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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

1. domingo después de Epifanía, 10.01.2010

Sermón sobre Lucas 3:15-22, por Osmundo Ponce

 

LA NARRACION DEL TEXTO:

RESPECTO A JUAN EL BAUTISTA:

El texto bíblico de esta ocasión corresponde a la presentación de dos personajes importantes para el evangelista y de sus respectivos ministerios, me refiero a Juan el Bautista y a Jesús.

En el evangelio de Lucas, escrito 50 años después del tiempo de Jesús y a la vez escrito con la intencionalidad de presentar a Jesús como el Cristo ante una comunidad multicultural, se nos narra al inicio del Evangelio un cierto paralelismo entre Juan y Jesús, pero haciendo notar la superioridad de Jesús. Vemos por ejemplo que se narra el anuncio del nacimiento de Juan y también el anuncio del nacimiento de Jesús, se narra el nacimiento mismo de ambos y también la presentación en el templo en los dos casos, incluso se hace notar que ambos niños crecían y se fortalecían (1,80 y 2,52). Luego ya aparecen en la narración como adultos, Juan predicando el bautismo del arrepentimiento y Jesús cuando fue bautizado.

Este Juan, a quien la tradición terminó llamándolo "el bautista", el evangelista Lucas lo presenta inicialmente como un profeta y precursor en el anuncio de las buenas noticias. Ya se nota en su discurso a las multitudes que el llamamiento al arrepentimiento incluía la denuncia de la falta de verdadera espiritualidad de los descendientes de Abraham, y a la vez hacía énfasis que la espiritualidad está ligada a la ética social desde la solidaridad, la hermandad, la honestidad y la transparencia (3, 7-14).

En este contexto, es que la gente se pregunta si Juan -ese profeta lleno de coraje que está dispuesto a llegar hasta a las últimas consecuencias- es el Mesías, el Cristo, el Ungido que se esperaba (3, 15).

La respuesta que el evangelista Lucas pone en los labios de Juan (3, 16-17), está llena de interesantes imágenes y profundos simbolismos.

"Yo a la verdad os bautizo en agua", dice Juan. Bien sabemos que el agua en muchas culturas simboliza limpieza y claro, aquí significaba el arrepentimiento de los comportamientos sociales a los que hacía referencia Juan en su predicación. Sin embargo, en relación a Jesús "él os bautizará en Espíritu Santo y fuego". Es que si el agua limpia, pues el fuego purifica, depura y transforma.

Juan deja muy clara la prominencia de Jesús al declarar que "viene uno más poderoso que yo" y lo enfatiza con la imagen que no puede ni siquiera ejercer el trabajo propio de un esclavo "no soy digno de desatar la correa de su calzado".

Pero la imagen más profunda está referida al juicio divino. El evangelista hace notar que Jesús "Trae la pala (aventador, bieldo, rastrillo) en su mano para limpiar el trigo (lo bueno) de la paja (lo que no sirve)", aquí se refiere a Jesús como Juez. Percatémonos que Juan es presentado como Profeta (el que denuncia) pero a Jesús se le presenta como Juez, lo cual establece una jerarquía muy evidente.

El evangelista quiere dejar concluida esta presentación del precursor de Jesús, en un sentido cronológico y no jerárquico, y por eso es que lo presenta como el Predicador Profético que anuncia las buenas noticias y que está dispuesto a enfrentarse al imperio, es por ello que se narra su encarcelamiento (3, 18-20) para dar por concluido el tiempo de Juan y dar inicio al tiempo de Jesús con la narración de su bautismo.

