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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

27º Domingo de Pentecostés, 16.11.2008

Sermón sobre Mateo 24:1-14, por Cristina Inogés

 

 

Hermanos: ¡Que el Señor ilumine su rostro sobre nosotros!

 

La verdad es que el texto de Mateo, el famoso discurso escatológico, no da para muchas alegrías. Te deja el corazón un poco encogido porque viendo el panorama actual se puede llegar a pensar si no estaremos de verdad, ya, en la antesala del fin. ¿Exagerado? Puede que un poco.

 

Si miramos la historia vemos que periodos de prosperidad absoluta, felicidad infinita y calma total no han existido nunca y que cada época ha tenido sus desastres naturales y sus desastres provocados por el hombre, entonces, ¿qué hace a nuestra época especial para nosotros? ¿Por qué nos sobresalta, de repente, este texto de Mateo? Pues sencillamente porque es nuestra época, es nuestro tiempo, es nuestra vida y es nuestro miedo.

 

En la Biblia lo contrario a la fe no es la increencia, sino el miedo. El miedo se ha establecido últimamente en nuestra vida de una manera casi permanente. La economía tiembla y nuestro dios dinero desaparece; las guerras no cesan; todo parece incierto menos la pobreza. ¿Nos dejamos llevar por la desesperanza? Creo que no es el mejor camino. Veamos. Si estamos esperando la venida definitiva de Jesucristo, si nuestra misión aquí y ahora es hacer realidad el Reino de Dios, si lo importante es ocuparse del prójimo, ¿cómo no vivir con esperanza?

 

No podemos sentarnos a esperar, eso sería resignarse y, por lo tanto, lo más anticristiano que hay. Es verdad que en nuestras manos no está el evitar las catástrofes naturales, pero sí evitar parte de sus consecuencias. Pero lo que sí está en nuestras manos es ocuparnos no de la felicidad de todos los hombres, sino de la felicidad de cada uno de los hombres, por lo tanto evitar toda situación que engendre violencia y sufrimiento.

 

El tiempo que va desde el nacimiento de Jesús de Nazaret, que dentro de poco celebraremos, hasta la Parusía tiene que ser para nosotros el tiempo de crear felicidad para los demás y para cada uno de nosotros. Jesús no vino para nada, no vino para cambiar las cosas. Vino para que nosotros cambiáramos y así cambiar las cosas.

 

Desde luego no soy quien para enmendar la plana a los evangelistas, pero creo que todos ellos ‘olvidaron' presentarnos a un Jesús riendo. Lo vemos siempre serio, casi solemne, ni siquiera en la fiesta de las bodas de Caná parece reír por eso creo que nos cuesta tanto a los cristianos aceptar que ser feliz es importante y que todo lo bueno no hay que dejarlo para el ‘más allá'. La felicidad no es un asunto banal y la felicidad no es mala, de no ser que se viva en exclusiva y en primera persona, egoístamente. Pero la felicidad compartida y enseñar y ayudar a los demás a ser felices, es algo maravilloso.

 

Podremos perderlo todo en la vida, puede que no quede piedra sobre piedra porque las cosas visibles tienen su tiempo, pero las invisibles son eternas. En mi país hay un refrán que dice: "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy". No dejemos para mañana hacer realidad el Reino de Dios, hacer felices a cada uno de los demás y ser felices nosotros; el momento de ser feliz, es ahora. No dejemos para mañana la solución de muchos problemas porque todos tienen solución y la solución está en nosotros. No dejemos para mañana la esperanza de hacer aquí presente la Vida Eterna porque puede que si lo hacemos, algún día sea tarde.

 

 



Cristina Inogés
Zaragoza. España
E-Mail: crisinog@telefonica.net

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