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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

5. Domingo Después de Pentecostés, 27.06.2010

Sermón sobre Lucas 9:18-24, por Patricia Cuyatti

 

Cada domingo que nos reunimos como cuerpo de Cristo, tenemos la oportunidad de confesar nuestra fe a través del credo Apostólico. La afirmación de que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías esperado forma parte de esta confesión. El texto de hoy nos invita a meditar en esta confesión.

Las Preguntas de Jesús

La declaración acerca de quién es Jesús, el consecuente anuncio de la pasión y las condiciones para el discipulado surgen de dos preguntas simples e importantes que Jesús presenta a sus seguidores y seguidoras: ¿Quién dice la gente que soy yo? y ¿Quién dicen ustedes que soy yo? La primera pregunta aborda el contexto de la comunidad que no mucho había oído y las enseñanzas de Jesús acerca del ayuno, enseñanzas éticas para vivir en felicidad, el amor al enemigo/a, o sobre la hipocresía. Además, la comunidad que circundaba a Jesús en muchedumbre (la gente) había advertido en concreto esas enseñanzas. El acercamiento de Jesús a los y las pecadores y pecadoras y su profundo respeto a amor hacia ellos y ellas movía a la muchedumbre creer y a tener esperanza que una vida diferente era posible. Lo concreto de las maravillosas acciones de amor de Jesús, conocidas como milagros, había demostrado a la muchedumbre que en Jesús se presentaba el elegido de Dios. Probablemente la muchedumbre no era tan emotiva ni impulsiva para confirmar este sentir. Sin embargo, vinculan al elegido y su acción profética de amor y sensatez a los personajes que habían conocido como Juan el Bautista, Elías u otro profeta resucitado.

La segunda pregunta ¿Quién dicen ustedes que soy yo? toca personalmente el juicio de sus seguidores y seguidoras. La pregunta no trata de medir cuan próximo o distante se está de Jesús pero tampoco busca aprobar o desaprobar a quienes le siguen. La pregunta tiene un sentido particular porque abre la brecha de lo que significa ser discípulo o discípula fiel en las circunstancias que la vida misma presenta. Pedro que como la muchedumbre ha caminado aprendiendo y viviendo de la sabiduría de Jesús no se detiene a pensar en el motivo de la pregunta. Pedro decide responder: tú eres el Mesías de Dios. La respuesta es sincera y reveladora. La respuesta sin embargo no contradice lo que la multitud identifica en Jesús, sino la amplia.

Hay Privilegio en la Respuesta de Pedro

La respuesta de Pedro no le otorga un lugar privilegiado en el ministerio que Jesús promueve. Es relevante recordar que la respuesta de Pedro amplia la respuesta de la muchedumbre porque revela la identidad de Jesús: su divinidad. El evangelio de Mateo se añade antes de que Jesús pidiera que no se revele el aspecto mesiánico: "Yo te digo, tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificare mi tabernáculo, y el poder del abismo no la hará perecer. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo; y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo" (Mateo 16:17-19). La intención de esta declaración no es elevar a Pedro a un lugar privilegiado ni ponerlo como fuente de autoridad de alguna iglesia. La intención es sobresaltar la humilde y ferviente declaración de fe. Humildad y fe forman parte de la autoridad en la cual Jesús basa su ministerio y quiere fundar su santuario: el lugar de expresión viva de fe y el lugar público de testimonio vivo de su presencia.

La respuesta de Pedro así como la respuesta de Marta: "Si Señor, yo creo que tu eres el Mesías, el hijo de Dios que tenía que venir a este mundo" en Juan 11:27, tienen el mismo componente de fe viva. Ambas respuestas nacen de un profundo encuentro con Dios. Ambas están basadas seguimiento y fe. Es la relación con Jesús que convence e inspira a Marta y Pedro a declarar que Jesús es el Cristo. La respuesta de Pedro no le otorga poder al varón sobre la mujer ni justifica el poder eclesial jerárquico. La respuesta de Pedro no determina que el varón tenga la autoridad sobre la comunidad de fieles. La respuesta de Marta es una confesión basada en su experiencia de fe y de liberación. También es esa la experiencia de Pedro, por ello no hay privilegio en su respuesta. La prohibición que Jesús hace tampoco está vinculada a autoridad alguna. Jesús sabe que todavía no es el momento ya que esa experiencia de fe y esa proclamación de fe necesitan ser real en la muchedumbre.