RESPECTO A JESUS Y SU BAUTISMO:

Generalmente, se ha dicho que el bautismo de Jesús es su preparación para el ministerio público. Pero esta afirmación ha de contener dos elementos que parecen muy importantes y algunos otros detalles:

Primero, aquí se evidencia la proclamación de la identidad de Jesús como Hijo de Dios. Es aquí donde se encuentra la manifestación de Dios en Jesús como Hijo, aunado a la presencia del Espíritu sobre él. Es por esto que nos parece relevante que inmediatamente, el evangelista presenta la genealogía de Jesús desde José hasta el mismo Dios (3,23-38) para presentar que Jesús desciende directamente de Dios no sólo por el Espíritu sino también en su plena humanidad.

Segundo, se nota la escogencia, la elección de Dios de su Hijo Amado para un ministerio, es por eso el Elegido. Es decir, es aquí la consagración pública de Jesús como el Siervo de Dios que traerá la Justicia a las naciones (Is. 42). Es el Hijo del Altísimo (1,32) dedicado a la proclamación y concreción del Reinado que no tendrá fin, el Reinado de Dios.

Además, en la narración se pueden encontrar otros detalles que me han parecido interesantes:

Jesús se bautiza "cuando todo el pueblo se bautizaba". Esta relación de Jesús en medio del pueblo me hace pensar sobre la presencia permanente de Jesús en la comunidad a la cual pertenece. Es decir, Jesús es parte del gentío, es uno más de la muchedumbre, es una persona que tiene sentido de pertenencia a su propio pueblo y participa de la cultura, la religión y los ritos de su comunidad. Es un Jesús que en su misma hora de consagración y proclamación como Hijo Elegido de Dios, sigue siendo del pueblo y no estaba separado de la gente ni tampoco se separará ni distanciará de la muchedumbre en la continuidad de su ministerio.

Encuentro que también, Jesús, aprueba el ministerio de Juan, el Profeta, el Bautista, el que predicaba el bautismo del arrepentimiento. Jesús se somete a este rito igual que todos los demás, y esto a pesar que Juan no era más que él, encuentro a un Jesús lleno de humildad desde el mismo momento de su preparación y consagración.

También el evangelista hace notar que Jesús estaba "orando" cuando Dios se hace presente con su voz y con su Espíritu. En este evangelio se nos muestra a un Jesús que practicaba frecuentemente la oración, y la narración del evangelio lo muestra en los momentos claves en la vida de Jesús (cf. Lc.5,16; 6,12; 9,18; 9,28-29; 11,1; 22,41-46; 23,34 y 46). Es un Jesús con una profunda espiritualidad manifestada en la oración permanente.

II. QUE PUEDE SIGNIFICAR HOY EL BAUTISMO:

La palabra bautismo viene de un término griego que significa "sumergir", es decir, entrar al agua y salir de ella. Por esto, el bautismo en la iglesia cristiana ha venido significar que morimos a la vieja manera de ser y resucitamos a la nueva vida por medio de la fe en Jesús el Cristo.

En el bautismo también se hace presente la muerte y resurrección de Jesús pero también la nuestra. En el bautismo demostramos que morimos con Cristo para dejar a un lado al orden establecido, al mundo y sus poderes que nos esclavizan. A la vez, que resucitamos en Cristo para ser parte y proclamar los valores del Reinado de Dios.

Es por eso que también el bautismo es la manifestación de la liberación de Dios para su pueblo. Así como se nos narra que el pueblo de Dios pasó el Mar Rojo y fue liberado de la opresión; así por medio del bautismo, el Espíritu Santo nos fortalece y nos proporciona el coraje para ser parte de la comunidad que buscará la liberación de los pueblos del Señor, es decir, nuestras comunidades que sufren y claman a Dios por mejores condiciones de vida.

Es aquí cuando debemos recordar que el bautismo es también el recuerdo de nuestro pacto con Dios. El es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo. Todos/ todas somos el pueblo de Dios, mujeres, varones, hijas, hijos, pequeños, grandes, gordos, flacos, todo pertenece a Dios y en la tradición antigua se incluía hasta animales, bienes y enseres; es decir, nada ni nadie queda fuera de la bendición del Señor. El bautismo, es pues, la señal del nuevo pacto que hacemos con Dios.

