Göttinger Predigten

Choose your language:
deutsch English español
português dansk

Startseite

Aktuelle Predigten

Archiv

Besondere Gelegenheiten

Suche

Links

Konzeption

Unsere Autoren weltweit

Kontakt
ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Séptimo domingo después de Pentecostés, 11.07.2010

Sermón sobre Lucas 10:1- 12 y 16, por Felipe Lobo Arranz

Señor, ¿qué quieres que aprendamos de la paz contigo?

 “Id; yo os envío como corderos en medio de lobos.  No llevéis bolsa ni alforja ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.  En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: "Paz sea a esta casa".

Una buena forma de introducirnos: “Corderos en medio de lobos.”

Jesús nos envía como embajadores de la paz de Dios al mundo y lo hace antes de personarse para derramar esa paz en cada ser humano que le da lugar en su vida.

Nos envía desde la comunidad, de dos en dos, evitando la tan actualmente temida individualidad,  que llena de mensajes independientes, que intentan descargar a la iglesia local, la tarea que sólo puede nacer de ella y desde ella alcanzar a los sin paz de nuestro tiempo (no tener paz, es como no tener la tierra que necesitamos para sentirnos parte de algo). La iglesia, desde la fe confesada, la fe celebrada, la fe estudiada, la fe práctica y experimentada, la fe de la historia y la fe proclamada, ha de volcarse en la misión a la que Cristo la llama.

Ser cristiano hoy se convierte en algo difícil de llevar si no fuera por la realidad de la paz interior de Dios. Paz que realiza, desde dentro, todo aquello que no podemos realizar desde fuera ni con la mejor de las disposiciones, de la formación o de las disciplinas.

Descubrimos que la paz no es algo que producimos nosotros mismos, no es algo que podemos reclamar de Dios, sino como fruto de la gracia suya la recibimos o la rechazamos. Así, no podemos hacer sino recibirla en un medio donde pareciéramos corderos en medio de un montón de lobos.

 

La misión de la Iglesia ha sido y será llevar la paz de Cristo a otros.

Cada vez más observo como multitud de iglesias, organismos paraeclesiales, de ministros del evangelio y de cristianos en general se enfrentan a la tarea de la predicación del evangelio como si esta fuera una guerra campal, como si la predicación fuera una conquista que se gana por la fuerza. Por la fuerza de la economía que permite grandes eventos ante las masas o de uso de medios de comunicación, con la fuerza del machacar y machacar a la familia, a los amigos, a los vecinos, a la gente del barrio, que ven a los cristianos más que un elemento de alegría y de fiesta el encontrarse, un motivo más para no querer arrimarse a ellos por lo pesados que podemos llegar a ser. Esto me hace pensar.

Si yo no soy un evento de alegría para mi gente a lo largo del día, si no desean estar conmigo, como la gente deseaba estar con Jesús, algo raro me está pasando. Antes no sabía porqué claramente, ahora me doy cuenta. Si la predicación del Evangelio no se fundamenta por traer la paz al corazón de las personas, simplemente no estamos proclamando una buena noticia y mucho menos, estamos cumpliendo con algo parecido a proclamar el año agradable del Señor o el Reino de la PAZ de Dios. Si las personas, tras conversar con ellas, no reciben la paz con Dios en sus corazones no hago nada que no esté haciendo un hombre de negocios que vende tarjetas de crédito en un centro comercial, en mi piadosa acción que me justifica de haber estado haciendo algo para Dios, aunque de forma vana, sin fruto, que me trae una aparente paz, pero a mí y no a los demás. Esto no es triste, es catastrófico y pronto dejaremos de querer hacer esta tarea.

La paz de Dios sale de nosotros cuando está primeramente en nosotros. Si no hemos recibido la paz con Dios, y Cristo para eso vino a nosotros (no para inventar una nueva religión), no podemos portarla ni proclamarla. Uno sabe hablar de lo que conoce y ha experimentado. Muchos creyentes en Cristo, no saben como proclamar el Evangelio y compartirlo, porque, sencillamente, no han recibido conscientemente la paz de Dios. ¡Conoce la paz, vívela y después compartela!

 

Para proclamar la paz de Dios no necesitamos sino un corazón lleno de Paz.

Jesús se sienta en el camino y en las plazas de los pueblos y observa a los soldados de Roma, perfectamente pertrechados para la defensa del Imperio: armas, ropas, calzado, dinero...: ¡no parecía faltarles de nada! Pareciera que lo mismo le sucedía a los hombres de negocio, las embajadas, los viajeros a otras tierras, los peregrinos. Nadie ha podido dejar las comodidades del hogar sin cobrarse el impuesto, a sí mismo, de llevar una maleta con lo necesario. Cuanto más apego tienes a las cosas de tu hogar o cuánto más deseas vivir fuera de casa igual que dentro, más grande tu hato, o tu maleta (hasta que las líneas aéreas low-cost empiezan a cobrar el sobre-equipaje y empezamos a pensar que no necesitamos tanto para viajar y que en caso de necesidad podemos comprar algo de ropa en destino, ;-). pareciera que sólo así se pueden conquistar espacios y avanzar  en la vida.

