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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Último domingo del año litúrgico, 23.11.2008

Sermón sobre Mateo 25:31-46, por Eugenio Albrecht

  

Una de las situaciones más humillantes para el ser humano es sin dudas el hecho de pasar hambre y enfrentar necesidades que no se pueden cubrir a pesar del esfuerzo y la lucha.

Según los números, en la Argentina se produce alimento para 300 millones de personas, sin embargo hay miles que no pueden comer un plato de comida todos los días y no pueden curar a sus hijos, porque no logran acceder a ningún tipo de medicina. Según estudios publicados por el diario La Nación a fines de 2007 en la Argentina hay casi un 27 % de personas que viven bajo la línea de pobreza y un 9 % que vive en la indigencia. En números, eso serían uno 10 millones de pobres y unos 3 millones 600 mil indigentes (muchos de ellos teniendo que revolver basura para llevar algo a la boca). Estos números son de 2007, antes de comenzar toda la crisis del campo y la recesión mundial.

La realidad es que la alimentación se ha convertido a nivel mundial en un negocio rentable. Hoy en día, muchas de las empresas que antes se dedicaban a otros quehaceres, ahora comercian y ganan fortunas con los alimentos, cada vez más "marketinados" y caros. Durante el 2008 (entre enero y septiembre) los alimentos que emigraron de la Argentina se calculan en U$S 24 mil millones[1][1]. Sumado a esto, hay otro gran beneficio para las compañías productoras de alimentos que acopian materia prima en nuestros campos: la mano de obra de un país devaluado como la argentina, es realmente muy barata.

Si tenemos en cuenta que entre pobres e indigentes hay unas 15 millones de personas, que tienen serias dificultades para alimentarse, vestirse y desarrollarse; haciendo un cálculo de simple de división de esos 24 mil millones de dólares que se van del país (aunque siempre dicen que una parte regresa), nos resulta que por cada pobre o indigente de la argentina, emigran del país unos mil seiscientos millones de dólares. Es mucho dinero ¿no?.

Otra realidad interesante para observar sería tener en cuenta la cantidad de toneladas de producción que se nos escapa de entre las manos. Nos podríamos preguntar ¿quién podría procesar y utilizar todo el tabaco con el que se inundó la provincia de Misiones, además de Salta y Tucumán? ¿Quién transforma en aceite y hace alimentos con las millones de toneladas de soja que se cultiva en Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba? ¿A quiénes beneficia todo esto? ¿Quiénes se enriquecen con esto?.

Ante este panorama y como lo dijimos anteriormente, tenemos la realidad de que miles de hermanos y hermanas pasan hambre y no tienen para vestir. Mientras tanto en la Biblia leemos hoy a Jesús diciendo muchas veces tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber... estuve desnudo y no me dieron de vestir, estuve enfermo y no me visitaron...la gente, extrañada le preguntó Señor, ¿Cuándo te vimos con hambre, con sed, enfermo o desnudo?, respondiendo Jesús les dijo... cuando no alimentaron, no dieron de beber y no vistieron a mis hermanos, a mi me dejaron sin comer, sin beber, enfermo y sin vestir.

Este texto está íntimamente ligado con lo que viene anteriormente en Mateo 25: 14 - 30 y sobre el cuál hemos estado hablando el domingo pasado: nuestra capacidad de arriesgar los talentos recibidos para hacerlos multiplicar. Aquí Jesús nos invita a poner nuestros talentos (dones) en riesgo, dando de comer, vistiendo, visitando al enfermo, al encarcelado. El mismo Jesús se identifica con el hambriento, el necesitado, el sin ropa, el que está en la cárcel, el forastero... es decir los más necesitados y excluidos de la sociedad.

Esto no es una simple opción entre tantas otras, sino que se nos muestra como una condición para ser cristianos. Lo que Jesús está diciendo en este texto es que todos seremos juzgados ante Dios teniendo en cuenta no tanto la cantidad de veces que oramos, o los muchos textos bíblicos que nos conocemos de memoria, sino cuánto hemos hecho (o no) a favor de los más débiles. Esa es la medida por la cuál Dios nos juzgará. Para que esto pueda ser bien entendido y no quede ninguna duda, el mismo Jesús se identifica con los necesitados, diciendo que al abandonar a alguno de ellos (un hambriento, alguien sin ropa, un forastero, un preso, un enfermo), a Él lo estamos abandonando. Entonces uno podría pensar en la cantidad de veces que lo hemos dejado al propio Jesús tirado en el camino. Quiera Dios perdonarnos.

Servir al prójimo no es un modo que tenemos para complacer nuestra necesidad de sentir que hemos hecho algo, sino que es parte de la esencia de quien observa situaciones y no le da lo mismo lo que ocurre, sino que se compadece de los que sufren y hace todo que está a su alcance para que haya un cambio. A eso somos invitados hoy por Jesús: a compadecernos, pero también a actuar. Porque cuando nos acercamos a alguien que nos necesita, al propio Jesús nos acercamos.

Amén.

 



 



Pastor Eugenio Albrecht
IERP en Córdoba Argentina
E-Mail: eugenio@compartirdesafios.org.ar

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