El bautismo es nuestra demostración, nuestro testimonio público de fe cristiana. Es decir, es cuando manifestamos públicamente que pertenecemos a Dios, que permanecemos en Jesús y que esa pertenencia se hace patente en la llenura y plenitud del Espíritu Santo en nuestra vida. Y cuando esa pertenencia se hace por medio de una comunidad de otros creyentes igualmente cristianos, es entonces, cuando estamos en lo que llamamos el Cuerpo de Cristo, es decir, la iglesia de Cristo.

Esta pertenencia al Cuerpo de Cristo es lo que nos lleva al compromiso cristiano en comunidad.

Lo primero, me parece que debemos respetar la vida en la Común-Unidad. La comunidad que se forma de los creyentes ha de reconocer que con el bautismo no se llega a la perfección, sino que es el principio de la búsqueda de madurez. Nadie es perfecto ni maduro plenamente, sino que depende del Santo Espíritu que en la Gracia y la Misericordia nos ilumina para ser mejores cada momento.

Así que la comunidad y cada uno que pertenece a ella, tiene un elemento importante para la convivencia en comunidad, me refiero al perdón, a la tolerancia, a la aceptación del otro tal cual es, conociendo que el Único Juez es el Señor Todopoderoso.

Aquí entra otro elemento fundamental en la vida de la comunidad. Debemos celebrar la vida, debemos mantener una vida llena de alegría, de gozo, de felicidad. Pero me refiero a la vida feliz que no surge de una sonrisa forzada de buenos modales sociales, sino a la alegría de vivir en comunidad y disfrutando de la compañía de quienes están alrededor nuestro. Ese gozo de vivir ha de manifestarse con los abrazos llenos de ternura extendidos para atender también a aquellos que no han encontrado o se les ha negado esa alegría de vivir.

El hecho de pertenecer a la iglesia nos lleva a asumir el compromiso de vida comunitaria por medio de la acción cotidiana en los quehaceres diarios de la congregación. Las comunidades cristianas con mayor sentido eclesial son aquellas que no tienen un énfasis profesional del quehacer eclesiástico, sino que cada uno aporta -sin miedos ni protagonismos- según sus capacidades, tanto en la organización, administración, así como en la cotidianidad de las reuniones.

Por supuesto, uno de los cuidados fundamentales como comunidad es que no exista ningún necesitado en la congregación o comunidad. Si encontramos que la iglesia prefiere cuidar de sus bienes antes que cuidar de los necesitados, definitivamente, no estamos asumiendo el compromiso de ser una comunidad que sigue el ejemplo del Maestro. O de igual manera, si no se asume el compromiso profético de la denuncia social y ética, como lo hacía Juan el Bautista, tampoco podremos demostrar nuestra fe y esperanza de una Nueva Tierra.

Por esto mismo, otro elemento del compromiso cristiano está relacionado con la mayordomía. Dios no nos exige la dádiva, el diezmo, la ofrenda como requisito de salvación sino como compromiso comunitario para que la vida de la iglesia pueda desarrollar el bienestar de todas personas que allí participan.

Finalmente, considero que la pertenencia que asumimos por medio del bautismo o la presencia en la comunidad nos anima a vivir a plenitud nuestra espiritualidad en la perspectiva del Reinado de Dios. Como bien ha quedado claro que por medio del bautismo en Cristo Jesús, también recibimos al Espíritu Santo y así renovamos el Pacto ante Dios, por esto disfrutaremos de la presencia de los Dones del Espíritu en nuestras vidas, por eso seremos lectores y hacedores de La Palabra de Dios y seguiremos el ejemplo de oración constante que nos ha dado el Maestro. Es la vida de oración la que nos permite disfrutar de una vida llena del Espíritu Santo.

¡El Señor sea con nosotros. Amén!

 



Osmundo Ponce
El Escorial
E-Mail: osmundoponce@hotmail.com

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