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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

3º domingo de Pascua, 26.04.2009

Sermón sobre Lucas 24:36-49, por Patricia Cuyatti

 

Tenían el entendimiento trancado

El primer día de la semana, San Juan nos ayuda a clarificar, los discípulos de Jesús, estaban dentro de un escondrijo. Y todavía hablaban... recordaban y conferenciaban acerca de los muchos acontecimientos ocurridos durante las últimas semanas. Se trataba de experiencias difíciles que llegaron una tras de otra.

El buen amigo Jesús había sido prendido, humillado, juzgado y después crucificado como un ladrón - aunque en realidad eran los esclavos e instigadores sociales quienes recibían ese tipo de muerte. Después de todo, este había sido un duro final.

Si, ellos todavía tenían miedo. Habían presenciado, de lejos, la crucifixión de Jesús. Era evidente que si se acercaban corrían el peligro de ser apresados y muertos. Por lo mismo, Pedro tuvo que negar que conociera a Jesús. Ahora, les costaba concebir la idea de que Jesús volvería a la vida. En realidad, nadie, si no fueran por los milagros del propio Jesús, había sido visto vivo o viva después de muerto/a.

Pero el gran susto se llevaron las discípulas... esas mujeres si eran valientes. Se pasaron llorando a los pies del crucificado y, el día después de sepultarlo, fueron a untar el cuerpo del muerto con perfumes. Ellas recibieron la noticia de la resurrección del ángel. Después del gran susto, las discípulas ya muy alegres compartieron con los discípulos el acontecimiento pero a ellos les pareció una tontería...

También sucedió que dos de los discípulos, allí reunidos, en su caminata hacia Emaús fueron acompañados por el resucitado. Y solo descubrieron quien les acompañaba cuando éste partió el pan. Todas estas experiencias no podían ser digeridas así por así, había motivo de dialogo, de pensar profundamente en como esto era posible.

El saludo ¡Paz a ustedes! resonó en medio del encierro en que estaban. Si conocían este saludo pero de primera instancia les produjo pánico. Solo un espíritu podría presentarse, sin anunciarse, en medio de un escondite. Pero el espíritu les continuó hablando e invitándolos a que tocase y viesen sus manos y pies. Las palabras fueron creando confianza al punto de que nuevamente, los discípulos no podían creer y entender lo que pasaba porque ahora la alegría y el asombro tomaban parte de sus mentes.

De la estupefacción al entendimiento

Y es que la lucha de los discípulos, que encerrados intentaban explicarse todo lo que estaba pasando con su amigo, necesitaba moverse del raciocinio hacia el sentido de las cosas. Y esto sucedió con la presencia del resucitado a través de dos momentos: el primero con el compartir la comida, algo rutinario entre Jesús y sus discípulos y discípulas durante su ministerio. El segundo, el compartir de las Escrituras, algo que también Jesús practicaba diariamente con toda persona en su ministerio. Sin embargo, era necesario no solo que les recordase el testimonio que la ley, las profecías y los salmos daban sobre el rey esperado. Jesús tuvo que develarles lo que ya había ido manifestando con su vida, lo que el mismo había profetizado y lo que fue tomado como excusa para ser aprendido, enjuiciado y crucificado: la profecía de su resurrección.

Jesús no apelo a sus discípulos con mayores explicaciones racionales sobre como sucedió la resurrección. Les dijo "ustedes son testigo de esto". Con "esto "se estaba refiriendo a su ministerio y a lo que vendría después de su resurrección. En otras palabras estaba llamando hacia el recuerdo de lo vivido mediante el comer y el hablarles. Estas acciones concretas irían refrescando en la memoria de los discípulos. Sus hechos más también bien sus palabras de amor y perdón dentro de su ministerio iban recordándoles no solo el anuncio de su muerte más también de su resurrección.

La intención no era que los discípulos permanecieran en soledad y entristecidos/as por ello; sino que se reanimaran, que creyeran en la promesa de volver a la vida. En sí, el volver a la vida no era otra cosa que la profunda experiencia de resurrección. Y en todo esto hacía falta fe. Es por eso que el arrepentimiento y el perdón de pecados ofrecido en ese dialogo de Jesús ya no se restringía a unos cuantos, sino a toda persona porque en ello se estaba ofreciendo la oportunidad de vida.

Y recordemos que cuando Jesús predica acerca del arrepentimiento lo hace para todo ser humano, pero pone mayor énfasis en aquellos y aquellas que tienen el entendimiento cerrado por causa de bienes materiales, riqueza, poder, orgullo, egoísmo, leyes, autosuficiencia. Los discípulos no estaban haciendo esta conexión ya que se cerraban en explicarse el hecho mismo de la resurrección. En este caso, el miedo, el razonamiento acerca de la resurrección y ahora la alegría les impedía apreciar y creer en la presencia de su amigo allí en el lugar seguro.