Jesús, el alternativo, se ríe y nos enseña, que para proclamar la paz de Dios, lo único que nos hace falta es tener la paz de Dios en nosotros, ni alforja, ni calzado, ni túnicas, ni armas, ni nada de nada más. Solo eso, inaugura el éxito en nuestra misión. Espero no enfadar a muchos en lo que acabo de redescubrir. El mito del David con una sencilla honda ante Goliat recobra su fuerza porque “...quien a Dios tiene, sólo a Dios le basta”, como Teresa de Jesús dijera en su famoso poema.

 

El Evangelio es: “Decid: ¡Paz sea a esta casa!”

¿No sabes que decir? ¿no sabes qué compartir a tu generación? Sólo tienes que relacionarte, sólo tienes que traer la paz de Dios contigo donde vayas y  hacer patente una vida consecuente con la paz de Dios recibida para llegar al corazón de nuestro tiempo.

Cuándo Jesús nos pide que pidamos por obreros que vayan a su mies, porque es mucha... lo que nos está diciendo es que los que tienen necesidad de paz interior y paz con Dios son un ejército. Y que el efecto de  cosechar en corazones angustiados es directamente proporcional a una proclamación de la paz.

Paz de Dios* nº de Angustias= Mucho fruto.

A más angustia, la paz de Dios puede dar más fruto.

Esto también me hace pensar en qué es lo que necesita la iglesia de hoy para cumplir con el envío del Señor a su mies. Necesitamos, más que acción, es pasar mucho tiempo con Dios, recargando nuestras baterías con la paz de Dios. La paz interior no se produce por una mera actividad intelectual o por la acción irracional, sino por una cercana relación a Dios, donde volcamos nuestras preocupaciones en Dios y Él nos la canjea por la paz de Cristo, haciendo efectiva en nosotros la obra de la cruz en su tarea sanadora de nuestra propia alma. Si no te curas tu primero, no puedes curar a los demás, si no experimentas la paz de Dios no puedes ofrecerla, porque la paz no se provoca, se derrama por los poros de quien la tiene y los que buscan la paz de Dios lo detectan nada más verlo como un buen cafetero detecta al tacto y al olor la calidad de una buena partida de café.

 

¿Qué hacemos con los que rechazan la paz como forma de vida?

 »El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.»

Jesús es claro en su envío a los 70. Quien no recibe la paz con Dios, esta se vuelve a nosotros en el saber que, al menos, la compartimos con otros y que cumplimos la misión. El rechazo de la paz de Dios no queda en un limbo perdido, pues parece que provoque la declaración de guerra, no nuestra, sino de Dios, al rechazante, nada tenemos que juzgar en este caso, la persona queda en las manos de Dios.

“10 Pero en cualquier ciudad donde entréis y no os reciban, salid por sus calles y decid: 11 "¡Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros! Pero sabed que el reino de Dios se ha acercado a vosotros". 12 Os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma que para aquella ciudad.”

La paz ha tomado residencia en el alma de quién la ofrece, de quién la ostenta, en quién ha sido derramada. La paz de Cristo, se vuelca en quienes la piden de verdad y entregan la vida a Dios de Paz.

¡Claro, que habrá desertores de la paz! Generalmente los que les encantan los ríos revueltos para ganar peces, como postula el refrán español: “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Los que postula y son apóstoles de la guerra y de la angustia, solo les queda Dios y no de manera que los que buscan la paz y la siguen, sino como oponentes ante Dios, a quienes Jesús promete que beberán de su mismo veneno, por robar la paz a los que la necesitan, creo que explicado así queda mejor que decir que les espera lo mismo que Sodoma.

Nuestro apostolado de paz se hace necesario, imprescindible, en los tiempo que nos tocan de vivir, donde reina la penumbra densa y gris de la angustia sobre los hombres y éstos solo pueden corren hacia donde ven más luz. Pongámonos junto al camino y demos lo que de gracia hemos recibido, que no es sino esto:

¡Que la paz venga a tí! ¡Que la paz venga a tu casa!

Que el Dios de paz nos colme de ella y nos de generosidad en compartirla, que os llevéis tanta paz como aportéis.

Amén.



Pastor Felipe Lobo Arranz
Iglesia Evangélica Española

E-Mail: loboarranz@gmail.com

(zurück zum Seitenanfang)