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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

4° domingo de Cuaresma, 14.03.2010

Sermón sobre Lucas 15:11-32, por Stella Maris Frizs

Jesús usó con frecuencia este recurso pedagógico de las Parábolas. En su mayoría eran ejemplos tomados de la vida diaria.
Aquí podemos imaginar a una familia medianamente rica (de clase media alta) con la presencia de tres hombres en una lucha diaria de convivencia.
El más joven era rebelde, desobediente de la ley. Si hubiera sido respetuoso de la ley, jamás hubiera pedido en vida la herencia correspondiente.
El padre sabía que ni consejos, ni prohibiciones harían cambiar de idea a su hijo. Dejó entonces que la escuela de la vida le enseñara lo que él no pudo y le entregó la herencia.
     Imaginamos lo contento que habrá salido de la casa de su padre con los bolsillos llenos y el corazón ansioso de aventuras. Viajó, conoció lugares. Fué falsamente amado por amigos ocasionales y oportunistas o mujeres zalameras que querían divertirse y pasarlo bien a costa del pobre campesino...
Tampoco nos cuesta mucho imaginar su caída. Lo hemos visto tantas veces!! Pero ahora cuando "toca fondo" viene el autoexámen. Todo lo que soñó hermoso y eterno se había esfumado. Y se encontró solo y con hambre, realizando un trabajo indigno que lo alejaba de la religión. (Cuidar cerdos)
Pero él tuvo la lucidez de no dejarse engañar a sí mismo. Pudo verse como estaba, recapacitar, reconocer su error... Ojalá nosotros tuviéramos a veces esa inteligencia, esa valentía para darnos cuenta cuando nos alejamos...
En el lenguaje religioso eso se llama "arrepentimiento": acercarnos a Dios reconociendo nuestras limitaciones, dudas, miedos, fracasos, errores,. Si no hay arrepentimiento no se puede recomponer la relación ni con Dios ni con el prójimo.
Y lo interesante es que él no tuvo la intención ("el camino al infierno está lleno de buenas intenciones") de remediar esa situación. Lo hizo.
Necesitó seguramente mucha fuerza interior, mucho dominio propio, algo con seguridad nacido de su relación familiar anterior. Porque la vida familiar positiva (educación, contención) nos prepara para vivir positivamente.
Y aunque cometamos errores y equivocacioes, podremos ser lo suficientemente fuertes como para reparar los daños.
     Pienso en ese Padre que esperaba el regreso de su hijo. Lo conocía...y por eso salía a ver el camino. Pero el hecho de esperarlo no disminuyó la intensidad de la alegría y la misericordia que sintió al verlo. Porque aquí se trata de un Padre que ama tanto que es capaz de olvidar las ofensas y desastres que a veces cometemos.
Hasta parece exagerado el relato: lo abraza, lo besa, etc. Vemos un padre conmovido que no le interesa hacer el rídículo.
Cuántas veces nosotros reprimimos los sentimientos y por pudor no le decimos al otro cuánto lo queremos, cuánto nos importa lo que le pasa.
El padre está feliz, tan feliz que quiere hacer público este acontecimiento familiar. Y organiza la Fiesta. Porque este hijo "perdido" es restituído al hogar con todos los honores. Hay una reintegración (anillo, calzado, ropa) y recobra su dignidad de persona.
Es evidente que este Padre vivió la separación como una muerte, por eso podemos entender la felicidad al haberlo recuperado. Es interesante porque no hay reproches! Ni sermón moralista! Algo tan común en nostros.
Quizás nos cuesta entender la medida de este amor. Porque después de conocer a este hijo ingrato,cruel, egoísta, despilfarrador, cualquier tribunal humano lo condenaría.
Pero Dios no actúa así. No le recrimina su joven estupidez. ´Quiere reintegrarlo/nos en nuestra condición de hijos.
     Después aparece el hijo mayor. A veces nos parecemos a él. Cobarde, celoso, iracundo, orgulloso, implacable, tendendioso, mentioroso, amargado. (No es verdad que su padre nunca le había dado la posibilidad de festejar con amigos. Tampoco el texto habla de prostitutas.) Ninguna demostración de alegría.
Y Jesús quiere justamente mostrar cómo debemos compartir con alegría el amor de Dios sin discriminar. Todos tienen derecho a participar de la fiesta y no solamente los "que me caen bien".
El hijo mayor es el típico personaje de los que quieren hacer "rancho aparte" y festejar con los "míos", con los que son puros y santos como yo.
La enseñanza que nos deja esta parábola es que cuando excluímos a otros, nos excluímos a nosotros mismos. Nos privamos de compartir la fiesta con los que son diferentes, pero no por eso menos valiosos.
Quiera el Señor ayudarnos en este tiempo de Cuaresma a hacer ese cambio en nuestras vidas. Reconocer lo que no está bien como el hijo menor y eliminar los prejuicios propios del hijo mayor. Amén.

Stella Maris Frizs

E-Mail: stellafrizs@hotmail.com

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