Göttinger Predigten

Choose your language:
deutsch English español
português dansk

Startseite

Aktuelle Predigten

Archiv

Besondere Gelegenheiten

Suche

Links

Konzeption

Unsere Autoren weltweit

Kontakt
ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

14. Domingo después de Pentecostés, 29.08.2010

Sermón sobre Lucas 14:1, 7-14, por Fabián Paré

 

Nos volvemos a encontrar con una escena en el día sábado, y recordemos que Jesús viene dejando una alarma en el sistema de creencias, dado que la manera de interpretar y utilizar la ley cobra una nueva dimensión cuando Jesús prioriza la salud e integridad de las personas ante el mandato de guardar el sábado. Esta alarma hay que entenderla como el inicio de una desconfianza sobre aquello que no solo transmitía seguridad, sino que era indiscutible. Notemos que no se trata de una alarma por la presencia de armas, ejércitos o de algún acto de violencia; por el contrario, se debe simplemente al contundente acto de curar (acción que solo puede provenir de Dios), en público un día sábado, y ante los que insistían -desde sus lugares de poder- que debía respetarse el sábado antes que sanar a alguien. Lo que produce Jesús con la palabra y la acción, es poner en duda lo que se enseñaba sobre la ley. Es importante no confundirnos, no ponía en duda la ley, sino lo que se enseñaba de ella. Esa alarma o desconfianza que puede comenzar a tener el pueblo sobre la enseñanza de los fariseos, abre la posibilidad de reflexionar la finalidad que tiene la ley en medio de la convivencia del pueblo. Esa finalidad parece ir más allá de la mera repetición de actos y formalidades externas, que buscan tener una finalidad en sí mismas; en realidad lo relevante es el sentimiento que conduce a los actos. Veamos la parábola que hoy nos acompaña.

Pensemos en los sentimientos que anidan en el corazón de las personas de estos dos ejemplos: el que llega a una fiesta-banquete y busca los primeros lugares, y el que llega a una fiesta-banquete y busca los últimos lugares. Sin dudas son emociones diferentes que se manejan, tan diferentes que no pueden convivir en una misma persona, de hecho cada una de estas emociones o sentimientos conducirán a actos completamente distintos, por ejemplo uno llevará a comportamientos soberbios y otros a comportamientos humildes. El soberbio perderá de vista a los demás y por ende a sus necesidades, mientras que el humilde tendrá una captación de la realidad bastante más amplia. Pero no solo se trata de la captación de la realidad, sino de qué actitud o acción que se tomará en esa realidad. Al soberbio, por su poca percepción de los demás y sus necesidades, no se dispondrá a ayudar a alguien, sea sábado, lunes, miércoles o cualquier día de la semana. Mientras que la persona humilde estará predispuesta a ayudar en cualquier momento. Aquel principal de la sinagoga que se molestó porque Jesús curó en sábado (Lc 13,14), no hacía más que manifestar su soberbia, es decir su incapacidad de ver la necesidad de los demás por estar concentrado en una práctica externa, pretendiendo en ella una finalidad en sí misma. Jesús manifiesta humildad al poner en acto la curación, es decir la sensibilidad por la necesidad del pueblo. La ley tiene la finalidad de educar el corazón del ser humano, y si no es utilizada para ello no se la está respetando. Podemos recordar varias frases bíblicas que tienen que ver con esto: Misericordia quiero y no sacrificios, no odiaras a tu compatriota en tu corazón, amarás a tu prójimo como a ti mismo. Jesús dice que toda la ley depende de amar a Dios con todo el corazón, alma y espíritu, y al prójimo como a uno mismo. De modo que la ley pretende recordar al corazón humano qué es lo importante o la voluntad de Dios en nuestra convivencia: el amor. Un profesor de la facultad de Teología (José Míguez Bonino) escribió un libro de ética cristiana que se titula: ‘Ama y haz lo que quieras'; básicamente, si amas puedes hacer lo que quieras, dado que no serías capaz de hacer daño a nada y sobre todo a nadie.

Cuando hacemos "el bien", no tenemos que hacerlo solamente a personas de las que sabemos que podremos recibir el mismo "bien", porque automáticamente quedarán descartadas de la vista o percepción, muchas personas a las que no le haremos ningún bien porque son incapaces de retribuirnos. De esta manera no creo que corresponda definirnos como cristianos/as o hacedores del bien, seríamos tan solo negociadores de amistad, entre soberbios. Para pensar la propuesta que trae Jesús es pertinente ese dicho popular: ‘haz el bien sin mirar a quién', dicho de otra manera: sé servicial, sobre todo con disposición a asistir -según tus posibilidades, dones, talentos, vocación- a las necesidades de los que están alrededor, de esta manera la realidad puede ser transformada, renovada, redimida.

Que Cristo siga educándonos con la ley del amor, permitiéndonos participar de los anticipos de su reino, que se van cristalizando en actos de humildad en nuestra convivencia. Amén.



Pastor Fabián Paré

E-Mail: fabianpare@arnet.com.ar

(zurück zum Seitenanfang)