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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

3° domingo de Cuaresma, 07.03.2010

Sermón sobre Lucas 13:1-9 (El terremoto en Chile ), por Jorge Weishein

            ¡Volver a empezar!

Hoy recibí un correo cortito de dos amigos que me escriben desde Chile a través de su celular: “Estamos bien!” Me invadió una gran alegría. Sin embargo, todavía muchos dejan mensajes en Internet tratando de ubicar a sus seres queridos:

 “Quiero saber de un amigo que vive en Concepción, el se llama J… y su familia… por favor, si alguien sabe de ellos k me avisen estoy muy preocupada por k se k ahi paso lo peor del terremoto. Que Dios los cuide a todos!!

 “Hola soy A… quiero saber algo de mi novia se llama F…, ella era mismo del centro, no se de que parte, porfavor communicarme a msn … o al telefono 00… porfavor el hermano trabaja en … porfavor, ir a preguntar por ella, porfavor, si se encuentra viva. muchas gracias

 

El 27 de Febrero a las tres y media de la madrugada un sismo de 8,8 en la Escala de Richter sacudió a Chile y las réplicas habrán de seguir por varios días más… Como consecuencia del mismo sismo un maremoto con olas de más de setenta metros arrasa la costa de varias ciudades del centro sur de Chile donde fue el epicentro, destruye miles de viviendas y desaparecen cientos de personas. El gobierno aún no tiene cifras exactas pero sabe de más de dos millones de afectados por el sismo y alrededor de mil muertos.

 

Al ver las imágenes y las noticias, leer las notas de algunos periódicos, veo decepción, la desilusión, la frustración, la bronca, la impotencia, la incredulidad… Esta fatalidad que viven cientos de personas en Chile, y que aún la viven los haitianos, resulta difícil de aceptar naturalmente por más responsabilidad de “la naturaleza” que haya. Me costó ver las condiciones en las que interviene el estado, prácticamente, sin recursos con bomberos voluntarios sin equipos básicos y, en contraposición, un ejército fuertemente pertrechado con diferentes armas, solicitado a gritos, (¡por la misma población!) para garantizar la seguridad en las ciudades y evitar los “pillajes” de alimentos y medicamentos… mientras la gente se pelea por raciones de agua potable y combustible.

Pude ver mucha gente haciéndose un lugar en la calle, gente con el rostro desencajado frente a su casa destruida, edificios recientemente construidos que se han roto en pedazos y edificios lindantes casi intactos, mientras diferentes familias que no estaban pagando ningún seguro expresaban su preocupación sobre cómo recuperar algo para poder volver a rehacer, poco a poco, sus vidas… Los muertos se van acumulando en los edificios públicos para su reconocimiento, la mayoría de las personas están incomunicadas muy pocos tienen acceso a las pocas informaciones, contradictorias…

Jesús, con su enorme sensibilidad, un día se puso a llorar al ver a la gente desesperada sin que nadie (de los pastores) del imperio, ni del reino, ni del templo se haga cargo de sus responsabilidades para con el pueblo. Las “catástrofes naturales” no perdonan a nadie, producen un enorme sentido de impotencia, sin embargo, siempre son las personas más pobres las que están más expuestas, y son las que más pierden, al destruirse sus familias, sus bienes, sus… (lo que sea que todavía les quedaba…) Jesús deja claro que la muerte en las fatalidades, calamidades, desastres y hasta en los actos violentos más detestables (de los poderosos de turno), no tiene nada que ver con el pecado, ni con la maldad, ni con el juicio de Dios. Dios no es un sanguinario inconciente sino un Dios que sufre con la gente y en ese dolor experimenta con la gente el poder transformador de la misericordia, la compasión del prójimo que los asiste, y que lo revela en medio de la desesperanza y la injusticia a través de ese acto de amor.

 Aquellas reflexiones fatalistas y excluyentes que vinculan pecado, fin del mundo, castigo, salvación por las obras, sacrificio y conversión individual son un disparate que tanto en tiempos de Jesús como hasta nuestros días sigue vigente entre diferentes corrientes religiosas que, con gran sentido de la oportunidad, sacan provechoso rédito de la gente brindando respuestas fáciles a una realidad tremendamente compleja e injusta. Por un lado, la pereza intelectual y la falta de formación bíblico teológica conduce a que estas enseñanzas perduren en el tiempo, sin embargo, por otro lado, la injusticia social y la violencia que desatan los poderosos sobre los más débiles es tan elocuente que abonan el terreno para que estas propuestas conversionistas fundamentalistas resulten mucho más creíbles y se arraiguen así cada vez con más fuerza. La violencia es evidente. El amor, en cambio, es un acto de fe.