El Sentido de Tomar la Cruz

¿Por qué Jesús prohíbe que se divulgue su identidad como Mesías? Los maestros de la ley y los fariseos buscan aprehender a Jesús. Ellos están mortificados por las "blasfemias" y el perdón de los pecados que Jesús ofrecía a los pecadores y pecadoras. Además, el trabajo en día de reposo, el tema del ayuno y los milagros que movía a la muchedumbre les incomodaba y buscaban una razón para aprehenderlo. Esto podría ser una razón fundamental para que Jesús entendiera que no era el momento de revelar su identidad. Sin embargo lo que Jesús trata de mover en sus seguidores y seguidoras es una fe profunda y enraizada en Dios. Pedro que confiesa que Jesús es el Mesías es el mismo que repetidas veces responderá: si señor te amo, tu sabes que te amo cuando Jesús le pregunta ¿Pedro me amas? Pedro, es el mismo que durante la aprensión de Jesús niega haber estado con Jesús.

El sentido de negarse a sí mismo o a sí misma abre nuestra humanidad en relación a la fe. La confesión de Pedro es real. ¿Fue esta confesión provocada por la emoción del momento? No, ella fue inspirada por el Espíritu de Dios. El sentido de negarse a si mismo/a reside en tocar nuestras contrariedades y aceptarnos como somos pero en esa aceptación fortalecer nuestra relación con Dios. Negarse no significa abandonarse ni rechazarse. En el esfuerzo discipulador, Jesús quiere fortalecer la relación entre Dios y sus hijos e hijas. No hay duda alguna de que Pedro haya sido tocado por el Espíritu de Dios para proclamar la divinidad de Cristo. Lo que Jesús trata es trabajar con Pedro mismo, con su humanidad y su entero ser a fin de tocar sus miedos y angustias y en medio de ellas permanecer fiel.

La invitación a tomar la cruz es un reto que conlleva dos diferentes aspectos. El primero está relacionado con el esfuerzo de movernos hacia nuestros sentimientos y sufrimientos consecuentes de la fe. El tomar conciencia de ellos y aprender a vivir a través de ellos en fe. El otro, es poder atreverse a interactuar y tocar lo que intimida. Este aspecto conlleva el desafió de palpar nuestra propia humanidad y reconocer que sin Dios nuestra naturaleza humana es peligrosa. El requisito: "si alguien quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz cada día y sígname." es un condicionamiento por tanto una limitación para quien no se atreve a aventurarse en las aguas de la fe.

Tomar la cruz y seguir a Jesús no es una condena ni significa tener que sufrir sin razón. Tomar la cruz es el acto de permanecer fiel conociéndonos quiénes somos y cómo podemos ser ayudados/as por Dios. En circunstancias de dolor el deber de amar, requisito para el discipulado, cuenta como acto de fe porque surge de una sincera acción que no trae resentimiento. En el proceso discipulador, Jesús quiere que seamos conscientes de que el estar involucrado/a en su ministerio implica confesar vívidamente que es el Mesías justamente porque tenemos la oportunidad de vivir esa experiencia mesiánica día a día.

Nuestra Confesión Actual

Hoy estamos invitados e invitadas a recuperar el sentido de nuestra confesión de fe. El decir que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios continúa bajo el requerimiento de tomar la cruz y seguir a Jesús. Esto implica una continua renovación de nuestra relación con Dios, con nosotros y nosotras mismas a fin de proclamar en palabras y acciones que Jesús es el Cristo. La confesión está vinculada al seguimiento. Seguimiento implica una profunda relación con Dios y con el prójimo. ¿Dónde reside el sentido de confesar nuestra fe a través del Credo Apostólico u otra confesión como la de Pedro o Marta?

El renovar nuestra fe y encontrar el fundamento de ella implica vivir en seguimiento de Jesús. En este sentido, ser conscientes de nuestra fe implica confesarla vívidamente a través de actos que incluso pueden ponernos en circunstancias de dificultad o en peligro. Fe es renovar y valorar nuestras potencialidades porque es por medio de ellas que Dios se manifiesta y actúa. Fe es reconocer y valorar las capacidades y potencialidades de nuestro prójimo (cercano o lejano) sabiendo también que Dios se manifiesta por medio de ellos y ellas. Fe es renovar humildemente nuestras relaciones en comunidad y nuestras relaciones personales. Fe implica promover comunidades justas donde el amor es posible a pesar de las contradicciones de nuestra humanidad. Fe es pronunciar y poner en concreto lo que personalmente Dios te sigue inspirando a través de su Espíritu de vida. Y en este esfuerzo que cada vida inspire a confesar públicamente que Cristo fue y sigue siendo revelado en y por los actos amorosos de Jesús; actos que continúan inspirando a sus seguidores y seguidoras hoy. Amén.



Patricia Cuyatti
Perú
E-Mail: moyavida@hotmail.com

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