

Amén.

Felipe Lobo Arranz

E-Mail: loboarranz@gmail.com

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