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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Pascua de resurrección, 12.04.2009

Sermón sobre Marcos 16:1-8, por Cristina Inogés

¿Resucitamos como los caracoles?

 

Cuando caminamos por el campo y vemos una concha de caracol, solemos pensar si está muerto y, por lo tanto, la concha vacía, o si está sencillamente descansando de su ajetreada vida. A simple vista no es fácil. Cuando la lluvia acompaña es otra cosa. A los caracoles les gusta el agua.

 

Pese a no parecer muy evidente, los humanos nos parecemos mucho a los caracoles, pero en vez de llevar nuestra concha a cuestas, llevamos, sin saberlo, nuestro sepulcro.

 

Ante la más mínima amenaza el caracol se mete en su concha y ahí se queda. A las personas nos resulta más fácil refugiarnos en nuestros temores, dudas, incomprensiones, sueños sin realizar, desencantos, desamores, frustaciones... Y todo eso se convierte en el sepulcro nuestro de cada día.

Renunciamos a enfrentarnos a todo eso y permanecemos inmóviles, quietos en el sepulcro, con la losa bien encajada. Y poco a poco todo eso que nos aquilata se convierte en nuestra podredumbre.

Es cierto que, más frecuentemente de lo que nos gustaría (y más con la que está cayendo a nivel mundial), la realidad no acompaña para grandes alegrías, pero ¿alguien ha dicho que la resurrección tenga que ser una juerga continua?

Las mujeres que acuden al sepulcro, lo hacen con una actitud muy ‘religiosa'. Van a cumplir lo que marca la ley. Caminan sin esperanza, muy de madrugada dice el texto, es decir cuando la luz todavía no es suficiente y los pasos tambalean y, también, llenas de dudas sobre qué hacer con la piedra para poder llevar a cabo su religiosa misión.

Resucitemos como las mariposas.

Otro bichito que es todo un misterio es la mariposa. Cuando la tranquila vida de oruga parece indicar que no es conveniente ningún cambio, se encierra, se oculta, no huye sino que acepta el cambio y la aventura en la vida y... al cabo de un tiempo, aquel bichito un tanto feo, todo hay que decirlo, rompe su losa y sale a la vida transformada en una mariposa. Una mariposa bellísima en algunas ocasiones con unas alas de espléndidos colores y, otras veces, una mariposa no tan bella pero igual de decidida porque aun sabiendo que su vida será corta, se lanza a vivirla en toda su plenitud.

Y eso es lo que nos falta a nosotros algunas veces. Nos falta la decisión de vivir pese a las circunstancias adversas. Queremos dejar la experiencia de la Resurrección para el final y nos perdemos las resurrecciones nuestras de cada día, esas que nos permiten disfrutar de darlo todo sin esperar nada a cambio, de descubrir a Dios en cada persona que nos rodea, de compartir el cerebro, el corazón y las manos, de aceptar a cada uno como es y, de disculpar y perdonar muchas cosas porque la condición humana es débil y limitada.

Es una decisión que hay que tomar. O resucitamos como los caracoles o nos lanzamos a la Resurrección de las mariposas. En la Resurrección aprendemos la vida de Dios. Y la vida de Dios es luz, color y libertad de decisión.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

 



Cristina Inogés
Zaragoza. España
E-Mail: crisinog@telefonica.net

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caracoles.jpg


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