Lo que parecía seguro se convertía en inseguro, la alegría impedía que la mente se clarificase, solamente el acto de fe que las Escrituras ayudaban a corroborar les tranquilizaba el ser y les clarificaba las cosas.

¿Y dónde estamos nosotros y nosotras?

Es posible que con todos los desafíos diarios de pagar renta, educación, alimentación, desempleo, más el acelerado avance de la tecnología todavía nos cueste entender la resurrección de la manera que los discípulos trataban de hacer. Quizá nos encontremos en un lugar seguro, aunque con miedo, tratando de pensar y pensar en cómo es que la resurrección se da. Pero si miramos mas allá de nuestras puertas y ventanas, especialmente en nuestros países Latinoamericanos, podremos ver y ser testigos/as de que la resurrección es posible.

En casi todos los países de Latino América, cada día, hay miles y millones de hombres, mujeres, ancianos, ancianas, niños y niñas que viven la experiencia de la resurrección. La falta de alimentos para los pobres es su crucifixión, el no tener casa para los ambulantes y niños y niñas de la calle es otra experiencia de crucifixión, el abandono, el abuso físico y sexual para mujeres y hombres es otra forma de crucifixión, la perdida de tierra para los que se mueven y deambulan de un lugar a otro se convierte en su crucifixión, la falta de aceptación para quienes son radicalmente diferentes es una nueva crucifixión. Y es que Jesús fue crucificado justamente porque abrazo la causa de quienes sufrían. En la cruz, Jesús cargo con nuestros dolores... pero parece que no fue suficiente porque hoy en día muchas personas siguen "cargando con la cruz" como si esta fuera una condena... y hay quienes promueven el estar orgullosos/as con el hecho de cargar con la cruz. Personalmente difiero de esto.

La lista de crucificados/as puede seguir aumentando y hasta es posible que queramos cerrar los ojos para no asustarnos, que queramos cerrarnos en un lugar seguro para entender lo que está sucediendo. Al referirme a nuestros hermanos y hermas que sufren desprecio y abandono no lo hago para verificar lo que ya es visible, sino para afirmar que ellos y ellas vuelven a la vida cada día, hora o minuto. Cada amanecer les es un desafío a continuar en la lucha. Cada vez que despiertan y continúan nos evidencia su resurrección. La resurrección no es solamente una promesa escatológica y futura. Con la promesa de vida, Jesús no solo actuó a favor de la vida sino que la hizo evidente. Resurrección se hace posible cuando los crucificados encuentras la mano y el rostro de Dios en quienes pueden compartir para substituir las necesidades del presente. Palabras van unidas al comer, como Jesús lo hizo. El comer tiene un sentido mayor ahora, se convierte en aceptación, en compartir el alimento para el cuerpo que se da de diferentes maneras.

Como los discípulos, nos cuesta entender, el razonamiento oxida nuestro entendimiento al punto de salir del apuro diciendo, esas son tonterías. Y cuando nos encontramos con los hechos y palabras de Jesús nos emocionamos tanto que otra vez nuestro entendimiento queda saturado. Jesús no quiso que sus discípulos permanecieran aislados y entristecidos. Por ello los invito a vivir el ministerio recordándoles: "ustedes son testigos/as de estas cosas". Esta invitación fue para salir del miedo y del atolladero racional.

He oído decir "cuando tenga trabajo y gane bien...", "el día que me saque la lotería...", "cuando me hereden..." voy a servir, voy a ayudar. ¡No! No se trata de esperar algo que mejore nuestra situación económica -aunque sería bueno. Se trata de hacernos parte del ministerio de Jesús, "ser testigos de esas cosas", de aquello que promueve vida y concreta esperanzas. Se trata de explicar las escrituras y compartir el pan, brindar algo a las necesidades de quienes sufren. Ustedes; es decir, nosotros y nosotras que somos testigos de cómo Dios actúa en nuestras vidas estamos invitados e invitadas a salir de nuestro lugar de protección, de nuestra paralización, de nuestro racionamiento o asombro para ir al encuentro de quienes están viviendo la crucifixión. Esta salida significara un proceso de liberación y a la vez de realización, no solo personal sino también de quienes encontremos en nuestro caminar. En ese caminar tenemos la promesa de Dios: la presencia de Vida, del Espíritu Santo que nos habla y promueve resurrección.

¡Dios bendiga su compartir en el camino de renacimiento!

 



Patricia Cuyatti
Perú
E-Mail: moyavida@hotmail.com

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