Como bien muestra Jesús con la imagen de la higuera la cuestión es ofrecer todas las oportunidades posibles para que las personas puedan crecer y desarrollarse. De esta manera, pone la pelota del otro lado, ya no del lado de la víctima sino de su prójimo.

El sismo en Chile más que generar la pregunta sobre por qué Dios permitió que pase esto, a la luz del evangelio la pregunta que Jesús nos replantea pareciera ser qué cosas Dios nos permite hacer frente a esta situación.

Ante esta situación, por un lado, la angustia pero también, a la vez, la confianza, me llevaron a identificarme con el apóstol Pablo y sus enormes angustias en el trabajo misionero con la comunidad de Corinto. Pablo, tras desarrollar la necesidad de poner cada uno lo mejor de si al servicio de los demás, apela a una canción popular para llamar su atención. Esa canción afirma que sin amor la vida no tiene ningún sentido. A continuación el apóstol sigue su reflexión afirmando que una comunidad realmente tiene sentido si reafirma su pertenencia mutua asumiendo cada uno sus responsabilidades y trabajan juntos para el entendimiento mutuo y el bien común de todos.

Ante desastres de esta magnitud el desafío, más que nunca, es poner en práctica el evangelio de vida eterna que anuncia Jesucristo. A fines de los noventa, en Argentina, en medio de una gran depresión social y económica, una canción popular tuvo una enorme difusión. Estadios llenos cantaban esta canción junto a su autor renovando, a la vez, sus esperanzas para volver a rearmar sus vidas.

Esta canción se llama “volver a empezar” y la canta Alejandro Lerner: “Pasa la vida y el tiempo no se queda quieto // llevo un silencio de frío con la soledad // En qué lugar anidare mis sueños nuevos // Y quién me dará una mano cuando quiera despertar… // (Estr.) Volver a empezar, aun no termina el juego // volver a empezar, que no se apague el fuego // queda mucho por andar // Y que mañana será una día nuevo bajo el sol // volver a empezar…

Se fueron los aplausos y algunos recuerdos // y el eco de la gloria duerme en un placard // Yo seguiré adelante atravesando miedos // Sabe Dios que nunca es tarde, para
volver a empezar //

(Estr.) Volver a empezar, aún no termina el juego // volver a empezar, que no se apague el fuego // queda mucho por andar  // Y que mañana será una día nuevo // bajo el sol // Volver a empezar, volver a intentar // Volver a empezar… // Volver a empezar, aun no termina el juego

¿No fueron los profetas que desafiaron a la gente hablando de cielos nuevos y tierra nueva en medio de un pueblo devastado que, justamente, tiene que volver a empezar? ¿No es acaso el Apocalipsis que anuncia a los perseguidos y sus familias que la justicia de Dios habrá de inaugurar un nuevo tiempo, una nueva ciudad, incluso, también, una tierra y cielos nuevos? La muerte tiene las manos atadas. Dios tiene a la muerte presa en el abismo. En la historia rige la voluntad de Dios por encima del poder de la muerte.

Sin embargo, los profetas de la muerte tienen medios, fuerza y poder. ¿Dónde están los profetas de la vida… eterna? Los profetas dijeron las cosas sin pelos en la lengua pero también con una poesía y una música que inspiraba tanto a los trovadores como a la gente misma del pueblo, especialmente, la gente más marginada, dándole fuerzas para organizarse y defender sus derechos frente a los oportunistas de siempre, los poderosos de turno, los que siempre apuestan primero a la violencia de las armas antes que a la justicia como forma de vida y gobierno.

Tanto Haití como Chile tienen por delante el desafío de volver a armar sus países. Diferentes países del mundo ofrecen su ayuda a través de diferentes organizaciones. Las iglesias junto a diferentes comunidades religiosas del mundo están ofreciendo recursos humanos y económicos para acompañar a estos pueblos.

Nuestro desafío es sumarnos desde cada uno de nuestros hogares y lugares para convertirnos juntos y volver a ser personas, hijos e hijas de Dios, volver a tener, todos, otra oportunidad de hacer que nuestras vidas en el mundo tengan sentido, no sólo quienes sufren ahora el peso de la muerte sobre sus vidas sino también aquellos que con sus vidas pueden darle un vuelco a la dirección en la que se conduce la historia de la humanidad. Esta es la conversión que Dios espera de todos nosotros porque, como bien dice  Alejandro Lerner, nunca es tarde para (este lento proceso de) volver a empezar

 

¿Te animás a cantarla junto con él?

[http://www.youtube.com/watch?v=7V39f2GYzAM&feature=related]

 

Amén



Pastor Jorge Weishein
Buenos Aires
E-Mail: jorge.weishein@ceaba.org.ar

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