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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

4º Adviento, 20.12.2009

Sermón sobre Lucas 1:39-45, por Carlos Silva

Para reflexionar el presente texto seguiremos tres pasos. En primer lugar nos preguntamos: ¿qué dice el texto? Contemplamos con los ojos de la fe el encuentro de dos mujeres: María e Isabel. Luego de recibir el anuncio de su maternidad, María tomó una "decisión" (v 39) y se fue, "sin demora" (v 39) a los cerros de Judá. Allí, "entró en la casa" (v 40) de Zacarías y saludó a Isabel. Ésta, al oír el saludo, sintió que el niño que llevaba en su vientre daba saltos (Cf. V 41). Isabel se "llenó del Espíritu Santo" y dijo a María: "bendita tú ente las mujeres y bendito el fruto de tu vientre" (v 42). Agregó: "¿quién soy yo para que venga a visitarme la madre de mi Señor?"..."Bendita tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor" (v 45).

En segundo lugar nos preguntamos: ¿qué nos dice el texto? Todos tenemos la experiencia de visitar amigos o familiares y de recibir huéspedes. Hay culturas -en especial los pueblos de América Latina- que hacen un culto de la visita y de la hospitalidad. Recibimos a quienes conocemos, a quienes queremos. Los recibimos en la casa y en el corazón. Con ellos podemos compartir lo más hondo de la vida. El mutuo conocimiento lo permite. Un buen huésped, más que traer regalos, se regala a sí mismo. Y quienes lo reciben, comparten con él -o ellos- la mesa y la vida. La hospitalidad permite hacer memoria afectiva de historias comunes y gozar del amor espiritual. Permite descubrir que no estamos solos en el mundo y afirma la utopía de la fraternidad universal. Un día, todos seremos hermanos en la Casa del Señor. Un día, Él nos visitará y ese encuentro será definitivo. Es el contexto de la "Visitación" de María a Isabel.

Quien recibe es Isabel, una mujer pobre y sufrida. La esterilidad era una "maldición" en tiempos de Jesús. Un milagro divino la había hecho madre. Pero, estaba necesitada de atención, cuidados, compañía. Podemos reflejarnos en ella. Es el símbolo, por un lado, de nuestras necesidades insatisfechas y, por otro, del paso de Dios en nuestras vidas. Con ella recibimos a Jesús. Ella lo recibió cuando estaba en el vientre de su Madre. Nosotros, lo recibimos glorioso, luego de que Él estuviera tres días en el vientre de la tierra y de la muerte.

Quien visita es la Madre de Jesús. Para algunos cristianos es, también, la Madre de Dios. Jesucristo es verdadero Hombre y verdadero Dios. La Madre del Hombre Jesús es, a la vez, la Madre de Dios. Ella toma la "decisión" de visitarnos. No viene sola. Nos trae al Hijo de Dios. Es una decisión libre y amorosa a la vez. Es la opción responsable de una mujer comprometida, disponible, servidora, fraterna. Va sin demora a casa de Isabel. Y, al entrar en aquella casa, también ingresa a la nuestra para darnos a Jesús. Es portadora, mediadora, de Dios. Es "facilitadota" del encuentro.

Como Isabel, podemos dar saltos de alegría y llenarnos del Espíritu Santo o permanecer indiferentes. Ahora, la opción es nuestra. Desde la fe podemos, asimismo decir: "bendita tú ente las mujeres y bendito el fruto de tu vientre". María, por su unión con el Misterio de la Salvación que es Jesús, por su Maternidad particular y única, es "bendita entre todas las mujeres" Sólo Ella fue la Madre de Jesús. Ninguna maternidad se iguala a la suya. Si bien toda maternidad es única, sólo la suya nos dio al Salvador, al Señor de la historia. Por eso, con Isabel podemos decir: "¿quién soy yo para que venga a visitarme la madre de mi Señor?" Su visita es "portadora" del Dios de la Vida. Bendita María que creyó. Benditos nosotros si pasamos de una fe "racional" a una fe efectiva, afectiva, sólida.

En definitiva, la narración evangélica de la Visitación nos muestra el encuentro de Isabel que acoge en su casa a María. Isabel la llama "feliz" (es otra traducción adecuada). Aparece, así, la primera bienaventuranza en Lucas, quien presenta a María como la mujer de fe. El elogio que Isabel hace de la fe de María se refuerza comparándolo con el anuncio del ángel a Zacarías. Éste dudo y quedó mudo. María creyó y proclamó las maravillas del Señor (versículos siguientes). La estrecha relación entre fe y salvación, que Jesús pone de relieve durante su vida pública (Cf. Mc 5,34; 10,52; etc.), nos ayuda a comprender también el papel que la fe de María -mujer creyente- ha desempeñado y sigue desempeñando en el misterio de nuestra salvación.

En tercer lugar nos preguntamos: ¿qué digo al Señor a partir del texto? Le pedimos abrir, una vez más las puertas de nuestras familias y del corazón a Jesús que llega. Su visita no puede dejarnos indiferentes.



P. Carlos Silva
Montevideo
E-Mail: carlossilva54@hotmail.com

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